jueves, 27 de mayo de 2010

Cristo, Escucha


Presta oído, Señor, a mis palabras (Sal 5, 2) Quien hace lo malo y aun así tiene valor para decir: presta oído Señor, a mis palabras, ¿puede tener en su corazón la confianza que procede de Aquel que escucha, que sabe escuchar como nadie sabe? No, la falta de confianza agita, preocupa, promueve palabras, peticiones de escucha vacías, fatuas, heladas.

En el fondo preferimos, a veces, que el Señor tenga los oídos cerrados. Que no escuche lo que dice nuestro corazón. Presta oído, Señor a mis palabras. Yo quiero hablar al Señor del clamor de mi corazón, y no me falta confianza en Él aun siendo de barro. En las Escrituras, enseña San Jerónimo, el clamor no es propio de la voz, sino del corazón. Cuando pedimos al Señor que escuche nuestras palabras, nos referimos a las palabras de nuestro corazón, que lo anhela.

Dice el Señor a Moisés: ¿Por qué me andas llamando a gritos? (Éx 14, 15) Quien grita lo hace con la voz, no con el corazón, no con el corazón que mira al corazón de Dios, que es Cristo, el que escucha.

Nosotros queremos clamar a Cristo, enfocar nuestro corazón a Cristo, que escuche la voz de nuestro corazón. La voz de nuestro corazón es la voz de nuestro querer, de nuestra voluntad. Pedimos entonces al Señor querer lo que Él quiere. identificar nuestra voluntad con la suya, que mira a la del Padre. Pedimos que nuestra voluntad hable de cuánto le amamos y queremos imitarle.

Escucha mi voz al amanecer (Sal 5, 4) Cuando la luz comienza, venciendo las tinieblas. Cuando nuestra voluntad se yergue hacia el Espíritu, que es la Luz. Nos escucha cuando vamos a iniciar una buena obra, cuando orientamos la voluntad a Él, cuando el corazón le llama con amor. Y el Señor escucha y envía su fuerza, y ponemos la acción por obra, el corazón contesta y actuamos en Él.

"Tú no eres un Dios a quien le guste la iniquidad" (Sal 5, 5) Nos escucha cuando la luz orienta nuestra voluntad hacia Él. No nos escucharía si no es porque el corazón amanece en Él a través de una buena obra.

En el corazón del que grita no puede habitar la verdad. No es el grito el clamor del corazón que Él escucha. En boca de aquellos no está la verdad (Sal 5, 10). ¿De quien? de aquellos que al llamarle, y piden su escucha, no tienen su voluntad orientada hacia su Amor. Aquellos que piden al Señor les escuche al anochecer, a la hora de su mala acción, le gritarán para obligarle a escuchar.

Alégrense, en cambio, todos aquellos que a la hora del amanecer pusieron en Él su confianza (Sal 5, 12) Pues sin ninguna duda les escuchará.

Alegrémonos a la hora de hacer el bien. Pues Cristo escuchará el clamor de nuestro corazón y nos enviará su fuerza para darle gloria.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Cristo, LLamada


Desde toda la eternidad, Señor, Tú sabías mi nombre. Mira, estoy aquí, escribiéndote, porque me has llamado. Estaba tan tranquilo dejándome llevar por mí mismo como un árbol que camina. Tú me estás siempre llamando. Y me empecino en ser un árbol que camina. y Tú me llamas a dar mucho fruto.

Ya no quiero caminar por el borde del río. Entras en mi casa, me miras. Sígueme, te escucho. Y te sigo. Ya no quiero ser lo que no puedo ser, quiero ser lo que me pidas. Quiero dar mucho fruto y ser un árbol plantado junto al Río de Agua Viva.

Cuando llamas te abro. Podría no abrirte. Pero llamas con tus nudillos y dices mi nombre y ya no puedo querer otra cosa sino abrirte y lanzarme a tus pies. Porque te adoro con profunda reverencia.

¿Quién me ha tocado? (Marcos 5, 30)
Acaso Tú, Señor, ¿no sabías quién te había tocado? Claro que lo sabías. ¿Para qué entonces las buscabas y preguntas quién ha sido? ¿Para qué entonces llamas a mi puerta preguntándome si estoy? ¿No sabes que estoy dentro, que la tengo abierta, que quiero que entres y seguirte? Tú querías que aquella mujer pusiera de manifiesto por sí misma su fe. Quieres que yo te reconozca y te conteste por mí mismo cuanto te amo.

Se postró ante Él y confesó toda la verdad (Marcos 5, 34) Mírame, Señor, mira los pasos que doy. Me es suficiente abrazarme a tus pies y confesarte la verdad: Tú eres mi Señor, mi Salvador. Quien entra en mi casa y lo dejo todo y te sigo... para dar mucho fruto.

Virtud, o el Arte de Vivir rectamente

Hoy se habla mucho de valores.
Pero más importante que los valores son las virtudes.

Los valores son las ideas que las personas tienen de las cosas que son buenas:
solidaridad, fraternidad, paz, bienestar. En su mayoría son situaciones ideales, formas de organizar la sociedad, sentimientos, etc.
Hay valores equivocados: darle excesiva importancia a los placeres de la mesa, a la diversión, al lujo... hay valores que están bien, pero también hay valores equivocados, que perjudican.

Las virtudes son otra cosa.
Las virtudes no son ideas.

Vamos a explicarlo dando un rodeo.

En la vida podemos hacer cosas buenas y cosas malas.
Hacer el bien es bueno. Nos perfecciona. Nos gusta rodearnos de personas que hacen el bien. Nos sentimos bien en su compañía, teniéndolas por amigos a los que acudir.

Hacer el mal es malo. Nos deteriora. No nos gusta rodearnos de personas que hacen el mal. Nos sentimos inseguros en su compañía, inquietos, preocupados. Nos agobia tener por amigos a personas malas.

Hacer el bien es bueno y nos hace buenos.

Pues las virtudes son la fuerza que tenemos para hacer el bien que debemos hacer. Es una fuerza que nos ayuda a :

Decidir bien (prudencia)
Actuar bien en relación a los demás (justicia)
Realizar lo decidido a pesar de posibles temores y obstáculos (fortaleza)
Sentir bien y disfrutar correctamente de las cosas (templaza)

Hacer el bien nos perfecciona.
Las virtudes nos capacitan para hacer el bien y perfeccionarnos: nos proporcionan recursos para decidir y resolver cuestiones correctamente, dar a cada uno lo que le corresponde, resistir en lo debido sin temor y afrontar situaciones difíciles, y moderar nuestro cuerpo para que el alma sea dueña de nuestra vida interior.

martes, 25 de mayo de 2010

Cristo, Fundamento

Cristo es fundamento indestructible. Aquello que edifiquemos, que tenga en Él su cimiento. Aquello que caminemos, que tenga en Él su línea recta, su calzada perfecta. Que aquello que anhelemos construir se fundamente en Él, el Fundamento de todo.

Así todo proyecto se abre a su razón de ser. Encuentra posibilidades, suertes providenciales, cielos azules. Así toda misión descubre su propósito y sus necesidades. Así toda senda torcida adquiere norte y esperanza, y acierta el horizonte al que tender, como un navío a salvo de naufragios.

Pedirle que allane, a su manera, los caminos de nuestro perfeccionamiento. Complana viam tuam coram me (Sal 5, 9) . Es Él quien sabe qué luz tomar, en cada encrucijada. Tiene en su mano la vara de medir, y sabe, mejor que nuestra humanidad, la arquitectura correcta de la calzada perfecta de nuestra corrección, de nuestra reorientación, de nuestra perspectiva.

Unirnos a Él. Con penitencia, mortificaciones luminosas, secretas y escondidas, llenas de gozo. Preparadas por Él, dentro nuestra, en su ardiente Eucaristía cotidiana, principio de nuestra elección.

Nada podremos hacer sin tierra llana en la que dibujar caminos. Trazarlos, con nuestro trabajo sobrenatural, para mayor gloria suya, en un diseño místico, puro, de árbol maravilloso, no de los que caminan, como fantasmas de pecado, como almas huérfanas de bosque azul.

Quando fundamenta evertuntur, iustus quid facere valet? Cuando los fundamentos se destruyen, qué podrá hacer el justo? (Sal 10, 3). Unirnos a Él, identificarnos con Él, que viva en nosotros sólo Él. Y no perderemos el sustrato, caminaremos por la correcta vía del Camino, la que trazó en su centro, dejando a los lados la maleza y el veneno, la hierba venenosa y las pequeñas desviaciones hacia los abismos.

martes, 18 de mayo de 2010

Cristo, Imagen del Padre

La Encarnación del Verbo produce un saltus ontológico, una dimensión absolutamente nueva . Introduce lo divino en la materia misma.

El culto de dulía respeta la sacralidad de la materia sobre la que se cierne el Espíritu.
La materia es buena, todo cuanto hace Dios es bueno. Vemos a Dios tras la materia, (no en la materia, sino tras ella, como Creador) y descubrimos que todo lo creado es bueno y puede servir a Dios. Esto es el culto de dulía, ver las cosas santas, las personas santas como sirvientes de Dios, y respetarlas por ello. . Permite encontrar al Dios tres veces santo detrás de todo lo que existe, y en especial, detrás de todas las cosas santas, que se convierten en signos de Dios.

Las cosas de Dios, las cosas que sirven a Dios, las personas santas que sirven a Dios... a todas debemos venerar, respetar, amar con sentido de dulía. Vivimos en un mundo de entes. Cuando el Espíritu se cierne sobre el ente, el ente queda sacralizado. Al ente sacralizado se le debe respetar en cuanto que sirve de instrumento a Dios.

la Encarnación implica que Dios se une a la materia. Lo cambia todo: el Verbo llega incluso a tocar el cuerpo del creyente en la Santa Eucaristía. La Encarnación del Verbo purifica el mundo de las cosas creadas porque concilia lo divino con la materia, que pasa a ser esclava del poder divino. El culto de dulía es respetar lo sacro, venerarlo como instrumento de Dios, no en sí mismo sino en cuanto instrumento de Dios.

Dulía viene de duleia, servidumbre, derivado de dulos, esclavo. Representa ese amor que debemos tener a todo cuanto SIRVE a Dios, a todo cuanto muestra esa dependencia, esa esclavitud de Dios.

Entre el culto de dulía y el culto de latría existe la misma diferencia que existe entre criatura y Creador. Una diferencia enorme.

Amamos la imagen de la Virgen, pero no le damos el culto que damos al Dios Verdadero. Le damos culto de dulía porque la Virgen, sierva de Dios, nos conduce como instrumento divino a Dios.
La imagen de madera no es la Virgen, representa la Virgen. Vemos a la Virgen como a una criatura de que se sirve Dios para ayudarnos, en este mundo de criaturas, a remontar el vuelo hacia Él. Su imagen sacra nos re-presenta a la Virgen, y la Virgen nos conduce a Aquel a quien miramos, fijos los ojos, a Cristo.

Este respeto a lo santo nada que ver tiene con la idolatría.

Dios Todopoderoso cierne su Espíritu mediante su Voz: dice: Hágase, y se hace.
Es la voz de Dios la que cierne el Espíritu sobre la criatura y la sacraliza. Esa Voz es Cristo.Y al cernir su Espíritu mediante la Palabra, que nombra las cosas y las hace nuevas en Él, sacraliza todo aquello que pronuncia, y todo lo que es cernido espiritualmente, pronunciado por el Verbo de Dios, pasa a ser digno de ser amado como a algo santo, pues de Él procede su novedad, que es esa nueva esencia, su sacralidad.
Ese respeto a lo sacralizado, a esa forma de hacer nuevas (pronunciadas por el Verbo) todas las cosas, ese respeto a todo sobre lo que Dios cierne su Espíritu es el culto de dulía, el amor y veneración a todo de cuanto se sirve Nuestro Señor para atraernos hacia su seno infinitamente amoroso.

Cristo hace nuevas todas las cosas, también las cosas materiales, los elementos, los retratos de los seres queridos, el terreno que pisamos, las imágenes que besamos con inefable amor... Cristo es la Voz de Dios que pronuncia el nombre nuevo de las cosas y al nombrarlas las sacraliza y las hace siervas de Dios.

Cristo hace nueva a la materia misma! Cristo hace nueva la imagen y el ser de todas las cosas sobre la tierra, encaminándolas, en pura servidumbre, a Dios mismo. ¿Cómo no amar y tener en consideración, en sagrada consideración, a todo aquello que Cristo pronuncia y hace nuevo, desde el aceite al agua, desde el fuego del cirio pascual al rosario que apretamos entre los dedos; y en un plano superior, desde los ángeles de luz que le sirven hasta las personas santas de que se sirve en su infinita sabiduría.

domingo, 16 de mayo de 2010

Ofrecimiento a Cristo

Señor, en este día, me entrego como hostia viva a Ti.

Que diga, Señor, lo que Tú quieres que diga.
Que vaya, Señor, donde Tú quieres que vaya.
Que te entregue, Señor, lo que Tú quieres que te entregue.
Que sólo haga, Señor, lo que Tú quieras que haga.

Las imagenes re-presentan

Cristo es la Encarnación de Dios.
Como perfecto hombre, tenía un rostro, un cuerpo, una imagen.
Quien ve a Cristo ve al Padre.
EL Padre puede verse en su Hijo.

En tiempos de la Antigua Alianza Dios no tenía imagen, era invisible.
Por eso no se puede representar aquello que no se ve, porque no tiene imagen.

Los ídolos son imágenes falsas, que no representan nada. Pretenden representar dioses falsos que no existen. Son vacuas, vacías. Por eso el contenido de una imagen idolátrica es ella misma. La imagen del dios Ergun es una imagen falsa, porque no existe un dios llamado Ergun y por tanto esa imagen no representa nada.
La imagen idolátrica no representa nada, porque hace referencia a un dios que no existe. El culto idolátrico da el culto debido al Dios que existe a algo que no existe.

La imagen de Cristo es una imagen verdadera, por re-presenta a Cristo.Si miramos la imagen miramos lo que re-presenta, a Cristo. Y al ver a Cristo vemos a Dios. Cuando beso el crucifijo, beso a lo que representa. No beso la madera porque crea que la madera es Cristo. Beso la cruz de madera porque veo la imagen de aquello que re-presenta en mi mente, es decir, a Cristo.

Si beso la foto de mi querida madre, no beso la hoja de papel, y pienso: soy hijo de una hoja de papel. esta hoja de papel es mi madre. Esto es absurdo. beso a lo que representa la imagen, porque me recuerda a mi madre, me la re-presenta en mi mente.

Las imagenes re-presentan. Nos vuelven a presentar en la mente, vía sensorial, a aquellos que ya no están.

Ningún católico en su sano juicio diría: esta imagen de madera de Cristo me ha redimido. No. Es Cristo el que me ha redimido, re-presentado en mi mente por este vehículo visual que es la imagen.

Cuando miro el retrato al óleo que hice de mi madre, miro a mi madre en él. No pienso: soy hijo de un cuadro al óleo. Pienso: esa imagen al óleo re-presenta en mi mente a mi querida madre. Beso a mi madre, que ya no está, en su foto, pero no creo que la foto es mi madre ni yo sea hijo de una foto.

Existen pueblos que dan a imágenes que no representan nada el culto que deben al Dios verdadero, Dios no invisble, pues tiene imagen, rostro: Cristo. Esto es la idolatría.

sábado, 15 de mayo de 2010

Aquel camino

Aquel camino que tanto me gustaba recorrer del brazo de mi madre, ¡era tan hermoso! Ella me preguntaba siempre, recién andado: ¿adónde llevará? Nunca terminábamos de pasearlo, porque se hacía tarde y yo debía regresar al trabajo. La acompañaba del brazo a la parada del autobús, la besaba, y regresaba por otro camino, el que llevaba al colegio en que impartía clase. Pero aquel senderillo en flor, ¿adónde llevaría?

Los martes por la tarde comíamos juntos. Después de almorzar nos íbamos a dar un paseo por la avenida de palmeras, junto a la playa. Yo le preguntaba: ¿rezamos el Rosario? Ella se me cogía del brazo y paseábamos, y yo rezaba y ella contemplaba al mismo tiempo las barcas dormidas, la arena verde, las redes musgosas y sombrías, las aves plateadas y elegantes de la playa.

Al rato llegábamos al final del paseo, donde empezaba aquel camino de limoneros, magnolios y albaricoques. Y me preguntaba. ¿Adónde llevará este sendero?

Ya es tarde para atravesarlo, decía yo, y regresábamos. La acompañaba a la parada del autobús, y volvía al colegio.

Años después, cuando mi madre murió, volví a aquel sendero. ¿Adónde llevaría? Quise atravesarlo. Iba deslizando entre mis dedos las cuentas negras de su rosario. Cuando llegué a la entrada del sendero, pensé: si mi madre estuviera aquí, en este momento, de mi brazo, me diría: ¡qué bien, hijo, vamos a atravesarlo, a ver donde lleva!

La primera callecita a la derecha, doblando una esquina amarilla de limones, se llega a un magnolio en flor. Luego hay un brazo de arena que surca la playa entre las quillas y costales humeantes de recientes faenas. Varias palmeras más, unas adelfas azules, una pequeña hilera sonrosada de melocotoneros, una encantadora viejecita que vende camarones, y el último tramo. ¿Adónde llevaría?

Madre, este último paso me habría gustado darlo contigo.

Acabo mi Rosario y atravieso el umbral azul del recodo: un banco de madera, unos niños cantando, y un pequeño parquecito de alhucema bravía, olorosa y claustral. Y al fondo del parquecito...una Iglesia!. Parroquia de nuestra Señora del Carmen.

***

Madre, tú te llamabas Carmen. Y mira, este camino llevaba a Nuestra Señora, a tu Madre del Cielo.

Aquel camino llevaba a tu Madre.

Días antes de morir, en tu cama, me pediste la madalla de la Virgen y rezaste conmigo un rato. Yo pasaba las cuentas del rosario de la abuela Juana y te miraba, y me decía al mirarte: pronto descubrirás adónde llevaba aquel sendero en flor.

Y cuando paso, a veces, aquel recodo fresco del camino, siento el perfume de magnolias y limones frescos de huerto de domingo, y pienso:

Este sendero me lleva a ti.



miércoles, 12 de mayo de 2010

Cristo, Fuerza


Impresiona que Aquel que es nuestra fuerza y como Dios todo lo puede, sea el mismo que se ofrece como Cordero.
Cristo es Pan de Fuertes. Se nos da a sí mismo como Pan de Fuertes para fortalecernos, para hacernos invulnerables, de forma que nada temamos.
Impresiona que para tener dentro la fortaleza que comunica el Fuerte, debamos potenciar nuestra propia debilidad, hacernos débiles, hacernos como niños.
Y es que, creyéndonos fuertes por nosotros mismos, somos débiles. Mas confiando en la fortaleza de aquel que es Fuerte, reconociendo nuestra poquedad, nuestra fragilidad, nuestro ser, a duras penas, nosotros mismos; confiando en la Fuerza de Aquel que se nos da como Pan de Fortaleza, somos fuertes, invulnerables, somos más nosotros que nunca. Porque sabemos quienes somos (hijos de Dios) y por quien somos, y por quien tenemos, somos fuertes en Él.
El miedo está relacionado íntimamente con la falta de fe (Mc 4, 37-41) Por qué tenéis miedo? ¿Todavía no tenéis fe? Nos increpa el Señor. Y con la falta de identidad, que no es sino sentimiento de orfandad.

Descarga en el Señor tus temores, Él te sostendrá con su Pan, no permitirá que el justo vacile (Sal 55, 23) Pero hemos de ser justos, sobrenaturalmente justos. Justos a la manera del Fuerte, que se ofrece, se sacrifica, se da, se hace Cordero. Su justicia es hacerse Cordero, no tigre, ni león, ni fiera. Cordero que renuncia a su fuerza y no se resiste al Padre.

Renunciemos a nuestra fuerza. Guardemos nuestras fuerzas para Dios Todopoderoso, Uno y Trino.
Comencemos por las cosas más pequeñas, por lo poco, que es piedra de toque de la primera fortaleza. Por los detalles, que rompen la rutina. Con nuestra paciencia salvaremos nuestra alma (Lc 21, 19).

No guardemos nuestras fuerzas para nosotros mismos. No queramos asegurarnos. Si me des-aseguro de mí mismo, miro hacia lo alto,y dejo de mirarme; si miro al Sagrario y veo a Aquel cuya Fuerza es mi seguro, podré hallarme, descubrirme. Acceder a la verdadera fortaleza.
Guardemos nuestras fuerzas para recibir su Fuerza. El que ama su vida la pierde (Jn 12, 25). Amemos la Vida de Cristo, para guardar la nuestra.

martes, 11 de mayo de 2010

Cristo, Palabra


Vivimos en un mundo de formas, figuras imprecisas, reflejos de espejos, imágenes sin voz. Las líneas y los volúmenes del mundo nos rodean, nos desbordan. He aquí que, en medio de este mundo de imágenes arrolladoras ( en la red, en la vida real, en el tráfago de los quehaceres y en el trajinar de todos los días); he aquí que Cristo, el Verbo, la Palabra, es imagen perfecta de Dios, icono de lo absoluto, imagen que nos habla, que es Verbo. Cristo es el rostro de la Palabra.

Cristo debe acompañarnos a lo largo del día. Una forma de su presencia es la meditación constante de la Palabra de Dios, de la Sagrada Escritura, de acuerdo al espíritu con que fue escrita, el Espíritu que es amor del Padre y del Hijo, el mismo Espíritu que guía a la Iglesia, icono del Cristo Total.

Memoricemos pasajes, versículos de la Escritura. De los salmos, del Evangelio, de las cartas apostólicas... de todo cuanto podamos aprender. Tenerlo en la mente nos sirva de resorte para que Cristo, la palabra, surja cuando sea necesario, en medio de este torrente de imágenes sin palabras en que vivimos. Y que broten espontáneamente de nuestra memoria a nuestra mente, a nuestros labios, a nuestra voz, y alimenten nuestro día.

Y no dejemos de acudir diariamente a la Fuente, al Río de la Vida, a la Sagrada Liturgia. Allí la Sagrada Escritura, la Santa Biblia, se hace imagen del Pan. Cristo vivo, el Verbo eterno e increado, da vida a la Palabra. Las Escrituras cobran voz humana en la celebración. la palabra increada y eterna se hace audible, penetra en nuestros oídos, en nuestra alma, en todos los resquicios de nuestro ser.

Y Cristo, voz del Padre, se acerca a nuestro cuerpo mismo, a nuestra boca, a nuestra garganta, para hablar por nosotros...

miércoles, 5 de mayo de 2010

Cristo, Hogar

Meterse en el costado de Cristo.
Que nuestros hijos, en casa, nos contemplen muy dentro de Cristo. Que su Palabra esté en nuestra boca:que en las mil y una ocasiones de la vida cotidiana, aquellos versículos, ideas, palabras de Nuestro Señor que hemos aprendido de memoria en la meditación diaria, afloren con naturalidad. Que nuestros hijos la escuchen. Que la Palabra de Cristo esté en nuestra boca.

Si el costado de Cristo es nuestro hogar, también será el hogar de nuestros hijos. Que nos oigan, incluso, cómo pensamos: qué haría el Señor en este caso, en este momento, que quiere Él que yo haga...

Si el costado de Cristo es nuestro refugio, nuestra ciudadela, nuestra roca, nuestro hogar, nada nos hará vacilar. Atravesaremos los muros, penetraremos entre las filas de nuestros enemigos: temores, confusiones, dudas, problemas, enfermedades. Nada nos hará vacilar.

Estar muy metidos en el costado de Cristo, y que nuestros hijos nos vean vivir, hablar, comer, trabajar, reñir, bromear, besar, leer... por Él, con Él y en Él.

Llevamos dentro el sueño de un hogar seguro en que estar a salvo.Ese hogar es el Señor.

lunes, 3 de mayo de 2010

Mártires de la Sagrada Escritura

Los jóvenes esposos Timoteo y Maura sufrieron por Cristo las terribles persecuciones de Diocesano, en el Alto Egipto.

Timoteo era lector en la iglesia de Perapeis. Con su esposa, se entregaba con apasionado ardor al estudio y meditación de las Sagradas Escrituras. El gobernador le ordenó que entregase los libros sagrados para quemarlos públicamente. Timoteo se opuso firmemente a esto.
Con ánimo de hacerle flaquear en su resolución, fue sometido a severas torturas. llamaron a su esposa para que esta lo convenciese, pero ella afirmó a Cristo manifestando su deseo de morir con su esposo. Y así fue, tras nueve días de tormento.

Cristo, Fuente

Mis pecados no deben servirme de excusa para no abrir mi cuerpo y alma al Agua de tu Fuente, Señor.
Mis muchos errores, sombras, distorsiones y disonancias, no me deben apartar de tu Corazón. Porque si busco el manantial que mana de tu Corazón, Señor de la Vida, encontraré el Agua fulgurante y sobrenatural que necesito, el Agua que me sanará.

Incorpórame a ti, úneme a ti, de forma que pueda decir que eres Tú quien vive en mí.

Idéntificame contigo, Señor, introduce tu Agua en mí, que salta hasta la eternidad.

Quiero padecer en mi carne lo que falta a tu padecer, como el Paráclito me dice a través del Apóstol. Mi sufrimiento entreabre la roca de mi corazón. Que surja de allí, Señor, lo que mana de Ti.

Paratum cor meum! Mi corazón está pronto. Mis pecados no deben servirme de excusa. ¡Quiero! A todas horas pienso en ti, una sed arrolladora de tu Palabra me domina. Quédate con mi sed de Ti, Señor, y no tengas en cuanta mi imperfección.

Me ofrezco a Ti, tómame, Señor, y ayúdame a dejar fuera de este ofrenda todo lo oscuro y sombrío que encuentra camino en mí. Yo no lo quiero. Y todo cuanto haga, Señor, que me aleje de tu santo Nombre, aprovéchalo Tú para extraer un agua más pura, como sólo Tú sabes hacerlo.