martes, 29 de noviembre de 2011

Que Jesucristo es el centro del universo y de la historia y sólo así se entiende al hombre

Christus est centrum
universi et historiae.

"Jesucristo es el centro del universo y de la historia"

(Juan Pablo II, Redemtor hominis, 1)


No nos damos cuenta del alcance de estas palabras
.

Que Cristo sea el CENTRO del universo y de la historia implica tantas cosas, que no podemos pensar en ellas sin sentir estupor. ¿Qué es el ser humano para que el Señor del universo y de la historia haya aceptado la muerte y el anonadamiento total por él?

De este estupor nos habla el beato Juan Pablo II relacionándolo con la esencia del verdadero humanismo:

"En realidad, ese profundo estupor respecto al valor y a la dignidad del hombre se llama Evangelio, es decir, Buena Nueva. Se llama también cristianismo. Este estupor justifica la misión de la Iglesia en el mundo, incluso, y quizá aún más, "en el mundo contemporáneo". Este estupor y al mismo tiempo persuasión y certeza que en su raíz profunda es la certeza de la fe, pero que de modo escondido y misterioso vivifica todo aspecto del humanismo auténtico, está estrechamente vinculado con Cristo."

La Cruz de Cristo es como un inmenso remolino que atrae hacia sí todos los males del mundo, para transformarlos y convertirlos en bienes salvíficos.

Y a la vez es un centro fontal, un surtidor inmenso de gracias, un manantial de bienes que irradia como un foco eterno e irradiante.

Ese centro fontal que es la cruz de Cristo, fuente irradiante de bienes sin número, realiza su acción desde el altar. Es la Liturgia Divina la acción irradiante de gracias que realiza el Señor en la cruz.

La Liturgia es acto salvador de Cristo, que absorbe todos los males del mundo y los despide en forma de bienes.

Por esto, que Cristo es el centro del universo y de la historia, como afirma el magisterio de Juan Pablo II recogiendo toda la tradición de la Iglesia y el sentido de toda la Escritura;

que Cristo es el centro, pues, de todo,

significa que

todo pasa por Él y todo va hacia Él.

que todo bien mana de Él, y todo mal golpea en Él.

Sí, es así, todo bien sale de Cristo.

Y todo el mal le golpea a Él

como en una flagelación contínua, una y otra vez repetida en cada pecado.

Cuando el Señor dice en Juan 15, 5 que sin Él no podemos hacer nada, se está refieriendo a que es con su gracia con la que podemos hacer todo bien, es decir, que todo bien brota de su acción sobrenatural.

Cristo es centro causal de toda acción buena y saludable.

Y, date cuenta, Cristo es afligido por todo mal causado por el hombre.

Leyendo los Diarios de León Bloy, encontré una de esas perlas de cuyo esplendor ya es difícil olvidarse. Esa perla es un pensamiento que nos hace darnos cuenta de cómo el Señor recoge en su cruz todo el mal del mundo.

Cristo está con el que sufre, tanto, tanto, que padece primero el mal, y al padecerlo primero, le ofrece al que sufre la posibilidad, por gracia, de asumir ese dolor como venido de Cristo, es decir, trasfigurado por su Presencia, es decir, por la gracia,

y por ello, aceptarlo como dolor salvífico.

Qué impresionante como lo dice León Bloy:

"Jesús está en el centro de todo, Él lo asume todo, Él soporta todo, Él lo sufre todo. Es imposible pegar a alguien sin pegarle a Él, humillar a alguien sin humillarlo a él, maldecir o matar a alguien sin maldecirlo o matarlo a Él mismo. El más bajo de los criminales tiene que pedir prestado el Rostro de Cristo para recibir una bofetada, de cualquier mano que sea; de otra manera, la bofetada no podría llegar a destino y quedaría en suspenso, en el espacio, por los siglos de los siglos, hasta que encontrase el Rostro que perdona."

Jesucristo es el centro del universo y de la historia y sólo así se entiende al hombre


Nuestro Señor carga con todos los males del mundo, y de Él irradian todos los bienes.


Laus Deo Virginique Matri

De León Bloy

"Jesús está en el centro de todo, Él lo asume todo, Él soporta todo, Él lo sufre todo. Es imposible pegar a alguien sin pegarle a Él, humillar a alguien sin humillarlo a él, maldecir o matar a alguien sin maldecirlo o matarlo a Él mismo. El más bajo de los criminales tiene que pedir prestado el Rostro de Cristo para recibir una bofetada, de cualquier mano que sea; de otra manera, la bofetada no podría llegar a destino y quedaría en suspenso, en el espacio, por los siglos de los siglos, hasta que encontrase el Rostro que perdona."

"Sólo hay una tristeza, y es la de no ser santos."

De Mi Diario, de León Bloy

lunes, 28 de noviembre de 2011

Que la belleza de Cristo es fuego devorador

Estudios botánicos. La belleza de los árboles y las flores nada me parece, Señor, comparada con tu Gracia.
Podría prescindir de todo excepto de tu Nombre.
La música hermosa, las formas bellas que van surgiendo a un paso y a otro del jardín botánico... los misterios del arte... ya son nada para mí, comparado contigo y con tu Amor.

Porque lo bello pasa, pero tu Palabra prevalece, porque es la norma de lo bello y causa suya

domingo, 27 de noviembre de 2011

Que toda sabiduría nos viene del Señor, como gracias que nos envía y que no hemos de perder...

Entre raíles y vías de tren, penetro cada día en el sentido de las Escrituras. La exégesis es mi vida, lo que me alimenta. Mi vida es un estudio entrecortado por el sucederse de los días, las estaciones, los quehaceres y el amor del Señor, que siempre deja abierto su poder hacia el acontecer de cada momento, como hacia un horizonte dilatado por la Gracia.

Sentado con las Santas Letras sobre el maletín, y el maletín sobre mis piernas, en el mismo banco de siempre, de hierro rojo, en el andén oscuro muy temprano.

En los oídos la 5ª de Bruckner, con sus acordes potentísimos, como paredes sonoras del Mar Rojo entreabriéndose, dejando pasar la melodía más piadosa hacia la liberación, hacia un desierto de violines.

Ya caminando hacia el colegio voy rezando con los dedos. Contrición. Si es verdadera, es como un fuego que deja heridas luminosas y fecundísimas, como la llaga que causa el golpe de un trozo de cuero empapado en la sangre de Nuestro Señor. Un cinturón que ciñe nuestros lomos y nos mantiene erguidos, y que evita que se quiebren nuestras fuerzas al cargar la cruz.

Después, reflexionado sobre un debate que mantuve hace poco acerca de la confesionalidad de nuestros actos de apostolado. Una vez más, defendí ardientemente hacerlo todo en Nombre del Señor, y nada sin Nombrarlo, y combatir las causas de la ley natural con medios sobrenaturales (por ejemplo las causas pro-vida) , en contra de esa forma eticista neutra que no confiesa el Logos (pero sí declara "valores").

Porque lo cierto, lo real, lo que sucede es que si no se confiesa el Logos, se acaba perdiendo el logos.

No es ésta sólo una razón a favor de la llamada confesionalidad, sino una llamada de atención del Señor, que retira el poder de su brazo de aquellas empresas y trabajos apostólicos que no se realizan en su Santo Nombre y deja desamparada la razón a merced de sus enemigos, mundo, demonio, carne....

Sin el auxilio de la divina Inteligencia, la recta razón se deteriora y acaba por desdibujarse entre la niebla del pecado.

"Toda sabiduría viene del Señor (Eclo 1, 1)

"La fuente de la sabiduría es la Palabra de Dios" (1, 5) y

"Uno sólo es sabio" (1, 8)

Si no confesamos la sabiduría de Aquel que es Sabio, y que es origen y causa de sabiduría, cómo pretenderemos acertar en nuestros pensamientos, penetrar la esencia de las cosas, dirigir con prudencia nuestra vida y nuestros actos de servicio al prójimo?

El tren llega a su destino. He de volver a bajarme, hacia nuevos quehaceres.

Señor, que no llegue nunca tarde a tu parada, que nunca pierda los trenes que me envías...

Que no ha de reducirse el cristianismo a una cuestión de valores

"La moral ha suplantado a la Revelación y ya nadie entiende nada de las Escrituras". (Mi Diario, junio 1913)

El certero diagnóstico de León Bloy acerca de los males del catolicismo burgués de su época, con su falso humanismo autónomo y pelagiano, sigue plenamente vigente en muchas iglesias locales y ambientes eclesiales diversos.


Que aburrido es escuchar un año y otro las mismas valoraciones y filosofías de ese humanismo antropotrópico que descristianiza el humanismo cristianismo.

Qué deprimente que las líneas de acción de ciertas pastorales consistan en líneas de acción no sobrenaturales, sino pobremente humanas, demasiado humanas:
reclamar medidas al gobierno, educar en valores, manifestarse públicamente...

Nada de oración, nada de ayuno, nada de sacramentos, nada de eliminar la anticoncepción de los matrimonios, ni de rechazar la fecundación in vitro, ni progresar en Gracia sacramental... nada de Cristo... no, es el gobierno de turno quien tiene en sus manos el éxito o no de la familia, y por eso hay que pedirle medidas, reclamarle, manifestarse....

No culpo del todo a las personas, que tienen buena intención, aunque una falta grande de sobrenaturalidad bíblica y tradicional y grave carencia de formación en el Magisterio de la Iglesia; culpo en especial a los que han formado a estas personas durante tantos años: teólogos, sacerdotes endiosados, catequistas presuntuosos que nada sabían de la Tradición de la Iglesia y creían saberlo todo...

El humanismo pelagiano, autónomo, moralista, superficialmente horizontalista, descrisitianizado, apoyado en la obra de teólogos inmanentistas, ha sido la línea habitual más poderosa en nuestra diócesis y en otras muchas, y mucha buena gente, responsable de pastorales, se ha perjudicado con ello.

Es un auténtico virus teológico.

León Bloy con su habitual perspicacia lo diagnosticó perfectamente:

"La moral ha suplantado a la Revelación y ya nadie entiende nada de las Escrituras".

Y como ya nadie entiende nada de lo que la Iglesia siempre entendió de las Escrituras, debido a la moralización, hay que re-fundar la exégesis, hay que explicar la Escritura de otra manera, de forma nueva, y suprimir de ella lo que no cuadra con el esquema de valores. Se fundan aulas y talleres bíblicos, se fomenta la lectura en clave moralista de la Biblia, la Escritura se convierte en un texto del que extraer valores solidarios a la manera de los documentos de trabajo y las programaciones de las ongs....

Todo resulta profundamente aburrido.

Por esto hay que volver a las Fuentes.... de donde mana el Agua Viva.


Hay que volver a la pastoral de los santos.

Benedicto XVI dedica unas palabras a Charles Péguy que reflejan lo que ha de ser el centro de las líneas de acción de toda pastoral:

"Péguy ha sabido expresar con gran fuerza la plegaria que Juana de Arco elevó a Dios con pasión, implorándole que eliminara la miseria y el sufrimiento que veía a su alrededor, y expresando la inquietud del hombre y su búsqueda de la felicidad. (19 de agosto de 2006)

Curiosa pastoral la de Juana de Arco:

Oración impetratoria.

Confianza sin límites en el poder de Dios y no en planes humanos.

Esperanza en la acción divina, que responde a todas las inquietudes del ser humano y le da vida sobreabundante.

Cristo, solución de nuestros problemas. Cristo, centro de toda pastoral...

La alegría de la santidad, el goce de los dones del Señor, que nos hace criaturas nuevas, la potencia fresca y siempre viva del Amor de Dios derramado sobre nuestros corazones, empujándonos al servicio de la Palabra y al bien del prójimo.... la potencia sobrenatural de la Oración de Súplica, que atrae el poder de Dios sobre familias, individuos y sociedades...

Los cristianos debemos volver a ser una separata de la sociedad. Porque no somos del mundo, somos de Cristo.

Y si queremos ser sal y luz del mundo, debemos distinguirnos del mundo:
ser orantes...porque el mundo no ora.

Ser mortificados... porque el mundo vive de placeres y deleites, y no se mortifica.
Amar a Cristo por encima de todo... porque el mundo odia a Cristo.
Así, y sólo así, podremos salvar al mundo.

Los bautizados somos por la Gracia Pueblo Santo. No somos como la sociedad del mundo, somos la Sociedad del Espíritu.

Habitamos en la Ciudad celestial, y en esta tierra somos tan solo peregrinos y forasteros ( 1 Pe 2, 11 y 1, 17). Pero no queremos olvidarnos del mundo, en especial del mundo que sufre; sino salvarlo con la verdad y la gracia que nos trae Jesucristo (Juan 1, 17) Y a esto hemos de dedicarnos

viernes, 25 de noviembre de 2011

Teología de la belleza II. La confusión de los órdenes natural y sobrenatural

La confusión entre el orden de lo natural y el orden de lo sobrenatural es hoy día uno de los errores de base más comunes en el pensamiento católico, y está en el fondo de gran número de ideas y opiniones equivocadas .

De esta confusión procede, por ejemplo, la inclusión del concepto de transcendencia dentro del orden de lo sobrenatural.

Existe un conocer y amar a Dios que son transcendentes, pero no sobrenaturales. En confundirlos consiste el error de Bayo condenado por el Magisterio eclesiástico, D-1034.
La idea errónea de Bayo consiste en afirmar que "La distinción del doble amor, a saber, natural, por el que se ama a Dios como autor de la naturaleza; y gratuito, por el que se ama a Dios como santificador, es vana y fantástica y excogitada para burlar las Sagradas Letras y muchísimos testimonios de los antiguos.

Es incorrecto afirmar que sólo podemos tener acceso a la dimensión transcendente de la existencia (es decir, a Dios) a través de lo sobrenatural . Porque podemos conocer y amar a Dios con nuestras potencias naturales (movidos por la gracia actual o el concurso divino, pero con nuestras potencias naturales, sin concurso de virtudes teologales)

Es incorrecto afirmar que todo conocimiento y gusto amoroso de Dios, sea de índole estética o de índole intelectual, es místico y sobrenatural.

Existe un arte religioso que ES místico PORQUE procede de la vivencia de la Gracia gratuita e inmerecida. Y un arte religioso NATURAL, impropiamente llamado místico, que es mal-llamado místico sólo por metonimia, pero no por esencia.

Porque el alma humana, a través de la contemplación de la belleza, puede trascender NATURALMENTE lo terreno.

Es más, según los principios de la ley natural inscritas en la conciencia, no sólo puede, sino que DEBE llegar a esa transcendencia.

El ser humano es capaz de conocer y amar a Dios por el solo uso de su razón natural y sus potencias naturales. Esto es doctrina católica definida.

El ser humano, pues, es naturalmente capaz de transcendencia.

Peeeeero...

...NO es naturalmente capaz de sobrenaturalidad, es decir, de Gracia.

El Compendio del Catecismo lo enseña de forma clara a modo de preguntas y respuestas. Veámoslo:

"3. ¿Cómo se puede conocer a Dios con la sola luz de la razón?
A partir de la Creación, esto es, del mundo y de la persona humana, el hombre, con la sola razón, puede con certeza conocer a Dios como origen y fin del universo y como sumo bien, verdad y belleza infinita.

4. ¿Basta la sola luz de la razón para conocer el misterio de Dios?
Para conocer a Dios con la sola luz de la razón, el hombre encuentra muchas dificultades. Además no puede entrar por sí mismo en la intimidad del misterio divino. Por ello, Dios ha querido iluminarlo con su Revelación, no sólo acerca de las verdades que superan la comprensión humana, sino también sobre verdades religiosas y morales, que, aun siendo de por sí accesibles a la razón, de esta manera pueden ser conocidas por todos sin dificultad, con firme certeza y sin mezcla de error.

La conciencia misma es la prueba de la naturalidad de la capacidad transcendente del ser humano.
Por tanto, la capacidad de transcendencia forma parte de la potencia contemplativa natural del hombre. Y no hay que confudirla con la capacidad sobrenatural que nos es infundida por el Santo Bautismo.


CONTINUARÁ (si Dios quiere)

Teología de la estética

Meditación sobre teología de la estética.
Hemos de darle gran importancia a la transformación radical que representa, para el concepto de belleza, el hecho sobrenatural, la epifanía sublime de la materia, que supone la Transfiguración de Nuestro Señor en el Tabor. Una auténtica re-creación y transfiguración de las formas.

Estoy convencido de que cuanto más entendamos el misterio de la Transfiguración, mejor entenderemos las diferencias abismales que existen entre el arte sacro cristiano auténtico y el arte profano.

Creo que no se le da a este tema la relevancia que merece. Sólo Dietrich von Hildebrandt, Ernst Jünger, y por supuesto León Bloy, han comprendido cómo el Logos Encarnado hace nueva la belleza, y trae consigo un nuevo arte transfigurador de la realidad.

Todo radica en la confusión entre transcendencia y sobrenaturalidad, confusión que encontramos patente en obras teológicas contemporáneas, incluso en los escritos de teólogos profundos y obedientes

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Del Dios de toda fuerza y todo poder

Gaudium et spes 37 nos enseña una verdad que muchos católicos conciliadores con el espíritu del mundo parecen haber olvidado. Recordemos la enseñanza:

"A través de toda la historia humana existe una dura batalla contra el poder de las tinieblas, que, iniciada en los orígenes del mundo, durará, como dice el Señor, hasta el día final.

"Enzarzado en esta pelea, el hombre ha de luchar continuamente para acatar el bien, y sólo a costa de grandes esfuerzos, con la ayuda de la gracia de Dios, es capaz de establecer la unidad en sí mismo.

"Por ello, la Iglesia de Cristo, confiando en el designio del Creador, a la vez que reconoce que el progreso puede servir a la verdadera felicidad humana, no puede dejar de hacer oír la voz del Apóstol cuando dice: No queráis vivir conforme a este mundo (Rom 12,2); es decir, conforme a aquel espíritu de vanidad y de malicia que transforma en instrumento de pecado la actividad humana, ordenada al servicio de Dios y de los hombres."

La Sagrada Escritura encierra profundas y ricas enseñanzas sobre cómo hemos de librar esta batalla. Hemos visto varias en entradas anteriores. Vamos a reflexionar ahora sobre algunas enseñanzas relativas a este tema que encontramos en el Libro de Judit.

Judit 1, 16: Nabucodonosor posee "una inmensa multitud de soldados".
Con este ejército, capitaneado por el temible Holofernes, planea "cómo llevar a cabo su idea de venganza contra toda la tierra" (Judit 2, 1)

Es una ingente fuerza de potencia nihilista, secularizadora, des-sacralizadora.

Nabucodonosor y Holofernes, su servidor, representan al Anti-Dios, el Anti-cristo, el Maligno y sus servidores, las fuerzas del mal.

Envía a Holofernes a destruir "toda la tierra de Occidente" (Judit 2, 19) Con su temible servidor va una "confusa muchedumbre, incontable como plaga de langosta o la arena de la tierra".

Contra este enemigo tremendo, Israel cuenta con una mujer viuda, sabia, bella y piadosa.

En 8, 17, dice al pueblo atemorizado:


Es una prueba. Una prueba de confianza. Y para mostrarlo acude a la Escritura, y compara la situación en que se encuentran con otras pruebas de fidelidad:



La victoria sobre este enemigo portentoso no reside en la equiparación (imposible para ellos) de fuerzas, sino en la confianza. Una cuestión de confianza en el poder de Dios.

Judit exorta a la fidelidad. Ellos no adoran sino al Dios verdadero, no han caído en la idolatría de sus antepasados, que fueron masacrados por diversos enemigos. Ellos son fieles y adoran al único Dios, y en esta fidelidad se fundamenta la esperanza en el auxilio del poder de Dios contra Nabucodonosor y Holofernes, que odian al Señor y a su Pueblo, porque Israel no quiere vivir conforme a sus dictados, conforme a su imperio idólatra.


Con esta esperanza, Judit invoca el poder de Dios:

"9, 4: ¡Dios, Dios mío, escucha ahora la plegaria de este viuda!"

9, 5:14 contiene lo más impresionante de su oración. Todo un tratado de apostolado cristiano y confianza en la potencia de Dios.






concédeme, aunque no soy más que una viuda,

la fuerza para cumplir mi cometido.Por medio de mis palabras seductoras


¡Abate su soberbia por la mano de una mujer!


sino que Tú eres el Dios de los humildes, el defensor de los desvalidos, el apoyo de los débiles, el refugio de los abandonados y el salvador de los desesperados.




Nosotros, armados con esta confianza, movidos por la Gracia, ponemos todo nuestro empeño en adorar al único Dios verdadero y pedir su ayuda y su divino auxilio, para vencer con su poder las fuerzas que nos asedian.

En nuestra batalla contra las fuerzas del mal, con las buenas armas de Cristo, no olvidemos que el maligno se vale del pecado para construir su Anti-iglesia, con la que quiere devastar toda la tierra, como Nabucodonosor. Y que nosotros, Pueblo Santo por la Gracia, podemos hacerle frente, en nuestra debilidad, si imploramos fielmente su divino auxilio confiados en que el poder de su brazo no mengua para los que le son fieles.

Laus Deo Virginique Matri

martes, 22 de noviembre de 2011

Destellos del día de hoy.

Por la mañana, en el tren, estudiado profundamente el Libro de Judit. El Señor salva a su Pueblo a través de una mujer viuda. Frente a un ejército inmenso, el poder de Dios salva a sus fieles a través de la debilidad. Es un tema recurrente en la Sagrada Escritura.

Mientras, escuchaba esa maravilla estremecedora que es el Adagio de la 5ª Sinfonía de Anton Bruckner.

Cuando llegué a mi destino comencé a orar. Caminaba rápido con el Rosario en la mano, pidiendo gracias al Dios de la Israel celestial, al Dios de la Iglesia, al Dios de la Ciudad Celeste, a la que pertenecemos por gracia.

Luego, ideas musicales. Anoté algunas. Pensamientos varios acerca de la Transfiguración.

Toda belleza auténtica es destello del Monte Tabor.

lunes, 21 de noviembre de 2011

De esa alegría insondable que no es sino don de Dios

"¿Cómo no ver que la alegría es siempre imperfecta, frágil, quebradiza?"

Así comienza a reflexionar Pablo VI, varón de dolores, sobre la alegría, en Gaudete Domino, 7.

Aquel Santo Padre que tanto sufrió comienza con esta preciosa pregunta, con sus tres calificativos.

Como diría mi buen amigo d. Javier Sánchez Martínez (admirador, como yo, de este grandísimo Papa):

"Esos tres o cuatro adjetivos seguidos son maravillosos en cada expresión"

Y así es.

De forma precisa, Pablo VI explica el motivo de su Magisterio:

"8 esta dificultad de alcanzar la alegría Nos parece especialmente aguda en nuestros días. Y ésta es la razón de nuestro mensaje"

Muchas veces le pregunto al Señor por qué son las personas que más sufren las que más hablan y enseñan y predican la alegría cristiana. La respuesta es obvia: la alegría es un don de Dios para los que sufren por su Iglesia.

Es una bienaventuranza.

Una merced del Señor para los que le aman por encima de todo cuanto pueda haber en la tierra. La alegría es un regalo del Cuerpo Crucificado de Cristo, que fue masacrado para que nosotros pudiéramos ser felices como miembros suyos por la Gracia.

La Iglesia, sacramento de la alegría de Jesús. Todo un Misterio sublime.

La fuente de la alegría, pues, no está en nosotros.

Fíjate con qué palabras preciosas lo explica Pablo VI:

"la alegría tienen otro origen.

"Es espiritual. El dinero, el confort, la higiene, la seguridad material no faltan con frecuencia; sin embargo, el tedio, la aflicción, la tristeza forman parte, por desgracia, de la vida de muchos."

La alegría tiene otro origen, afirma nuestro Papa sufriente. Ese origen está en Dios el Señor, y su Gracia, que es la Vida de Cristo por la Palabra, Varón de Dolores. Hay cosas que no faltan con frecuencia, y sin embargo, la tristeza forma parte de la vida de muchos.

En el mismo punto 8 de Gaudete in Domino sigue reflexionando el Papa con palabras que suenan rabiosamente actuales:

"Esto llega a veces hasta la angustia y la desesperación que ni la aparente despreocupación ni el frenesí del gozo presente o los paraísos artificiales logran evitar"

A renglón seguido seguido realiza un certero diagnóstico.

Vale la pena leerlo entero, porque refleja la situación por la que pasan muchas personas que conocemos, que por su lejanía de Dios no viven sino en la tristeza:

"(13)El problema nos parece de orden espiritual sobre todo. "Es el hombre, en su alma, el que se encuentra sin recursos para asumir los sufrimientos y las miserias de nuestro tiempo. Estas le abruman; tanto más cuanto que a veces no acierta a comprender el sentido de la vida; que no está seguro de sí mismo, de su vocación y destino trascendentes. El ha desacralizado el universo y, ahora, la humanidad; ha cortado a veces el lazo vital que lo unía a Dios.

"El valor de las cosas, la esperanza, no están suficientemente asegurados. Dios le parece abstracto, inútil: sin que lo sepa expresar, le pesa el silencio de Dios. Sí, el frío y las tinieblas están en primer lugar en el corazón del hombre que siente la tristeza.

14. Se puede hablar aquí de la tristeza de los no creyentes, cuando el espíritu humano, creado a imagen y semejanza de Dios, y por tanto orientado instintivamente hacia él como hacia su Bien supremo y único, queda sin conocerlo claramente, sin amarlo, y por tanto sin experimentar la alegría que aporta el conocimiento, aunque sea imperfecto, de Dios y sin la certeza de tener con El un vínculo que ni la misma muerte puede romper.¿Quién no recuerda las palabras de san Agustín:

«Nos hiciste, Señor, para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que repose en Ti?»? 15. El hombrepuede verdaderamente entrar en la alegría acercándose a Dios y apartándose del pecado. Sin duda alguna «la carne y la sangre» son incapaces de conseguirlo (cf Mt 16, 17).

Pero la Revelación puede abrir esta perspectiva y la gracia puede operar esta conversión. Nuestra intención es precisamente invitaros a las fuentes de la alegría cristiana. ¿Cómo podríamos hacerlo sin ponernos nosotros mismos frente al designio de Dios y a la escucha de la Buena Nueva de su Amor?.

Debo reconocer que esta maravillosa Exhortación Apostólica me emociona tanto, que a veces no puedo seguir leyendo, he de pararme a saborear ciertos pasajes, a deleitarme en ellos, a aprender de ellos y estudiarlos. Es uno de mis textos preferidos de Pablo VI.

Quisiera recomendar desde aquí, a todos los que están tristes o apagados, atribulados o afligidos, que lean este preciosísimo documento del Magisterio de la Iglesia y sigan el consejo de la Santa Escritura que lo impregna:

"Quien esté triste que ore" (Santiago 5, 13)

La alegría, compréndelo, no procede ni de la carne ni la sangre. Con impresionantes palabras nos lo explica Gaudete in Domino: "la carne y la sangre son incapaces de conseguirlo".

Del Padre procede, por Cristo, en el Espíritu.

Y yo quisiera mostrarte cuánta alegría nos infunde Dios Nuestro Señor por la oración y los sacramentos. Por la Palabra de Dios, que está viva. Es la alegría de Jesús, el Hombre celestial (1 Cor 15, 47)

Esta alegría de Jesús, que la Iglesia te infunde por la Gracia de sus sacramentos en la Comunión de los Santos, es el origen de tu alegría.

Dejo a Pablo VI que cierre esta reflexión con su precioso lenguaje :

"24. Aquí nos interesa destacar el secreto de la insondable alegría que Jesús lleva dentro de sí y que le es propia"

Laus Deo Virginique Matri

domingo, 20 de noviembre de 2011

De cómo la Palabra de la Iglesia es sacramento de la Palabra eterna del Logos

I
Tradición y Escritura están íntimamente compenetradas.

Como afirma la Dei Verbum, 9, "surgen de la misma Fuente, se funden en cierto modo y tienden al mismo fin". La Escritura es la Palabra de Dios, que recibe y tansmite la Tradición. En ambas está contenido el depositum fidei. El Magisterio esclarece de forma auténtica la Palabra de Dios.

Sacra Scriptura principalius est in corde Eclesiae quam materialibus instrumentis scripta: La Sagrada Escritura está más en el corazón de la Iglesia que en la materialidad de los libros escritos, afirman San Hilario de Poitiers y san jerónimo entre otros..

"En efecto, la Iglesia encierra en su Tradición la memoria viva de la palabra de Dios, y el Espíritu Santo le da la interpretación espiritual de la escritura" (Catecismo, 113)

La palabra que leemos en la Escritura y en los escritos de la Tradición componen como en acorde la Palabra de Dios sacramentada, memorializada, encarnada en la Iglesia, cuyo sentido es el Magisterio eclesiástico. Son Palabra de Dios que la Iglesia pronuncia, son Palabra de la Iglesia.

Nadie puede tener a Dios por Padre si no tiene a la Iglesia por Madre, afirma San Cipriano de Cartago. Nadie recibe la Palabra divina si no es por mediación de la Palabra de la Iglesia, cuerpo visible de la palabra de Dios..

El Misterio de la Iglesia es un misterio de mediaciones. La palabra de la Iglesia es mediadora entre la Palabra divina, pronunciada eternamente por el Logos, y la Palabra divina escrita y pronunciada y auténticamente interpretada y explicada por la Iglesia.

La palabra de la Iglesia es, pues, como el cuerpo de la Palabra del Logos viviente.

Cuanto leemos en la Escritura y la Sagrada Tradición, escuchado y celebrado en la Liturgia, es sacramento de la Palabra eterna del Verbo divino.

De estas consideraciones se concluye una profunda verdad de todo apostolado, de toda predicación:

cuando se corrompe o desvirtúa la Palabra de la Iglesia, queda afectada radicalmente nuestra percepción de la Palabra divina, porque queda afecta la relación sacramental que existe entre la Palabra de la Iglesia y la Palabra del Logos.

La palabra de la Iglesia no es sino la Palabra divina hecha visible, constituída sacramentalmente, con gesto y voz litúrgica, en mediadora entre el logos humano y el Logos eterno de Dios.

La afirmación de Sab 9, 15, leída espiritualmente, nos enseña que

"el cuerpo que se corrompe daña al alma"

El cuerpo de la Palabra divina no es sino su concreción visible, que es la Palabra de la Iglesia. Si se desvirtúa, si se corrompe, oscurece la palabra comunicada por el Logos, que queda en tinieblas.
Entre palabras humanas, creadas por la ideología teológica de moda, o las opiniones cambiantes de los tiempos, no puede haber relación sustancial, como lo hay entre alma y cuerpo

Nuestras palabras deben sintonizarse con la Palabra de la Iglesia, para así poder significar la gracia y la verdad que nos trae Jesucristo (Juan 1, 17), encarnación del Logos.

II

Pero para que la Iglesia pronuncie su Palabra, ha de recibir primero la Palabra del Logos. Nosotros, sus hijos por el Santo Bautismo, recibimos la Palabra divina por la Palabra que la significa, que es la Palabra de la Iglesia, que nos da el poder ser hijos de Dios. Hijos que escuchan a su Padre, y que pueden hablar como su habla su Hijo, del que se han hecho hermanos por Gracia.

La Palabra de Dios, por tanto, se anonada y abrevia en el Cuerpo de Cristo, que es la Palabra de la Iglesia. La palabra infinita, absoluta, eterna del Padre se encarna, y por el Espíritu se reduce sin merma de infinitud, lo absoluto se anonada en lo particular generando la palabra universal, católica de la Iglesia,

se anonada en Cristo, y por Cristo en su Cuerpo, y por su Cuerpo en nosotros.

Así, por la Gracia, la Palabra divina se abrevia en los hijos de Dios. La Palabra es Jesucristo, y al recibir sacramentalmente a Jesucristo recibimos la Palabra eterna que nos da el poder de hablar a imagen del Logos.

Como nos enseña Benedicto XVI, Verbum Domini, 12:

12. La tradición patrística y medieval, al contemplar esta «Cristología de la Palabra», ha utilizado una expresión sugestiva: el Verbo se ha abreviado: «Los Padres de la Iglesia, en su traducción griega del antiguo Testamento,

"usaron unas palabras del profeta Isaías que también cita Pablo para mostrar cómo los nuevos caminos de Dios fueron preanunciados ya en el Antiguo Testamento. Allí se leía: “Dios ha cumplido su palabra y la ha abreviado” (Is 10,23; Rm 9,28)...

"El Hijo mismo es la Palabra, el Logos; la Palabra eterna se ha hecho pequeña, tan pequeña como para estar en un pesebre. Se ha hecho niño para que la Palabra esté a nuestro alcance». Ahora, la Palabra no sólo se puede oír, no sólo tiene una voz, sino que tiene un rostro que podemos ver: Jesús.

Jesús es el Cuerpo de la Iglesia y su Espíritu es su alma, por voluntad del Padre. Ante las palabras que el Espíritu pronuncia en el Cuerpo de Cristo nosotros respondemos con el amor gozoso de la obediencia y la fidelidad, de forma que cuanto salga de nuestra boca sea pronunciado a imagen del Hombre celestial (1 Cor 15, 47), Jesucristo, que tuvo a bien enseñarnos a luchar contra el mal siendo embajadores de la Palabra eterna, porque

No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mt 4, 4)

Nosotros, los hijos de la Iglesia, somos nueva criatura sacramental por la Palabra de Dios, que trae la gracia y la verdad en Cristo Jesús.

Por Gracia nos hacemos sacramentos vivos de la Palabra que recibimos, y damos a otros por la fe y el apostolado. Pues de la Encarnación de la Palabra divina brota la palabra con que la Iglesia nos hace hermanos del Verbo en Jesús desde María y embajadores suyos por el don de la fe.

"De aquí comprendemos que, en el origen de la sacramentalidad de la Palabra de Dios, está precisamente el misterio de la encarnación: «Y la Palabra se hizo carne» (Jn1,14), la realidad del misterio revelado se nos ofrece en la «carne» del Hijo.

"La Palabra de Dios se hace perceptible a la fe mediante el «signo», como palabra y gesto humano. La fe, pues, reconoce el Verbo de Dios acogiendo los gestos y las palabras con las que Él mismo se nos presenta. El horizonte sacramental de la revelación indica, por tanto, la modalidad histórico salvífica con la cual el Verbo de Dios entra en el tiempo y en el espacio, convirtiéndose en interlocutor del hombre, que está llamado a acoger su don en la fe. " (Verbum Domini, 56)

Que nuestra vida sea una vida a imagen de Jesús, palabra del Padre en nosotros por la Iglesia.

Laus Deo Virginique Matri

sábado, 19 de noviembre de 2011

De palabras y metapalabras siempre fieles al poder de Dios

En ese maravilloso documento docente de Pablo VI que es la encíclica Mysterium fidei se nos enseña con incisivas palabras cómo ha de ser nuestra forma de hablar de Cristo y su doctrina. De cómo ha de ser nuestro apostolado.

Recordemos sus palabras:

"la norma de hablar que la Iglesia, con un prolongado trabajo de siglos, no sin ayuda del Espíritu Santo, ha establecido, confirmándola con la autoridad de los Concilios, norma que con frecuencia se ha convertido en contraseña y bandera de la fe ortodoxa, debe ser religiosamente observada, y nadie, a su propio arbitrio o so pretexto de nueva ciencia, presuma cambiarla"

Nos enseña en definitiva que nosotros, los bautizados, debemos hacer nuestro apostolado como lo hace la Iglesia de ayer, la Iglesia de hoy, la Iglesia de mañana y la de siempre.

Recuerdo esto con ocasión de un reciente debate que he mantenido con un amigo catequista que me aseguraba que el lenguaje de hablar de la fe a la gente de hoy en día debe cambiar sustancialmente

Pero, le objetaba yo, ¿algo puede en la Iglesia cambiar sustancialente sin desvirtuarse"? Evidentemente NO.

Es un problema de fondo. Pablo VI lo formulaba así, a modo de cuestionamiento de inculturación, en Eclesiam suam:33.
¿Hasta qué punto debe la Iglesia acomodarse a las circunstancias históricas y locales en que desarrolla su misión? ¿Cómo debe precaverse del peligro de un relativismo que llegue a afectar su fidelidad dogmática y moral? Pero ¿cómo hacerse al mismo tiempo capaz de acercarse a todos para salvarlos a todos,según el ejemplo del Apóstol: Me hago todo para todos, a fin de salvar a todos?".
La Iglesia no puede alterar nada de sí misma de manera sustancial. Es imposible en la palabra de la Iglesia, que es la Palabra de Cristo, un cambio radical.

En las iglesias locales, o en las órdenes o grupos donde esto suceda, la situación no podrá ser mantenida por mucho tiempo, porque el Espíritu de verdad crea una tensión existencial de tal calibre, que esas iglesias locales o grupos o movimientos se ven en la disyuntiva de ELEGIR entre la verdad apostólica o la apostasía y la infidelidad.

La determinación de Pablo VI a la hora de afirmar la imposibilidad de cambio en la Palabra de la Iglesia, resultó sin duda heroica habida cuenta del tiempo que le tocó vivir y de las tribulaciones por las que la iglesia pasó en aquellos tiempos de disidencia y secularización masiva, y de, he de decirlo, apostasías e infidelidades sin cuento.

Vale la pena citar otro pasaje de Mysterium fidei:

"«Porque esas fórmulas, como las demás usadas por la Iglesia para proponer los dogmas de la fe, expresan conceptos no ligados a una determinada forma de cultura ni a una determinada fase de progreso científico, ni a una u otra escuela teológica, sino que manifiestan lo que la mente humana percibe de la realidad en la universal y necesaria experiencia, y lo expresa con adecuadas y determinadas palabras tomadas del lenguaje popular o del lenguaje culto. Por eso resultan acomodadas a todos los hombres de todo tiempo y lugar»

Es decir, la forma de hablar bíblico-tradicional de la Iglesia no es ni antigua ni nueva, es atemporal, porque alcanza la esencia misma del intelecto humano y sintoniza con la forma de razonar esencial del ser humano de todo tiempo:"resultan acomodadas a todos los hombres de todo tiempo y lugar".

Sin embargo, se me objetará, nuestro Papa Benedicto XVI está hablando mucho de ajustar nuestro lenguaje a las necesidades de la mentalidad contemporánea para que la gente de hoy conecte con el Evangelio
Y yo respondo:
Es obvio, la Iglesia siempre lo ha hecho así. Es la inculturación. Pero la inculturación no supone una alteración del lenguaje bíblico-tradicional, sino una explicación PARTICULARIZADA del mismo, incluyendo en esa explicación la educación del oyente y el cambio de mentalidad, una metanoia, es decir, una conversión por el poder de Dios.

Lo que llamamos en filosofía un METALENGUAJE.

La inculturación del lenguaje de la fe, pues, no es sino un trabajo de metalenguaje educativo, que pretende facilitar el acceso al lenguaje superior y atemporal de la fe.

El metalenguaje no es sino un conjunto de palabras por las que hacemos comprensivo otro lenguaje de índole superior. En este sentido hemos de entender la inculturación, tal y como nos lo dice Juan Pablo II en Novo millenio ineunte, 40:
El cristianismo del tercer milenio debe responder cada vez mejor a esta exigencia de inculturación. Permaneciendo plenamente uno mismo, en total fidelidad al anuncio evangélico y a la tradición eclesial, llevará consigo también el rostro de tantas culturas y de tantos pueblos en que ha sido acogido y arraigado
Lo que Benedicto XVI quiere, en sintonía con Juan Pablo II y Pablo VI, entre los que hay una perfecta continuidad, no es que cambiemos el lenguaje bíblico tradicional por otro ajustado a la mentalidad contemporánea. No.

Lo que nos dice es que debemos hablar del lenguaje de la fe de forma que este lenguaje pueda ser íntegramente comprendido. Es algo parecido a lo que hacemos cuando estudiamos un idioma nuevo. Hemos de aprender los nuevos vocablos y su significado en nuestra lengua. Y a ello hemos de añadir el poder de Dios, actuante por la fuerza sacramental de la Iglesia.
Hablar del lenguaje de la Iglesia. Hablar de las palabras que muestran y dicen la Palabra. Explicar los signos, las parábolas, las grandes imágenes de la pedagogía de la Palabra divina. Explica el lenguaje de la fe para que éste pueda ser comprendido y pueda actuar en la persona con todo el poder del Logos viviente.

Pero no cambiar el lenguaje mismo. Podemos cambiar las metapalabras con que explicamos las palabras con que anunciamos la Palabra.

En esto no hay tradicionalismo ni conservadurismo. ¿Acaso es tradicionalista o conservadurista Pablo VI? Nada de eso.

Aquí lo que está en juego es la FIDELIDAD.

Pablo VI de nuevo nos lo enseña. Nuestras palabras han de ser fieles a la Palabra de Cristo.

Como dice en Eclesiam suam, 6, en cada acto de apostolado hemos de realizar un:


Hemos de estar vigilantes, de forma que nuestras palabras reflejen sin merma la Palabra de Cristo enseñada por la Iglesia, y extraída de la Escritura y la Tradición. Podemos, sin embargo, lícitamente, EXPLICAR con nuevas palabras (metapalabras) las palabras de la fe de forma que nuestro oyente lo entienda según su estado actual y su cultura. Nada de nuevo hay en ello.

Como dice Pablo VI en otro pasaje de Eclesiam sua:
El arte del apostolado es arriesgado. La solicitud por acercarse a los hermanos no debe traducirse en una atenuación o en una disminución de la verdad. nuestro diálogo no puede ser una debilidad frente al deber con nuestra fe. El apostolado no puede transigir con una especie de compromiso ambiguo respecto a los principios de pensamiento y de acción que han de señalar nuestra cristiana profesión. El irenismo y el sincretismo son en el fondo formas de escepticismo respecto a la fuerza y al contenido de la palabra de Dios que queremos predicar. Sólo el que es totalmente fiel a la doctrina de Cristo puede ser eficazmente apóstol. Y sólo el que vive con plenitud la vocación cristiana puede estar inmunizado contra el contagio de los errores con los que se pone en contacto.
Porque la fidelidad a la Palabra explícita de Dios por la Iglesia está íntimamente relacionada con la fidelidad a la Gracia divina.

A explicar esto dedicaremos la PRÓXIMA ENTRADA.

Laus deo Virginique Matri.

sábado, 12 de noviembre de 2011

De cómo el poder de Dios no depende de cantidades ni de números

Hemos visto en las últimas entradas de este blog que hemos de poner toda nuestra esperanza en la gracia , porque la victoria contra las fuerzas del mal que nos asedia (mundo, demonio, carne) pertenece a Dios, pues de Dios es el poder que nos alcanza la victoria. Hemos de pedir al Señor con insistencia la fuerza que necesitamos para vencer a cuanto nos asedia, rogándole nos infunda la humildad y la fidelidad que necesitamos para que nos elija como servidores suyos y nos confiera sus dones.


Uno de estos dones, el del apostolado, nos permite luchar contra el mal por medio de la predicación de la Palabra de Dios.

A partir de estas verdades de nuestra fe, quisiera hacer unas consideraciones acerca del apostolado cristiano, poniendo como ejemplo la lucha por la vida.

Sabemos los cristianos de este siglo que el aborto masivo es una de las plagas que acechan a nuestra sociedad, uno de los peores males que existen. Al aborto masivo se llega por la promiscuidad sexual, promovida por el uso de anticonceptivos. Hay muchos y muy buenos cristianos defendiendo la causa de la vida de múltiples formas.

Y es hora de preguntarse si alguna parte de esa buena y encomiable lucha es o no un verdadero apostolado basado en el poder de Dios, y no un mero voluntarismo fundamentado en fuerzas humanas. Es crucial preguntárselo. Porque en la lucha por la vida, como en cualquier otra causa contra las fuerzas del mal, lo crucial es siempre el poder victorioso de Dios, que hace fecunda toda causa.

Hace algunos meses participamos mi familia y yo en una iniciativa del Proyecto David. El Rosario por la Vida. En una plazoleta, frente a un gran hotel, junto a la playa, nos reunimos unas trescientas personas, hombres, mujeres y niños, a rezar por la vida Un verdadero apostolado por la vida.

De julio a noviembre de este año, tras el evento, he tenido la oportunidad de discutir con algunos cristianos comprometidos en la lucha pro-vida o en actividades humanitarias y parroquiales diversas acerca de este evento, con la sorpresa de haber constatado cómo se ha menospreciado la efectividad del Rosario por la vida alegando la escasa participación y el reducido número de asistentes.

Este argumento debe ser refutado. Es vital refutarlo. Es urgente darnos cuenta del poder de Dios y de la sequedad a que conduce la visión pelagiano-voluntarista que encierra dicho argumento cuantitativo. ¿El escaso número de participantes supone un fracaso?.

En primer lugar, quisiera decir que la afirmación por la que se dice que una acción apostólica contra el mal es más efectiva en función del número de personas que la realicen, no tiene fundamento bíblico-tradicional, y es falsa bajo el punto de vista sobrenatural.
En las entradas de este blog comentadas en el encabezamiento del post hemos visto cómo es el poder de Dios la fuerza que derriba las potencias inmensas del mal, aun con un minúsculo número de efectivos. Pues bien, en un sólo versículo de la oración de Judit se resume todo este argumento falso, refutando que una acción sea tanto más efectiva cuanto mayor sea el contingente humano que la realice.

Veamos el Libro de Judit. Voy a citarlo primero en el latín contundente de la neovulgata:

Judit 9, 11:
Non enim in multitudine virtus tua

Y ahora traducido:

"tu fuerza no está en el número".

Está muy claro. No es por lo multitudinario de las fuerzas y el contingente por lo que actúa el poder de Dios. No es por la cantidad de fuerzas humanas, de recursos humanos, de medios humanos. Puede ayudarse de Él, pero sólo si así lo desea. No es pues necesario, ni lo común en la Providencia divina.
Recordemos algunos pasajes.

Samuel 2, 9: el hombre no triunfa por su fuerza


Especialmente impactante es el pasaje de 1 Macabeos 3, 13:19. Vale la pena leerlo entero.








Claramente lo dice la Palabra de Dios:

La victoria no depende de la cantidad de tropas, sino de la fuerza que viene del Cielo.

O como dice la Neovulgata:

non enim in multitudine virtud tua.

Tu poder, Señor, no consiste en el número, o en la cantidad.

Porque la perspectiva bíblico-tradicional afirma que la victoria reside en el poder de Dios, que no está en el número, sino en la fuerza de su brazo todopoderoso ejercida por la Gracia sobrenatural.
La fuerza del número es clave en el liberalismo, el comunismo, el socialismo… las grandes masas aclamando al líder, los entusiasmos colectivos, la presión del poder popular… El número determina las leyes, la ética de mínimos o máximos, la presión de la opinión pública capaz de transmutar valores y morales. Pero Dios actúa de otra manera.
Invoquémosle, pidamos su ayuda, roguémosle con oraciones, ayunos y sacrificios su divino auxilio, y pidámosle el bien que necesitamos.

Porque el Señor es Todopoderoso y tiene poder.

David se enfrentó al gigante Goliat y le venció con el poder de Dios.

Sigamos su ejemplo.
No podemos pedir al Señor nos auxilie con su poder, si no confesamos su Nombre, si no invocamos su Nombre.

Como hizo David. Como hizo Gedeón, Judit, Judas Macabeo... Como hicieron los grandes héroes de la Escritura en su lucha victoriosa contra las fuerzas del mal con pequeños y reducidos contingenes de tropas del Pueblo de Dios. Como llevan haciendos los santos durante tantos siglos de vida cristiana en plenitud.

Creo que, en general, todo apostolado no confesional está destinado al fracaso. Una lucha así, un apostolado así, natural, aséptico, no confesional, está destinado a perecer. Porque no es bíblico ni tradicional, porque no confía totalmente en el poder de Dios, que dice: reducid vuestras fuerzas, porque cuando sois débiles es cuando sois fuertes, por mi poder en vosotros.

Debemos, pues, cambiar de mentalidad y confiar en Dios. Y a la manera de, primero, el Viacrucis por la Vida, y luego por el Rosario por la Vida, suplicar con todas nuestras fuerzas el auxilio de la fuerza sobrenatural de Dios, Señor de la Vida.

Alabado sea el Señor de los Ejércitos, porque Suya ha sido, es y será siempre la victoria.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Ofrecimiento

Cuanto tengo y cuanto soy, Señor, yo te lo ofrezco,
sabiendo de antemano que ya es tuyo,
y que en tu cruz de amor
lo tuyo en mío has transformado.

Sólo te tengo a Ti, y eso ya es tanto
que todo para siempre quiero darte
y darte todo es la pequeña parte
de cuanto Tú, desde la Cruz, me has dado:

Que cuanto tengo y quiero, Señor,
entre tus brazos lo he encontrado.

Y porque te amo a Ti, crucificado,
a Ti yo quiero libremente hoy
dar todo cuanto tengo y soy.

Auxíliame, Señor, y dame más:
que es tuyo cuanto tengo y doy,
y es tuyo cuanto puedo dar.

martes, 8 de noviembre de 2011

Con el poder de Dios

No nos creamos poderosos ni invencibles.

Antes bien supliquemos al Señor, especialmente a través de la Divina Liturgia y la oración impetratoria, su auxilio para derrotar al poder de las tinieblas y vivir en gozo y alegría sobrenaturales, venciendo sólo en Aquel que vence y no por nuestras solas fuerzas naturales.

Pues cuando conseguimos algo bueno, no es por nuestro poder, sino por el poder de Dios.Pues, como dice el proto-magníficat, es decir, el canto de Ana (1 Samuel 2, 9):

"el hombre no triunfa por su propia fuerza."

No triunfa por sí solo.

No triunfa sólo por su propio y humano poder.

Sino por el poder de Dios de los ejércitos, que es Cristo el Señor.

Ha de poner, movido por la gracia, sus pocas fuerzas al servicio del poder de Dios.

En 2 Crónicas 14, 8:10 la Santa Escritura canta a través de la impresionante invocación de Asá el poder de Dios, que da la victoria contra un enemigo terrible del Pueblo de Dios, y grita que no prevalezca el hombre, que lo humano no sea considerado fuente de poder, sino Dios, que es Quien da la victoria:




Un pequeño pueblo se entrenta con el poder de Dios a un enjambre de un millón de hombres y trescientos carros de guerra.Es también el mensaje del proto-magníficat, del Canto de Ana.
Leamos este pasaje extraordinario de la Palabra de Dios (en que resuenan las palabras de la Santísima Virgen en el Magníficat):

2 1 Entonces Ana oró, diciendo: “Mi corazón se regocija en el Señor,tengo la frente erguida gracias a mi Dios. Mi boca no calla ante mis enemigos, porque tu salvación me ha llenado de alegría.










Un canto de júbilo brota del corazón del que pone toda su confianza en la Gracia (1 Pe 1, 13) y no en sí mismo o en sus propias fuerzas puramente humanas.

Eso aprendió María de la Escritura, como Ana. Así nos lo recuerda Juan Pablo II en una preciosa audiencia:

"Siempre según la narración de Lucas, del alma de María brota un canto de júbilo, el Magnificat, en el que también ella expresa su alegría: “Mi espíritu se alegra en Dios mi salvador” (Lc 1,47). Educada como estaba en el culto de la palabra de Dios, conocida mediante la lectura y la meditación de la Sagrada Escritura, María en aquel momento sintió que subían de lo más hondo de su alma los versos del cántico de Ana, madre de Samuel (cf. 1S 2,1-10)"

Muy claro nos lo dice el beato Juan Pablo II: María sintió que la Escritura subía a su boca desde lo más hondo del ama, como a Ana su Canto.

La lectura constante de la Escritura nos impulsa a elevar un canto de esperanza en el poder de Dios

Pero el poder de Dios es la Gracia. María y Ana elevan un canto de esperanza en la Gracia de Cristo, en que dice el Príncipe de los Apóstoles que hemos de poner TODA nuestra esperanza (1 Pe 1, 13)
No en nosotros, no en nuestras fuerzas naturales, sino en el poder de Dios

Y para recibir esta esperanza, para que suba a nuestra boca y la proclamemos en Magnificat, hemos de tener muy dentro, en lo hondo del alma, la Santa Escritura.
Amemos la Escritura con toda nuestra alma y meditemos en ella día y noche (Salmo 1,2),

tengámosla siempre en la boca, que brote desde lo más hondo de nuestra alma,


seamos mendigos de la Palabra de Dios para poder ser mendigos de la Gracia,


y encontremos en la Escritura y en la Santa Tradición el aliento para nuestro apostolado, para nuestra vida cristiana, para nuestro camino de perfección.

Porque es en la Escritura, que guarda las promesas de Dios, donde la Virgen Santísima, a imagen de Ana en su protomagníficat, encuentra la voz divina que pronunciar con su boca, que no calla el poder de Dios ante sus enemigos (1 Sam 2, 1) sino antes bien lo proclama y confiesa explícitamente, para que sea Él Quien triunfe por nosotros..

¡Para mayor Gloria suya!

jueves, 3 de noviembre de 2011

De las virtudes naturales del perro y de su relación con el apostolado cristiano

San Antonio María Claret titula así el Capítulo XVII de su impresionante Autobiografía:

"De algunos animales domésticos de que me he servido para estimularme a la práctica de las virtudes "

Vemos qué virtudes son esas pretende practicar inspirándose en la conducta del mejor amigo del hombre:

"670. Canes muti qui non valuerunt latrare.
1.° El perro es un animal tan fiel y tan constante compañero de su amo, que ni la miseria, ni la pobreza, ni los trabajos, ni otra cosa alguna es capaz de hacerle separar de su dueño. Lo mismo debo hacer yo; tan fiel, tan constante he de ser en el servicio y amor de Dios, que pueda decir con el Apóstol que ni la muerte, ni la vida, ni otra cosa alguna pueda separarme.

671. 2.° El perro es más leal que un hijo, más obediente que un criado y más dócil que un niño. No sólo hace voluntariamente lo que el amo le manda, sino que además mira la cara del amo para conocer su inclinación y voluntad, a fin de cumplirlas sin esperar que se lo mande, lo que hace con la mayor prontitud y alegría, y aún se hace participante de los afectos del amo; por manera que es amigo de los amigos del amo y enemigo de sus enemigos. Yo debo practicar todas estas bellas cualidades en el servicio de Dios, mi querido Amo.

Sí, gustoso haré lo que me mande, estudiaré su voluntad para cumplirla, sin esperar que me mande; ejecutaré con prontitud y alegría todo lo que disponga por sus representantes, que son mis Superiores. Seré amigo de los amigos de Dios y trataré a los enemigos de Dios como El disponga, ladrando contra sus maldades para que desistan de ellas.

672. 3.° El perro vigila de día y por la noche redobla su vigilancia; él guarda la persona del amo y todas las cosas que al amo pertenecen; él ladra y embiste a cuantos conoce o barrunta que pueden perjudicar a su amo y a sus intereses. Yo debo procurar vigilar continuamente y declamar contra los vicios, culpas y pecados, y contra los enemigos del alma.

673. 4.° El perro el mayor gusto que tiene es el estar y el andar a la presencia de su amo. Yo procuraré andar siempre con gusto y alegría a la presencia de Dios, mi querido Amo, y así no pecaré nunca, y seré perfecto, según aquella palabra: Ambula coram me, et esto perfectus ."

De todo ello extrae el santo todo un compendio de virtudes cristianas, según la tradición bíblica: lealtad a la palabra del Señor, obediencia a su Voluntad, ductilidad a su Gracia, vigilancia para no caer en tentación, andar en la presencia del Señor...

Bien, ahora damos un gran salto y nos situamos en el Antiguo Testamento, Libro de los Jueces 7. Reducción del ejército de Gedeón.

Tema: ante una espantosa amenaza enemiga, el Pueblo de Dios ha de lanzarse al combate. El enemigo es inmenso, numeroso como nube de langostas, y fiero y cruel. Los israelitas forman un ejército liderado por Gedeón. Pero atención: el Señor no quiere que luchen con un ejército numeroso, quiere que luchen con un ejército humanamente reducido y débil, para que sea patente que es Él, el Señor, quien les va a dar la victoria. Por eso, Dios les ordena que reduzcan sus fuerzas. Por tanto, Gedeón ha de seleccionar sus soldados. ¿Con qué criterio? ¿Con el criterio que Dios le manda. ¿Cuál es? Veámoslo.

Leamos el pasaje de la Palabra de Dios.









Esta traducción es de la BIBLIA CLERUS. Creo que vale la pena contrastarla con algunas otras. En especial, el pasaje más enigmático, el versículo 6.

En la Sagrada Biblia de la B.A.C. dice "se acucliclló sobre sus rodillas", en lugar de "se arrodilló". Y en el versículo 6 dice "bebieron a lametadas", es decir, como los perros. En la Biblia de Navarra dice ""a todo el que se incline sobre sus rodillas", y habla de beber el agua "lamiéndola con su lengua como hacen los perros".

Podríamos continuar con otras traducciones, pero creo que es suficiente para comprender que:

1. La Escritura pretende resaltar el hecho de beber con la lengua, o a lametadas, como los perros.

2. El hecho de que otros no bebieron como los perros, sino como arrodillándose, y digo "como" porque no es talmente arrodillándose, sino curvándose sobre las rodillas, poniéndose en cuclillas, inclinándose sobre las rodillas. --Se refiere, por tanto, como me apuntaba mi amigo Longinos el otro día en una provechosa conversación sobre Jueces 7, a los que adoran falsamente, a los que no se arrodillan en espíritu y verdad, es decir, a los que no adoran al Dios verdadero, sino que doblan su rodilla, (a los derrotados por su incredulidad o su idolatría).

Por tanto, los que beben el agua de Gedeón como beben los perros (humildemente, lealmente, obedientemente...) son los elegidos para el ejército del Pueblo de Dios.

Si acudimos, para confirmar esto, a la única Biblia autorizada realmente por el Magisterio de la Iglesia, y que no contiene errores, es decir, la Santa Vulgata, vemos que efectivamente se refiere la Escritura a beber con la lengua como los perros, y a doblarse sobre las rodillas:


ALGUNAS CONCLUSIONES A PARTIR DE CUANTO SE HA DICHO

Está claro que el retrato de las virtudes bíblicas del perro que ilustra el comienzo de nuestra entrada nos conduce, de la mano de San Antonio María Claret, a una comprensión tradicional de este pasaje impresionante de la Escritura.

Gedeón sin duda prefigura a Nuestro Señor Jesucristo.

El agua de Gedéon se refiere al Agua de Vida que nos trae Jesús, es decir, a la Gracia, que contiene el poder de Dios, porque Dios mismo nos hace partícipes a través de ella de su Divino Poder.

Por la forma de beber el agua se selecciona a los soldados de Gedeón, a los soldados de Cristo, es decir, a nosotros, sus apóstoles, a nosotros, los cristianos, bautizados en el Agua de Gedeón y alimentados, saciados y fortalecidos por su Gracia.

¿Cuál es la forma apropiada de recibir la Gracia, de forma que no sea vana, sino que sea fructífera, que aumente en nosotros de forma que nos haga apóstoles victoriosos del Señor en la batalla con el mal, mundo, demonio y carne? ¿Cuál es la forma de recibir y aumentar la Gracia que nos da la victoria de Cristo?

La forma apropiada de beber la Gracia, es decir, el Agua de Vida, es como beben los perros: con lealtad, obediencia, fidelidad... con todas las virtudes bíblicas que ejemplifica el perro, tal y como nos expone San Antonio María Claret.

Porque el perro, en este pasaje, es admirable, y no despreciable. Es objeto de elección. Como nos enseña San Agustín en el comentario al salmo 68 explicando este pasaje de Jueces 7:

Canes laudabiles, non detestabiles; fidem servantes domino suo, et pro eius domo contra inimicos latrantes.

¡Vaya! Ya sabemos en quién se inspiró San Antonio María. Comprobamos que el pasaje de nuestro San Antonio María Claret es casi una traducción del pasaje de San Agustín: los perros son dignos de alabanza, no detestables, pues guardan fidelidad a su amo, y con sus ladridos le defienden de los enemigos de la casa... Y sigue casi a la par que el texto agustino.

Y he aquí la grandiosa enseñanza de este pasaje extraordinario de Jueces 7.
Nos la expone el Apóstol en 2 Corintios 12, 10:
"cuando soy débil, entonces soy fuerte."

Qué locura, qué escandalosa doctrina: reducir nuestras fuerzas humanas para ser más fuertes con el poder de Dios. ¿A quién se le podría ocurrir? NO CONFIAR EN NOSOTROS, SINO EN CRISTO VENCEDOR.

Se imagina el hombre carnal que al aumentar sus fuerzas naturales, sus medios materiales, sus recursos técnicos y sus planes y programas humanos, demasiado humanos podrá ser más poderoso. Pero es entonces, precisamente, cuando es más vulnerable. Cuando doblamos la rodilla nos rendimos, nos acuclillamos miedosos, rendidos por nuestra presunción. Y no podemos ser como el perrillo que ama y obedece a su amo hasta la muerte, y siempre anda detrás de él.
Pero si cultivamos con la Gracia divina las virtudes de un humilde perrillo el Señor nos elige para darnos su Gracia y con ella el poder de Dios.

¡Alabado sea el Señor, Dios de los Ejércitos, que concede la victoria a los que humíldemente se acercan a recibir del Agua de Vida, y creen en Él y lo tratan como a su único y verdadero Amo!
¡Gloria a Dios!