el mundo entero se derrumbaría inmediatamente, y la Creación misma quedaría pulverizada a la nada.
Y todo daría igual y el mal reinaría indefectiblemente:
Todas las ovejas perdidas del rebaño humano se despeñarían en el abismo, inevitablemente, y sucumbirían a las fauces de las alimañas.
Ay, la tesis del postmodernismo sería cierta: nada vale nada. ¡Y todo vale!
Pero Spinoza no tuvo en cuenta un dato transcendente y relevante:
que nuestra razón iluminada por la fe, y auxiliada amorosamente por la gracia, nos dice que Dios nos ama, y tanto,
que Jesucristo, su Hijo, el Buen Pastor, se ha dejado martirizar en la cruz para guiar con su Espíritu a sus ovejas descarriadas.
Para enseñarnos que Dios es un Padre que está loco por vernos regresar, y que nos comería a besos si le dejáramos.
Ay, si Dios no amara a nadie, como intenta demostrar la metafísica de Spinoza, tú no estarías leyendo esto, ni yo escribiéndolo con lágrimas en los ojos, hoy, que he comprobado cuánto, y cuánto, Dios nos ama.
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