Que la obediencia de los hijos de la Iglesia no ha de ser ciega, sino sobrenatural.
Y en la obediencia sobrenatural puede suceder que el objeto sobre el que recae la obediencia es de no-vista, no visible.
Y por esto compatible no ver y obedecer.
Pero incluso en ese no ver, se ve más allá, con la mirada pródiga, que traspasa los límites de la evidencia y se dirige al más allá de todo objeto y de toda figura inteligible,
hacia el alma de la profundidad, hacia el misterio que late tras las cosas visibles y obedenciales de la Iglesia.
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