Los cristianos de ahora necesitamos una medicina fuerte.
La del quebrantamiento, el llanto por los pecados propios y ajenos, la felicidad del anonadamiento en Cristo.
Los cristianos de ahora no podemos conformarnos con menos que con la renovación total de nuestra mente por el Espíritu y la transfiguración del corazón,
de manera que el tiempo de las tinieblas, que es el tiempo en que vivimos, no sea sino el tiempo de la victoria del poder de Dios a través de nosotros, embajadores de la gracia salvadora de Cristo, en este mundo caído.
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