Es obra del pecado original la ofuscación de las sensibilidades, de
forma que es común que los errores emocionen, y así simulen ser
verdades. La mentira de disfraza de sentimiento y se convierte en
apariencia de verdad.
Es labor habitual de los demonios: no
sólo tentar, sino confundir, envolver la falsedad con capas de
sentimentalismo, de forma que en no pocas ocasiones aquello que emociona
esconde un grave error que daña y destruye, aparentando bienes que no
son tales, y felicidades que no son sino desgracias.
Y es que la gracia redentora de Cristo no sólo ha de iluminar el conocimiento, sino también las sensibilidades.
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