Subirse a la cruz y no bajarse,
antes bien permanecer en ella por amor de Jesucristo.
Hay quien espera, para convertirse, que el Señor se desclave y se acerque a él y chorreando su Divina Sangre le conduzca a un verde prado --en que reposar y gustarse y deleitarse con suaves vistas mientras el Verbo se desangra por su redención.
Nosotros, sin embargo, hemos de acompañarle a Él y permanecer sangrando a su lado, negando darnos gustos lícitos para seguirle e imitarle en tanta ignominia escandalosa,
clavados a su lado, llagados y escupidos y burlados y humillados a su lado.
Y dejamos el goce y el deleite aun siendo lícitos y buenos, para abrazarnos a los matorrales de espinos con que hicieron su corona.
No hay dicha mayor, no lo dudes.
Que Cristo es varón de dolores y siempre vence, y tú con Él, si sufriendo para hacerte suyo te haces como Él, te haces Él por gracia y por dolor.
Bonum mihi quia humiliaste me. Bueno será el haberme Tú humillado (Sal 118, 71)
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