Regada por la colina
su sangre llega al mar
y funde las olas.
Abre sus brazos en cruz
entregándose al Padre.
Su pecho recoge un Latido más hondo
y determina un camino de paz
total e invulnerable.
Brotando del cuerpo estragado
se eleva el dolor a Jesús
hasta las llamas de nubes.
Con dulce sonrisa su rostro confiesa
la inmensa victoria final.
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