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Por el contrario, es la gracia misma la que mueve al ser humano a buscarla libremente y hallarla.
"Si alguno dice que la gracia de Dios puede conferirse por invocación humana, y no que la misma gracia hace
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Parece que somos nosotros los que comenzamos la obra buena, y luego la gracia nos ayuda y Dios nos confirma en nuestra iniciativa personal
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Por el contrario, no somos nosotros los que comenzamos nuestra obra buena, sino el Señor, que sin preceder mérito nuestro, da comienzo en nosotros y con nosotros nuestra acción libre y saludable
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"También profesamos y creemos saludablemente que en toda obra buena, no empezamos nosotros y luego somos ayudados por la misericordia de Dios, sino que El nos inspira primero -- sin que preceda merecimiento bueno alguno de nuestra parte -- la fe y el amor a El, para que busquemos fielmente el sacramento del bautismo, y para que después del bautismo, con ayuda suya, podamos cumplir lo que a El agrada. De ahí que ha de creerse de toda evidencia que aquella tan maravillosa fe del ladrón a quien el Señor llamó a la patria del paraíso (Lc 23,43), y la del centurión Cornelio, a quien fué enviado un ángel (Ac 10,3) y la de Zaqueo, que mereció hospedar al Señor mismo (Lc 19,6), no les vino de la naturaleza, sino que fué don de la liberalidad divina." (Denz 200)