sábado, 21 de junio de 2014

Contempla su Hermosura, I

Recojo aquí algunos pensamientos espirituales de los que he ido publicando en las redes, como parte de la gracia del apostolado a que el Espíritu Santo nos mueve, en la Iglesia de hoy.

Los iré publicando de diez en diez, si Dios quiere. Espero que os animen a vivir vuestra vida cristiana y a centraros en el Señor.


I. Realiza gratis en tu vida las obras del Padre

II. La oración te hará cruzar el límite, para que todo lo que hagas por Cristo te parezca poco

       III. El camino pasa por una gran abnegación en la caridad, para poner la gracia a trabajar

IV. Pidamos a Dios con insistencia la gracia de un apostolado desinhibido, abierto, fervoroso, flexible, alegre,  ¡de fuego!

V. No te extrañe que el Señor quiera quebrantarte y romperte en mil pedacitos, para reconstruirte a su manera, y hacer algo grande contigo.

VI. El Espíritu Santo, a través de la Iglesia,  nos mueve a penitencia, para rehacernos a hechura del Hijo del Hombre.

VII. Qué bella es la Esposa. Lo visible y lo invisible se unen en su Misterio, a hechura de la Encarnación de su Esposo, el Señor.

VIII.Quiere el Señor con su gracia reducir a la  nada a nuestro hombre carnal, para hacerse todo en nosotros, y que nazcamos de nuevo

IX. El Espíritu Santo te mueve a descubrir tu absoluta incapacidad para ser santo, y la absoluta capacidad del Señor para santificarte


X. El Señor se transfigura para que miremos su Hermosura, y su belleza nos toque, y con su tacto nos rehaga a su hechura

jueves, 5 de junio de 2014

Siempre

Parece que la ayuda de Dios no ha de ser implorada siempre, porque hay acciones saludables que podemos hacer por nosotros mismos con nuestras solas fuerzas naturales. Y que por eso es mejor pedir auxilio al Señor solamente para las cosas difíciles.

Por el contrario, sin Él nada podemos hacer (Jn 15, 5). Absolutamente ninguna obra saludable podemos realizar sin el auxilio de la gracia.

Concilio de Orange. Can. 10. Sobre la ayuda de Dios. La ayuda de Dios ha de ser implorada siempre aun por los renacidos y sanados, para que puedan llegar a buen fin o perseverar en la buena obra.

martes, 3 de junio de 2014

Parece que Dios espera

Parece que Dios espera a que le abramos la puerta, y se disponga por sí sola nuestra voluntad a recibirle.

Por el contrario, el Señor no sólo no espera, sino que prepara nuestra voluntad y la cambia de mala en buena, y le da la fuerza para oírle llamar y le queramos abrir y de hecho le abramos.

Concilio de Orange, Can. 4. Si alguno porfía que Dios espera nuestra voluntad para limpiarnos del pecado, y no confiesa que aun el querer ser limpios se hace en nosotros por infusión y operación sobre nosotros del Espíritu Santo, resiste al mismo Espíritu Santo que por Salomón dice: Es preparada la voluntad por el Señor [Prov. 8, 35: LXX], y al Apóstol que saludablemente predica: Dios es el que obra en nosotros el querer y el acabar, según su beneplácito [Phil. 2, 13].

María y el sentido común

Me agrada dialogar con los hermanos evangélicos, porque siempre me agrada ser instrumento de conversión a la Iglesia, de vuelta al Hogar, a la plenitud de los medios salvíficos.

Pienso que hablamos poco con los hermanos separados.  Pero la Iglesia nos envía  a un diálogo en Cristo con ellos; abierto, flexible, alegre, con cierto desenfado, y profundo. El Cuerpo del Señor, herido, espera que demos nosotros el primer paso.
A menudo, en estos diálogos, ha salido el tema de la Madre de Dios, nuestra mamá en la gracia. Y debo confesar que, cuando los hermanos separados me han pedido razones del papel que damos a María en nuestra vida cristiana, hay un argumento que me ha ayudado mucho, y creo que a ellos también.
Es un argumento que podríamos llamar de sentido común. Y por ser de sentido común, muy cristocéntrico, puesto que todo lo sensato es esbozo del logos, como diría Chesterton.
El argumento es simple. Os invito a utilizarlo en vuestros encuentros con evangélicos; me parece irrefutable, potente, dulce, tranquilizador. De sentido común. Y es el siguiente:
Los cristianos honramos y veneramos a María  para imitar a Jesús.
Sí. Amando a María, venerando a María, honrando a María, imitamos a Jesús, nos configuramos a Él y tenemos sus mismos sentimientos, como quiere el Apóstol en Filpenses 2, 5
Y es que Jesús honraba y veneraba a su Madre, porque Jesús cumplía a la perfección el cuarto mandamiento de la ley de Dios, que dice: honrarás a tu padre y a tu madre.
¿O es que acaso el Señor iba a incumplir el cuarto mandamiento? No, Jesús cumplía muy bien el cuarto mandamiento, honrando, venerando, respetando y obedeciendo a su Madre, la Santísima Virgen. Y por eso nosotros honramos y veneramos a la Madre del Señor, porque imitamos a Cristo honrando a quien Él honra.
Scott Hann expone este bello argumento en la pág. 85 de “Roma, dulce hogar“, y añade que la palabra hebrea para honrar, kabodah, significa también glorificar. Así, honramos con gloria a la Madre del Señor, porque Él mismo lo hacía así, en orden al cuarto mandamiento de la ley de Dios, que Él cumplía a las mil maravillas, mucho mejor que nosotros.
¡Bendiciones!
ALONSO GRACIÁN