martes, 28 de febrero de 2012

De la oración como esperanza en acto

Sobre la oración como acción teologal.

Puede decirse que la oración es exégesis de la esperanza.

Cuando dirigimos la mirada a Dios y le hablamos estamos actualizando lo que Él mismo nos ha infundido por el Bautismo, las tres virtudes teologales y, concretamente,

aquella que nos mueve a confiar y esperar la añadidura.

Cuando oramos cobra vida en nosotros el pasaje impresionante de Mt 6, 33: Buscad primero el Reino de Dios, y lo demás se os dará por añadidura.

Como dice Santo Tomás, Suma II, II q 17: la oración es interpretación de la esperanza.

Benedicto XVI, cuando era prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe, escribió en "Mirar a Cristo":

"Un hombre desesperado no reza, porque no espera; un hombre seguro de su poder y de sí mismo no reza, porque confía únicamente en sí mismo. Quien reza espera en una bondad y en un poder que van más allá de sus propias posibilidades. La oración es esperanza en acto".

domingo, 26 de febrero de 2012

De silencio y movimiento

Tras la Caída el ser humano vive sumergido en un vertiginoso Espíritu de Huída, cuyo carácter sonoro es el ruido y la disonancia.

En el arte del mundo caído el silencio es una vía de escape, un alto artificial en el camino de los ruidos y las manchas sonoras.

Porque es un silencio vacío, y no la escucha de una "Presencia a la que se atiende" , (como dice D Javier Sánchez Martínez en un reciente post).

Frente al arte y el silencio caído, el arte y el silencio de la Liturgia Divina.

En la polifonía litúrgica hay silencios que equivalen a bellas consonancias,

y bellas consonancias que cumplen el papel de silencios.

En la Liturgia, belleza y silencio son equivalentes.

La belleza de la consonancia equivale a la paz del silencio porque procede de Dios.

La música clásica de la apostasía sin embargo suena a ruido de maquinaria.

Como la pintura irracional y feísta, que parece ruido plástico.

Es el Espíritu de Vértigo que hunde al hombre Caído en un mundo de disonancias y disarmonías.

Frente a esto, la paz silenciosa y consonante de la Iglesia, que es esencialmente paz litúrgica, el ámbito del silencio y de la consonancia armónica, de la belleza plástica y de la armonía de las formas estéticas.

Lo que el silencio sacro contribuye a conseguir

es a encontrar en Dios un principio de estabilidad,

gracias al cual se detenga en nosotros el vertiginoso espíritu de huída original,

y hallemos la paz de que nos habla la Escritura:

""Aequiesce in Domino, et spera in Eo". (Sal Vulg 36, 7)

Aquiétate en el Señor, y espera en Él.

Un principio de estabilidad:

el único, la Gracia de Nuestro Señor Jesucristo, en cuya cruz el mundo detiene su huída y el ruido se disipa.

Stat crux dum volvitur crucis.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Sobre el principio de estabilidad

Contra el espíritu de vértigo de la mentalidad mundana y nihilista,

el principio de estabilidad,

con su potencia desmundanizante.

Oración, ayuno, limosna.

Desde la perspectiva sobrenatural se pierde miedo al Maelstrom. Se obtienen fuerzas sobrenaturales para oponerse a su atracción y emerger de él, liberándonos de la presión del mal.

Stat crux.

La Cruz sostiene el mundo, porque es Cristo la fuente de la verdad y de la gracia (Juan 1, 17)

Clavada la Cruz en el centro del remolino,

un nuevo Centro ocupa su lugar.

Es Cristo Salvador.

A la agitación antropotrópica y la fatiga existencial

sucede la armonía y el equilibrio perfecto de la virtud de Cristo,

de cuya eterna estabilidad participamos por Gracia.

De cosas que hemos visto y cosas que veremos

Hemos visto que los demonios son expertos en insinuar errores que imitan verdades,

y que acuden al vacío como las moscas a la miel,

que incluso la naturaleza aborrece el vacío, --horror vacui!--

y que ese vacío no es más que Ausencia de una Persona, Cristo.

Que la Ausencia de Cristo acrecienta el Espíritu de Vértigo que caracteriza nuestra época,

--según nos enseña el pasaje que nos recordaba Longinos:

"Yo estoy atento y escucho; no hay quien hable rectamente, nadie que ese arrepienta de su maldad, diciendo: '¿Qué es lo que he hecho?' Todos corren desenfrenadamente su carrera, com caballo lanzado impetuosamente a la batalla." (Jeremías 8, 6)

Y que de este espíritu de huída nos alerta la Antigua Sabiduría que preambula nuestra fe, como por ejemplo Séneca:

Siste fugam....stat veritas...

amigo, detén tu huída, permanece en la Verdad...

El tiempo cuaresmal es un tiempo propicio para PURGARNOS de este espíritu vertiginoso, y para FORTALECERNOS contra las sugestiones de las potencias del mal

La Iglesia Nuestra Madre y Maestra nos enseña con su Liturgia penitencial cómo lo haremos.

Y mientras, hermanos, no dejemos un instante de alabar al Señor, que ha hecho maravillas en cielo y tierra y en los corazones de sus hijos adoptivos.

¡¡ LAUS DEO VIRGINIQUE MATRI !!

domingo, 19 de febrero de 2012

Que la Lengua Latina es inmutable y el espíritu de vértigo no afecta a su sustancia

La sabiduría grecolatina y su lenguaje propio preambula la recepción del Evangelio, preparando la razón para la acogida de la Verdad y la voluntad para la recepción de la Gracia. Es un hecho al que el Magisterio del Beato Juan XIII, en la Constitución Apostólica "Veterum Sapientia", dio una importancia excepcional:

"La antigua sabiduría encerrada en la literatura de los griegos y de los romanos, así como las preclaras enseñanzas de los pueblos antiguos, deben considerarse como una aurora preanunciadora del Evangelio que el Hijo de Dios, árbitro y maestro de la gracia y de la doctrina, luz y guía de la humanidad[1], ha anunciado en la tierra. En efecto, los padres y los Doctores de la Iglesia reconocieron en esos antiquísimos e importantísimos monumentos literarios, cierta preparación de los espíritus para recibir las riquezas divinas, que Jesucristo en la economía de la plenitud de los tiempos[2] comunicó a los hombres; por consiguiente, con la introducción del cristianismo en el mundo, nada se perdió de cuanto los siglos precedentes habían producido de verdadero, de justo, de noble y de bello. (Veterum sapientia, Primera Parte)"

Parte del legado de la Antigua sabiduría es la lengua latina, una lengua atemporal a la que no afecta el espíritu de vértigo de las fluctuaciones lingüísticas. Así lo expresa Juan XXIII:

"Lengua inmutable

No tan sólo universal sino también inmutable debe ser la lengua usada por la Iglesia. Porque si las verdades de la Iglesia Católica fueran encomendadas a algunas o muchas de las mudables lenguas modernas, ninguna de las cuales tuviera autoridad sobre las demás, acontecería que, varias como son, no a muchos sería manifiesto con suficiente precisión y claridad el sentido de tales verdades, y por otra parte no habría ninguna lengua que sirviera de norma común y constante, sobre la cual tener que regular el exacto sentido de las demás lenguas. Pues bien, la lengua latina, ya desde hace siglos sustraída a las variaciones de significado que el uso cotidiano suele introducir en los vocablos, debe considerarse fija e invariable, ya que los nuevos significados de algunas palabras latinas, exigidos por el desarrollo, por la explicación y defensa de las verdades cristianas, han sido desde hace tiempo determinados en forma estable."

Ya en la Segunda Parte de su documento, Juan XXII nos habla del potencia del latín para captar la esencia de las cosas y aprehenderlas:

"el latín, lengua que por el uso desde hace tantos siglos sabemos que es apropiadísima para explicar con facilidad y con claridad singular la íntima y profunda naturaleza de las cosas"

sábado, 18 de febrero de 2012

De momentos y palabras pronunciadas en una sola carne

Como el hijo que al leer
apoya su pequeño brazo
en el regazo de su madre,
y unido a ella en su tacto

prosigue hasta el final
de la tarde su lectura,
así contemplo yo en tu abrazo
mi vida prolongada en la tuya.

Es un momento entrelazado
a otro momento, un transcender,
azul, a otro Momento; una palabra que no es

sino un silencio de infinita levadura;
una escritura de inefable precisión
que una misma carne se pronuncia.

De confusiones y deseos de servicio

El Señor nos acrisola y va puliendo a base de correcciones y consuelos, castigos y regalos, humillaciones y contentos según lo vamos necesitando.

Es un Padre que entiende de qué madera estamos hechos.

Nos habla suave y dulce al oído, con su palabra penetrante que es Cristo.

Nos habla fuerte y firme, y nos enseña con voz recia nuestro camino, que el Espíritu despeja para nosotros con sus dones, haciéndonos posible el paso y el salto a través de los abrojos, las simas, los obstáculos.

En los momentos de confusión, la mente carnal se pregunta por qué el Señor castiga nuestro deseo ardiente de servirle y nos recluye en el silencio, aparentemente desaprovechándonos.

En los momentos de confusión, el corazón carnal se inquieta ante la ausencia de su mano amorosa, que reprime un abrazo de consolación para hacernos fuertes y darnos el valor que necesitamos.

Y rezamos con el salmista, abrazándonos a los salmos:

"¡Ad te, Domine, confugio.
ne confundar in aeternum!" (Sal 70 Vulg 1)

A Ti, Señor, me acojo,
no sea jamás confundido

Que es necesario detener la huída reposando en Cristo y esperando en Él

El rechazo por el patrimonio de verdades que heredamos de nuestros antepasados, o ese deseo insano y constante de cambios y nuevas valoraciones,

o la inquietud que empuja a buscar aquí y allá a ir probando nuevas opiniones y caminos;

como el rechazo a apacentarse en verdades inamovibles... no son más que muestras del espíritu de vértigo propio de la apostasía,

espíritu que atraído por la Ausencia del Logos hace caer individuos y sociedades enteras en un movimiento acelerado hacia ese nuevo centro antropotrópico que genera la Caída.

Nunca el ser humano sufre en mayor medida las consecuencias de la Caída que en la apostasía.

Porque no es sólo que esté herido, sino que rechaza al Médico que viene a salvarle dándole la Vida.

EL ESPÍRITU DE VÉRTIGO ARREBATANDO LA CULTURA
Pronto se dejó ver el movimiento hacia la ausencia del Logos en el arte musical "culto" de la sociedad contemporánea. A los ilustrados el mal afecta primero. En la llamada música clásica contemporánea predomina abrumadoramente la disonancia,

que es movimiento armónico no resuelto, tensión y aspiración permanente a la estabilidad, que es la consonancia, que la ordena y la resuelve. La disonancia es movimiento inconcluso; la consonancia, la conclusión y el reposo de la belleza. Los músicos del s. XX y del XXI idolatran la disonancia, crean un lenguaje musical nuevo, atonal, irracional, donde se anulan las relaciones lógicas y naturales entre los sonidos, y el alma se siente asaltada por lo malsonante, por lo no intelectivo, por la sofocación estridente y fea de sonidos sin sentido.

Es el feísmo, que ya empezó a calar en la pintura europea mucho antes. Las artes plásticas substituyen la calidad técnica, la excelencia formal por el poder de la mancha o de la línea truncada. La relación entre el dibujo y el cromatismo se desconecta. Lo feo se hace modelo y paradigma, como una disonancia de imágenes.

Podríamos ir pasando de diosciplina en disciplina, escultura, literatura, cine... e ir comprobando el avanza de la fealdad, de la falta de forma, de la disolución del logos, que arrebata la cultura hundiéndola en un remolino de vaciedad. ¿Somos en exceso negativos al decir esto? Puede ser, pero no podemos callar la verdad, aunque resulte duro conocerla.

SON LAS GRANDES VELOCIDADES DE LA AUTODESTRUCCIÓN
A nosotros no nos importa que nos llamen profetas de catástrofes, o apóstoles negativos. Nosotros hemos de dar el aviso. Es nuestra misión, sin caer en resptos humanos o en falsos miedos y prudencias carnales. Hacemos nuestros, muy nuestros, los versos de Prudencio, el gran poeta de la cristiandad:

"(...) iam necesse est audias
nolis uelisme, quis colatis sordium"

(es necesario que oigas,
quieras o no, qué clase de ignominias adoráis vosotros)

El ansia de velocidad de los tiempos apóstatas se refleja en el mundo de las grandes velocidades generadas por la técnica. El hombre caído sueña con vivir a la velocidad de la luz, y lo refleja en sus obras literarias o en el mundo del cine. Y es que la técnica coopera con el espíritu de vértigo nihilista y hace reales sus sueños.

El hombre caído quiere ir siempre más rápido, conseguir lo que desea más rápido; comida rápida, cultura de consumo fácil, aprendizaje rápido y sin esfuerzo; todos quieren abreviarlo todo. Y sobre todo el poder de Dios.

Quieren abreviar la fuerza del Todopoderoso para que aumente la fuerza humana.

Por eso el espíritu de independencia es hermano del espíritu de vértigo, que es espíritu de pseudoliberación, de desobediencia, de huída. La desobediencia desata del centro estable de las verdades morales, de la ley natural, que es enemiga número uno del espíritu de independencia, que desea enormes velocidades exisenciales.

Los hombres y mujeres poseídos por el Vértigo Originario, potenciado por la apostasía, se destruirán según ese mismo espíritu rápido. Como dice la Escritura:

"Velociter decident" (Sal Vulg 36) Velozmente se estropearán, se marchitarán, se mustiarán, como heno marchito, sicut faenum velociter decident,

Y como la hierba verde se agostarán secándose, al faltarles el Agua de Vida, que sólo mana de ese centro inamovible que es Cristo.

Todos aquellos hombres y mujeres poseídos por el espíritu de fuga seautodestruirán velozmente al liberarse de la ley natural.

La Escritura nos dice que ese centro inamovible es inatacable al mal,

y no se deja arrastrar por el remolino. Ese centro en que estamos a salvo de la gran corriente del Maelstrom es Jesucristo.

Lo dice la Escritura de la Iglesia: "Ipse aget", Él actuará. (Sal Vulg 35, 5)

Él actuará.

Él actuará des-centrándonos del mundo y su vértigo, y re-centrándonos en su Logos, que es verdad y gracia. Entonces se hace posible huir de la huída, detener la fuga, perder la propia identidad.

Fruaris securitate. Nos dice el salmista. Apaciéntate de seguridad. (Sal Vulg 36, 3)

Cálmate. Sosiégate en Cristo y detén tu huída.

Detén tu huída. Siste fugam dice Séneca.

Es la enseñanza de la sabiduría antigua.

Para Cristo es posible, para nosotros es posible detener el vértigo y asentarnos en la verdad, reposar en ella, disfrutar y alcanzar el centro inmutable y atemporal en que se está a salvo y es posible la belleza y la armonía.

"Aequiesce in Domino, et spera in Eo". (Sal Vulg 36, 7)

Aquiétate en el Señor, y espera en Él.

En esta quietud es posible la esperanza, que es la Gracia de Jesucristo (1 Pe 1, 13)

lunes, 13 de febrero de 2012

De la santidad objetiva e indefectible de la Iglesia

Objetivo y subjetivo. Sobrenatural y natural. Se confunden los planos, se mezclan los órdenes.

La santidad de la Iglesia procede de una sustancia objetiva inaccesible al mal: la Vida sobrenatural de su Cabeza, el Logos Viviente, el Verbo Encarnado.

Ningún pecado de los bautizados puede mancharla, alterarla, contaminarla, reducirla.

Porque la santidad de la Iglesia procede de la vida sobrenatural de Dios mismo, y ninguna sustancia creada, o ningún mal producido por criatura alguna,

puede siquiera tocarla.

A otro plano pertenece, pues, el mal de los bautizados.

Los pecados de los hijos de la Iglesia no merman su santidad objetiva, pero hieren su vida subjetiva, la vida de sus miembros, pues todo mal se difunde por el cuerpo adámico al que todos pertenecemos.

Por la Comunión de los Santos beneficiamos la vida de cada sujeto, de cada miembro. Por la comunión de los males la perjudicamos.

No son los bautizados los que hacen santa a la Iglesia,

sino la Iglesia la que santifica a los bautizados.

De monstruos y remolinos y del único centro inconmovible

El Espíritu de Vértigo pone todo en movimiento hacia el Maelstrom, de forma que esencias y accidentes sufren la Gran Reducción, cada uno en distanta medida y en distinto grado.

Las especies y su existencia quedaron alteradas, mas no destruídas. Aun conservan la huella de su Creador. Una huella crucificada. Todavía son signos para la razón natural, en sí misma también alterada, más no destruída.

La Caída Originaria: Caribdis succiona las esencias y sus accidentes en distinto grado y en distinta forma.

Es la Gran Reducción que opera en las formas un movimiento constante de fuga y de disminución.

El Monstruo Remolino, Caribdis, al que se enfrentaba el héroe griego, se hace más fuerte en tiempos de vértigo nihilista, que suma fuerzas con él.

Los nuevos seres humanos que pedía el Concilio Vaticano II son los santos, con cuya Gracia operante en obras de Vida plantan cara al Gran Remolino succionador, el Gran Monstruo Devorador de sentido y vaciador de esencias (Χάριβδις significa reductor, vaciador, succionador)

El Vértigo Originario reduce las esencias a un mundo de predación entregado al Caribdis originario, suscitado por la Caída y engendrado por ella.

El centro de este remolino es el pecado.

Pero Cristo nos pone a salvo de él, nos libera del poder succionador del torbellino, nos acoge en la quietud absoluta de su Palabra por la Gracia.

En este remolino sólo Cristo es el Restaurador y Pacificador,

el Logos que devuelve a cada cosa la identidad huída y la hace reposar en su propio ser.

Frente al espíritu vertiginoso suscitado por la Caída y sus leviatanes nihilistas,

la luz de la Palabra eterna e inamovible, perfecta y duradera, que no pasa:

Stabiles estote et inmobiles.

Estad firmes e inconmovibles (1 Cor 15, 58)

En el torbellino de la fuga originaria,

solamente la Gracia nos mantiene en el centro estable e inmutable de todo,

que es Jesucristo.

domingo, 12 de febrero de 2012

Que es necesario dar aviso

Hay grupos y ambientes eclesiales donde nunca se practica la máxima del Peristephanon que el aragonés Prudencio pone en boca de San Román:

"(...) iam necesse est audias
nolis uelisme, quis colatis sordium"

(es necesario que oigas,
quieras o no, qué clase de ignominias adoráis vosotros)

Es necesario avisar de la ignominia.

Porque para el que permanece en el pecado que da la muerte no hay catequesis que valga, si permanece en el error que excluye de la vida de la Gracia.

Y a los que se nutren complacientes y curiosos de los errores imitadores de verdades, extractados de libros pseudoteológicos de moda,

de las palabras vanas de los disidentes que aplauden la cultura de la muerte,

hay que decirles con delicadeza pero con claridad lo mismo que San Román:

"Tu cur piaclum tam libenter lectitas"

¿¿Por qué lees tan a gusto semejantes impiedades??

sábado, 11 de febrero de 2012

Sobre el espíritu de vértigo infundido por el pecado en las formas naturales

Es lógico pensar que originalmente se daba una unidad entre la forma de un ser vivo y su esencia.

Las semejanzas morfológicas entre las plantas no indican, en multitud de casos, semejanzas de naturaleza, ni afinidades taxonómicas. Pero esto se ha de deber a un desorden producido por el pecado original.

La genética desvela parentescos ocultos a la morfología. Pero esto no demuestra que la morfología de un ser vivo sea independiente de su esencia, sino que se ha producido un desajuste, un desenfoque, un desorden.

Cuando Dios creó las especies animales y vegetales, pudo haberlas creado de forma fija y definitiva, y el pecado original haber introducido en sus esencias el movimiento, el cambio, la transformación, el espíritu de vértigo, que es efecto universal y cósmico del pecado, según lo dicho por la Escritura:

"Miscuit in medio eius spiritum vertiginis" (Is 19, 14)

Por efecto de la Caída, todo entra en movimiento vertiginioso, todo huye de sí mismo, y aunque no queda destruído, necesita del Logos restaurador del orden para aquietarse y descansar en sí.

Así, los cambios morfológicos pueden ser efectos de ese movimiento artificial introducido, de forma que los órganos ya no tienen un sentido, una razón de ser, sino una función, una utilidad.

Es importante diferenciar entre el sentido de un órgano, una parte o una forma, y su función o utilidad.

La subordinación de las esencias a la utilidades de sus accidentes sólo puede ser efecto de la Gran Reducción obrada por la Caída en el mundo natural por medio de ese espíritu de vértigo infundido en el centro de las cosas, es decir, en la esencia misma de las formas creadas.

De esta forma, no es que haya formas buenas o malas, sino formas en que el Pecado opera una Reducción, una Disminución de Sentido, un vaciado ontológico del propio logos en función de la utilidad en un mundo de violencia, muerte y predación. Pero...

Stat crux dum volvitur orbis.

Todo lo creado sin embargo permanece quieto crucificado en la Cruz con el Logos. Es en el Logos Crucificado, por Quien todo fue hecho, que cuanto sufre el espíritu de vértigo en su propio ser por efecto de la Caída, permanece en espera de la restauración final por obra del Logos.

Se mantiene en sí mismo como en estado de promesa.

Así, mientras el gran remolino produce reducciones de sentido en lo creado y lo empuja a un constante movimiento de fuga de sí mismo, su esencia permanece viva crucificada con el Logos, y mantiene su identidad como en promesa, padeciendo la herida originaria que domina el mundo postadámico.

Todo lo creado por Dios, pues, permanece a la espera de la recuperación plena de su propia identidad.

El mundo de los seres creados y sus formas se mueve vertiginosamente y permanece, al mismo tiempo, en modo de espera, gimiendo unos dolores de parto que sólo el triunfo total y final del Logos viviente aliviará con el reordenamiento gratuito de todo.

Y así cuanto fue creado gratuitamente recuperará su gratuidad.

viernes, 10 de febrero de 2012

De una Voz que me llama

Atravesando las sombras,

desde muy lejos,

llega hasta mí la voz

del Hombre de Galilea,

que me llama.

Me está llamando por mi n0mbre y yo escucho su voz,

y su Voz me hace nacer de nuevo.

Ya nada temo, se disiparon las sombras,

durante toda la noche ha estado sonando su voz,

mi Dios y Señor me llama y yo corro tras a él,

y voy a su encuentro

y todo lo dejo y en nada me entretengo por el camino,

sino en amarle y amarle y darle gracias arrebatado de amor.

Porque me ha encontrado y yo estoy con Él para siempre.

De tonos y onomatopeyas

Reflexiones sobre música.

De Janequin resulta llamativa su vulgaridad. Una polifonía carnal, vestida de onomatopeyas. Imita sonidos del mundo de la caza, de los barrios bajos, de los trabajos y artesanías del mundo.

Desprez también las usa, imitando la estridulación de los grill0s, por ejemplo. Pero es más fino y delicado.

Lo contrario de Janequin es el gran Orlando de Lassus, un músico de enorme potencia espiritual. Lástima cayera en tonos profanos, que al final de su vida, sin embargo, fueron trocándose en tonos más puros y ascéticos.

Lo cómico y lo plástico también encuentran expresión en la Ensalada polifónica, sobre todo en Flecha. Pero aquí la onomatopeya está depurada por una orientación plenamente teotrópica.

jueves, 9 de febrero de 2012

Sobre el Latín y la Botánica

"Aquellos que desean continuar ignorando la lengua latina, no tienen nada que tratar con el estudio de la Botánica" (John Berkenhout, 1789)

Así de tajante se manifestaba el autor de esta frase, en un contexto en que la lengua latina era el medio de expresión y pensamiento propio del conocimiento, tanto del natural como del sobrenatural.

La Iglesia, al hacerse cargo de esta lengua, junto con el griego, se hacía heredera del vasto saber de la veterum sapientia, la sabiduría antigua de griegos y romanos que preparaba el Evangelio a modo de preámbulo natural, como refleja el impresionante documento del Magisterio de Juan XXIII, llamado precisamente Veterum Sapientia.

La Iglesia, al hacerse cargo de esta lengua y promover el pensar en sus términos, traspasó el propio conocimiento natural con las categorías gnoseológicas de la lengua eclesiástica, e impregnó la ciencia con su espíritu preciso, diamantino y atemporal, predisponiéndola para la comprensión metafísica de los fenómenos naturales.

Era un reflejo de un hecho fundamental del saber científico: la primacía absoluta de lo teológico. la Ciencia Sagrada es el centro vivo capaz de hacer converger hacia sus categorías todos los saberes parciales. Y esto lo realizaba la teología de manera natural con el uso de la lengua metafísica y sustantivadora por excelencia, la lengua latina.

La ciencia se expresaba en latín de forma natural, y era impensable alejarse de esta lengua, como refleja el impresionante comentario de Berkenhout.

Que el Latín y la Botánica estén relacionados íntimamente se entiende en una dimensión epistémica del pensar botánico.

No es sólo que el Latín ponga nombres y apellidos a las plantas, es que aprehende lo vegetal de acuerdo con sus categorías atemporales. Lo que proporciona al conocimiento botánico, a la taxonómica y a la morfología especialmente, es un status metafísico atemporal, universal y duradero, a salvo de las ideologías que en ocasiones nublan la mente de los científicos debido a los vaivenes humanos de las culturas.

Impresiona igualmente este texto de E.J.H. Corner de 1960:

"Nosotros los botánicos mantenemos vivo el latín. Nosotros lo leemos, lo escribimos, lo mecanografiamos, lo hablamos cuando las lenguas maternas no resultan apropiadas, y a través de él conseguimos trasladar cosas tan maravillosas como las flores de la orquídeas y los hongos microscópicos a la comprensión universal. Si no lo hiciésemos, la Babel de las lenguas y las grafías pondría fin a nuestra armonía, y estaríamos a merced de la política"

lunes, 6 de febrero de 2012

De anonadarse totalmente para ser totalmente de Dios

No se entiende apenas el aniquilamiento de Cristo, desde su Encarnación hasta su Crucifixión.

Ni se entiende que a ese anonadamiento estamos llamados.

El anonadamiento del Verbo es parte, ya, de ese aniquilamiento voluntario de Dios.

Que Dios mismo elija pobreza, intemperie, persecución, humillaciones, flagelación, ultrajes, escupitajos, escarnios, espinas, llagas, clavos, vinagre, muerte; para salvar a quienes le desobedecen, renunciando de esta manera escandalosa al ejercicio de su propio poder, es algo que sólo se puede comprender bajo la perspectiva sobrenatural de esta voluntaria aniquilación salvífica: HACERSE VÍCTIMA.

Carlos de Condren comprendió que el cristiano está llamado a imitar al Señor por este camino, y enseñó esto con una profundidad inigualable.

El padre Pourrat condensa de esta manera todo cuanto vió y gustó de esta doctrina el director de M. Olier:
"Estado de Hostia, disposición de anonadamiento interior. Debemos aniquilar en nosotros nuestra malas inclinaciones y aniquilarnos a nosotros mismos para reconocer nuestra nada ante Dios.

"
De Condren, que meditó especialmente sobre el sacerdocio y el sacrificio de Jesucristo, ve el ejercicio de ese sacerdocio y los elementos de ese sacrificio en los anonadamientos del verbo Encarnado...

"Si nos sacrificamos totalmente es para ser totalmente de Dios. La víctima del sacrificio no es recibida ni aceptada por Dios hasta que se destruye y consume totalmente. Por eso debemos sacrificar y anonadar todo lo que tenemos y somos a fin de no ser nada sino en Dios y por Dios.

"Cuanto menos seamos nosotros mismos, más seremos Cristo. (...) Cuanto más vacíos estemos de nosotros mismos, más llenos estaremos de Dios. Nada se arroja sobre el molde sin estar previamente fundido: es preciso pues destruir y fundir en nosotros al viejo Adán para convertirnos en Cristo".


Hacia el punto cero

¿Cómo puede estar presente el mal en las formas estéticas, cómo puede actuar en ellas? La dificultad de definir el mal estriba en la dificultad que encuentra nuestro entendimiento para elaborarse una representación formal de la nada, es decir, de la ausencia del Logos.

El rostro del mal es el rostro de la Gran Reducción ontológica, el gran vaciado:

de la nada a la Ausencia, y de la Ausencia al hábito del mal.

Una nada reductiva que, por ser nada, no es objetivamente esencial, pero que actúa en los sujetos vaciándolos; y actúa en forma de muerte, mentira, irrelevancia, intranscendencia, error, fealdad.

Para contemplar y discernir adecuadamente el problema del mal en las formas estéticas es necesario situarnos ante el arte bajo la perspectiva de lo eterno

Santo Tomás, San Agustín y toda la metafísica cristiana nos hablan de la falta de esencia del mal. Sólo el bien tiene esencia o, mejor dicho, solamente lo bueno es. Siendo Dios el Bien, sólo de Dios procede cualquier bien.

Sólo aquello que procede del Bien, que es Dios, tiene esencia.

Dios se presenta a su pueblo de una forma categórica: Yo soy el que Es, Yo soy el Ser, solamente Yo soy. El rostro de Dios es el rostro de la Esencia. A la pregunta fundamental: ¿Quién es la Esencia? Respondemos: Dios, El que es. Jesucristo, el Verbo Encarnado, el rostro de Dios, evoca en nosotros, por el Espíritu, el supremo gesto del Bien, su Forma suprema, la belleza en cuanto forma buena del ser. Lo irrelevante, la fealdad, lo intranscendente, evoca en nosotros, en cambio, por el pecado, el horrendo rostro del mal, es decir, la forma del no ser, del rechazo actual de Dios, el no radical a su Esencia.

El ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios. Perdida la semejanza por el pecado, es recuperada y aumentada por la Gracia de Cristo. El ser humano en gracia tiene capacidad para darse cuenta de lo feo y lo vacío, tanto del mundo creado herido por el pecado, como del mundo de las formas en general. El conocimiento estético es posible y objetivo. Porque el ser humano tiene capacidad para apercibirse de lo afectado por la Gran Reducción tras la Caída.

Desde el principio del tiempo del hombre el mal fue entendido y vivido como privación de bienes. Nuestros primeros padres, por la soberbia, experimentaron las terribles consecuencias del mal, vivido radicalmente como una exclusión de Dios, como expulsión del Bien que estaba en nosotros. Arrojando fuera de sí mismos a Aquel que Es, nuestros padres arrojaron fuera la esencia y se dejaron vaciar por el pecado. Nosotros, con esta naturaleza herida por la nada, nos vaciamos de la esencia divina participada y de nuestra propia identidad creatural cuando pecamos mortalmente y morimos a ella.

El mal es una reducción, una privación, una gran carencia, una nada que existe sin existir. Así, el verdadero rostro del mal se nos aparece desde el principio de nuestra historia con la imagen de una terrible privación, de un vaciado doloroso, de una espantosa reducción progresiva. El rostro del mal es el rostro de un ser humano que dice NO a Aquel que Es, y se queda vacío.

Pero, ¿cómo es el rostro de la nada? Si sólo Dios Es, todo cuanto queda fuera de su acción vivificadora no es. El mal, como rechazo de Dios, es un no querer ser, un carecer determinado de un Bien, que es el que Es.

A mayor mal, mayor reducción.

Por la pendiente del mal, que es el pecado, se desciende hasta el punto cero ontológico: la ausencia radical de bienes, la nada absoluta, la condenación, la irrelevancia metafísica. Caminar en pecado es caminar progresivo hacia el punto cero, un descenso hasta el abismo. Así como el mal no tiene esencia, el pecado nos vacía progresivamente.

El rostro del mal se va formado a medida que el pecado va agrediendo al sujeto del que el Logos se va retirando y va generando en él un vacío progresivo de bienes, una agresión a la naturaleza propia, como dice San Agustín.

El rostro del mal es el rostro de la reducción al punto cero metafísico. La irrelevancia absoluta.

La acción del mal en las formas estéticas consiste en diseñar en ellas el rostro de esa reducción de esencia creatural y pseudocrear una falsa belleza. Por algo dice San Jerónimo que el espíritu del mal es el mono imitador de Dios.

Pero no nos engañemos. Si el rostro del mal nos mira desde el mundo es porque en verdad nos mira desde el fondo de nuestra pseudolibertad. El mal toma existencia en nosotros por la acción del pecado. El mal no existe por sí mismo, pues no tiene esencia.

Pero no es menos cierto que podemos cegarlo y anularlo en nosotros:

Cristo, por la Cruz, nos da los medios necesarios para cerrar los ojos del mal que nosotros mismos hemos creado.

jueves, 2 de febrero de 2012

El joven Mártir

Regada por la colina
su sangre llega al mar
y funde las olas.

Abre sus brazos en cruz
entregándose al Padre.

Su pecho recoge un Latido más hondo
y determina un camino de paz
total e invulnerable.

Brotando del cuerpo estragado
se eleva el dolor a Jesús
hasta las llamas de nubes.

Con dulce sonrisa su rostro confiesa
la inmensa victoria final.

Sobre el albaricoque en flor

Sobre el silencio gotea algo dorado,
que pende de vasijas
sobre lo eterno colocadas.

De cuando en cuando, como flores,
dejan los niños
sus juegos bajo el árbol.

Como en la mano una señal
a objetos que se entregan, transparentes,
a su propio ser,

tiemblan las flores
en pequeñas ramas:

Sobre la casa
no encendida en tierra alguna,
sino en canto y en figura,

se acercan las manos a tocar
su propio adiós.

miércoles, 1 de febrero de 2012

De antiguos caminos que pasan al otro lado

Destellos del Monte Tabor,
visiones de oro líquido,

senderos oscuros, colinas de plata,

caminos que pasan
al otro lado.

Rastros, corolas de luz, pavesas,
restos de polen sobrenatural,

como una túnica inconsútil de seda
que se desliza sobre mi corazón
dejando azulado el camino de piedra...

Así contemplo cuanto fuera excelso
tornarse tesoro sin valor ni peso;
así las cosas que a su ser se deben
volverse grises y leves,
sin remedio.

Formas bellas de otro tiempo
estremecidas de Liturgia,

cuajadas de incienso,

como torrentes que no han dejado nunca de caer
desde el silencio del mar
hasta lo más hondo del cielo.

De una dorada melancolía
está entornada mi alma;

hacia otra luz
se inclina mi corazón,
y estando ya en camino,
de crepúsculo rendido,

como un arbusto en flor dormido
bajo un sombra de azul

camino bajo el sol del Hogar
hacia otro tiempo
y otro destino.

Lo bello pasa por sí,
pero perdura por Cristo.

De Formas transfiguradas y Presencias

Dios conserva su obra, está presente en todo lugar con su poder, todo depende de su Aliento, de su divina inmensidad, para poder ser y seguir siendo.

También está presente de otra forma, por la Gracia, con su Santidad, que deviene en Sacramento.

En el Horeb la Presencia del Todopoderoso cobra apariencia de nube y fuego, se hace irradiante y llena de santo temor de Dios a su Pueblo.

Exodo 24, 12 El Señor dijo a Moisés: “Sube hasta mí, a la montaña, y quédate aquí.

17 El aspecto de la gloria del Señor era a los ojos de los israelitas como un fuego devorador sobre la cumbre de la montaña. 18 Moisés entró en la nube y subió a la montaña. Allí permaneció cuarenta días y cuarenta noches.

Desde las páginas desérticas del Éxodo la Presencia del Todopoderoso atraviesa el tiempo y el espacio y nos alcanza a nosotros por Cristo Transfigurado, estremeciendo milenios con su fulgor, fundiendo cordilleras de oro líquido con su fuego, forjando sagrarios con su santidad.

La luz fructificante de su Presencia, que vino a Moisés a bañar su rostro de potencia, nos alcanza también a nosotros a través del resplandor transfigurado de Jesús en el Tabor, que es el nuevo Horeb.

También Moisés está presente en el Tabor, con Elías, pues a ellos les fue dado contemplar la gloria de Dios.

Elías viaja al monte Horeb.

1 Reyes 19, 8:"8 Elías se levantó, comió y bebió, y fortalecido por ese alimento caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta la montaña de Dios, el Horeb.

Vuelve a viajar al Monte de la Presencia cuando Jesús se transfigura.

La Presencia del Todopoderoso no reside ya en la nube ni en el fuego devorador, sino en el Cuerpo de Cristo.

La Presencia total de Dios en Cristo el Verbo habita en la filiación sobrenatural participada a que estamos convocados sus hermanos adoptivos.

La santidad de los hijos de Dios, es santidad de subida a la Presencia Transfigurada de Jesús.

Subir a la montaña de Dios es subir sacramentalmente a su Divina Presencia.

Cristo sube al Tabor, y toda su Divinidad cobra presencia fulgurante y transfiguradora.

Moisés sube al Viejo Tabor, el Horeb. Pero Moisés no se transfigura, porque sólo es un hombre. Cuando Dios Hijo se transfigura en el Nuevo Horeb, que es el Tabor, Moises contempla la plenitud de la Presencia, que antes sólo puedo ver bajo forma de nube y fuego irradiante.

Pero la forma de la Presencia es ahora la Presencia misma de Cristo

Tras la Ascensión del Señor, los bautizados, por Gracia, somos convocados a ser forma libre de la Presencia de Dios.

La santidad es presencia plena del Transfigurado en sus hermanos adoptivos.

La santidad nos hace portadores de la Presencia de Dios.

Es Presencia Adoptada, presencia Participada, no en forma de nube o fuego devorador, sino en forma filial, en forma de hijo, en forma de criatura transfigurada por el Transfigurado.

Es la Transfiguración Adoptiva de los santos, por la que portan la presencia irradiante de la Divinidad.