jueves, 9 de febrero de 2012

Sobre el Latín y la Botánica

"Aquellos que desean continuar ignorando la lengua latina, no tienen nada que tratar con el estudio de la Botánica" (John Berkenhout, 1789)

Así de tajante se manifestaba el autor de esta frase, en un contexto en que la lengua latina era el medio de expresión y pensamiento propio del conocimiento, tanto del natural como del sobrenatural.

La Iglesia, al hacerse cargo de esta lengua, junto con el griego, se hacía heredera del vasto saber de la veterum sapientia, la sabiduría antigua de griegos y romanos que preparaba el Evangelio a modo de preámbulo natural, como refleja el impresionante documento del Magisterio de Juan XXIII, llamado precisamente Veterum Sapientia.

La Iglesia, al hacerse cargo de esta lengua y promover el pensar en sus términos, traspasó el propio conocimiento natural con las categorías gnoseológicas de la lengua eclesiástica, e impregnó la ciencia con su espíritu preciso, diamantino y atemporal, predisponiéndola para la comprensión metafísica de los fenómenos naturales.

Era un reflejo de un hecho fundamental del saber científico: la primacía absoluta de lo teológico. la Ciencia Sagrada es el centro vivo capaz de hacer converger hacia sus categorías todos los saberes parciales. Y esto lo realizaba la teología de manera natural con el uso de la lengua metafísica y sustantivadora por excelencia, la lengua latina.

La ciencia se expresaba en latín de forma natural, y era impensable alejarse de esta lengua, como refleja el impresionante comentario de Berkenhout.

Que el Latín y la Botánica estén relacionados íntimamente se entiende en una dimensión epistémica del pensar botánico.

No es sólo que el Latín ponga nombres y apellidos a las plantas, es que aprehende lo vegetal de acuerdo con sus categorías atemporales. Lo que proporciona al conocimiento botánico, a la taxonómica y a la morfología especialmente, es un status metafísico atemporal, universal y duradero, a salvo de las ideologías que en ocasiones nublan la mente de los científicos debido a los vaivenes humanos de las culturas.

Impresiona igualmente este texto de E.J.H. Corner de 1960:

"Nosotros los botánicos mantenemos vivo el latín. Nosotros lo leemos, lo escribimos, lo mecanografiamos, lo hablamos cuando las lenguas maternas no resultan apropiadas, y a través de él conseguimos trasladar cosas tan maravillosas como las flores de la orquídeas y los hongos microscópicos a la comprensión universal. Si no lo hiciésemos, la Babel de las lenguas y las grafías pondría fin a nuestra armonía, y estaríamos a merced de la política"

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