sábado, 18 de febrero de 2012

Que es necesario detener la huída reposando en Cristo y esperando en Él

El rechazo por el patrimonio de verdades que heredamos de nuestros antepasados, o ese deseo insano y constante de cambios y nuevas valoraciones,

o la inquietud que empuja a buscar aquí y allá a ir probando nuevas opiniones y caminos;

como el rechazo a apacentarse en verdades inamovibles... no son más que muestras del espíritu de vértigo propio de la apostasía,

espíritu que atraído por la Ausencia del Logos hace caer individuos y sociedades enteras en un movimiento acelerado hacia ese nuevo centro antropotrópico que genera la Caída.

Nunca el ser humano sufre en mayor medida las consecuencias de la Caída que en la apostasía.

Porque no es sólo que esté herido, sino que rechaza al Médico que viene a salvarle dándole la Vida.

EL ESPÍRITU DE VÉRTIGO ARREBATANDO LA CULTURA
Pronto se dejó ver el movimiento hacia la ausencia del Logos en el arte musical "culto" de la sociedad contemporánea. A los ilustrados el mal afecta primero. En la llamada música clásica contemporánea predomina abrumadoramente la disonancia,

que es movimiento armónico no resuelto, tensión y aspiración permanente a la estabilidad, que es la consonancia, que la ordena y la resuelve. La disonancia es movimiento inconcluso; la consonancia, la conclusión y el reposo de la belleza. Los músicos del s. XX y del XXI idolatran la disonancia, crean un lenguaje musical nuevo, atonal, irracional, donde se anulan las relaciones lógicas y naturales entre los sonidos, y el alma se siente asaltada por lo malsonante, por lo no intelectivo, por la sofocación estridente y fea de sonidos sin sentido.

Es el feísmo, que ya empezó a calar en la pintura europea mucho antes. Las artes plásticas substituyen la calidad técnica, la excelencia formal por el poder de la mancha o de la línea truncada. La relación entre el dibujo y el cromatismo se desconecta. Lo feo se hace modelo y paradigma, como una disonancia de imágenes.

Podríamos ir pasando de diosciplina en disciplina, escultura, literatura, cine... e ir comprobando el avanza de la fealdad, de la falta de forma, de la disolución del logos, que arrebata la cultura hundiéndola en un remolino de vaciedad. ¿Somos en exceso negativos al decir esto? Puede ser, pero no podemos callar la verdad, aunque resulte duro conocerla.

SON LAS GRANDES VELOCIDADES DE LA AUTODESTRUCCIÓN
A nosotros no nos importa que nos llamen profetas de catástrofes, o apóstoles negativos. Nosotros hemos de dar el aviso. Es nuestra misión, sin caer en resptos humanos o en falsos miedos y prudencias carnales. Hacemos nuestros, muy nuestros, los versos de Prudencio, el gran poeta de la cristiandad:

"(...) iam necesse est audias
nolis uelisme, quis colatis sordium"

(es necesario que oigas,
quieras o no, qué clase de ignominias adoráis vosotros)

El ansia de velocidad de los tiempos apóstatas se refleja en el mundo de las grandes velocidades generadas por la técnica. El hombre caído sueña con vivir a la velocidad de la luz, y lo refleja en sus obras literarias o en el mundo del cine. Y es que la técnica coopera con el espíritu de vértigo nihilista y hace reales sus sueños.

El hombre caído quiere ir siempre más rápido, conseguir lo que desea más rápido; comida rápida, cultura de consumo fácil, aprendizaje rápido y sin esfuerzo; todos quieren abreviarlo todo. Y sobre todo el poder de Dios.

Quieren abreviar la fuerza del Todopoderoso para que aumente la fuerza humana.

Por eso el espíritu de independencia es hermano del espíritu de vértigo, que es espíritu de pseudoliberación, de desobediencia, de huída. La desobediencia desata del centro estable de las verdades morales, de la ley natural, que es enemiga número uno del espíritu de independencia, que desea enormes velocidades exisenciales.

Los hombres y mujeres poseídos por el Vértigo Originario, potenciado por la apostasía, se destruirán según ese mismo espíritu rápido. Como dice la Escritura:

"Velociter decident" (Sal Vulg 36) Velozmente se estropearán, se marchitarán, se mustiarán, como heno marchito, sicut faenum velociter decident,

Y como la hierba verde se agostarán secándose, al faltarles el Agua de Vida, que sólo mana de ese centro inamovible que es Cristo.

Todos aquellos hombres y mujeres poseídos por el espíritu de fuga seautodestruirán velozmente al liberarse de la ley natural.

La Escritura nos dice que ese centro inamovible es inatacable al mal,

y no se deja arrastrar por el remolino. Ese centro en que estamos a salvo de la gran corriente del Maelstrom es Jesucristo.

Lo dice la Escritura de la Iglesia: "Ipse aget", Él actuará. (Sal Vulg 35, 5)

Él actuará.

Él actuará des-centrándonos del mundo y su vértigo, y re-centrándonos en su Logos, que es verdad y gracia. Entonces se hace posible huir de la huída, detener la fuga, perder la propia identidad.

Fruaris securitate. Nos dice el salmista. Apaciéntate de seguridad. (Sal Vulg 36, 3)

Cálmate. Sosiégate en Cristo y detén tu huída.

Detén tu huída. Siste fugam dice Séneca.

Es la enseñanza de la sabiduría antigua.

Para Cristo es posible, para nosotros es posible detener el vértigo y asentarnos en la verdad, reposar en ella, disfrutar y alcanzar el centro inmutable y atemporal en que se está a salvo y es posible la belleza y la armonía.

"Aequiesce in Domino, et spera in Eo". (Sal Vulg 36, 7)

Aquiétate en el Señor, y espera en Él.

En esta quietud es posible la esperanza, que es la Gracia de Jesucristo (1 Pe 1, 13)

6 comentarios:

  1. ¡Qué razón tienes, Alonso, con esto del "espíritu de vértigo"! Si nos fijamos, es uno de nuestros principales enemigos. Evangelizar hoy es como vender helados en invierno desde el arcén de la curva de una autopista. Encima de que a nadie le apetecen los helados, ni siquiera tiene tiempo a ver lo que vendes yendo a 120 Km/h, y para colmo está "prohibidísimo" pararse ahí...

    Esto lo he experimentado muchísimas veces en mi experiencia personal de apostolado: tengo conversaciones muy buenas con personas, pero son encuentros momentáneos, sin continuidad. Y para anunciar a Cristo no basta un ratito, hace falta una cierta continuidad. Hoy, la gente quiere aceptar o rechazar algo basándose en la impresión que le produce en 20 segundos, que es lo que dura un anuncio de TV o la decisión de comprar en un supermercado. Y a la decisión más importante de su vida, que es la opción por Cristo, no se le dedica más tiempo -porque no les da tiempo a darse cuanta siquiera de que es la decisión más importante -la única importante- de su vida. Esto quiere decir que, si queremos hacer apostolado, tenemos que hacerlo fuera de ese espíritu de vértigo, y habrá que buscar formas para ello. Es lo que hacen los cursillos de cristiandad, aunque se sabe que muchas veces los "conversos" vuelven al espíritu de vértigo y se quedan igual que estaban.

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  2. Me recuerda a esto: "Yo estoy atento y escucho; no hay quien hable rectamente, nadie que ese arrepienta de su maldad, diciendo: '¿Qué es lo que he hecho?' Todos corren desenfrenadamente su carrera, com caballo lanzado impetuosamente a la batalla." (Jeremías 8, 6)

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    1. Longinos, oportunísima la cita de Jeremías 8, 6.

      Ese correr desenfrenado es el espíritu de vértigo, tan opuesto a la quietud y la calma de la vida interior en el Señor.

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    2. Longinos, reflexionando sobre eso que dices del apostolado, estoy pensando que, como tú dices, lo momentáneo, lo rápidísimo, lo vertiginoso condiciona multitud de veces nuestra labor de evangelización, y a menudo nos contagiamos de ese espíritu.

      Hoy parece que hemos de conseguir resultados rápidos, una impresión momentánea, una mirada, una palabra en su justo momento... `parece que dentro de este espíritu de vértigo todos estos factores efímeros cuentan por encima de otros.

      Se quieren tomar decisiones en un instante en base a impresiones fugitivas, y nosotros a menudos pretendemos eso mismo.

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  3. El último mensaje de Medjugorje dice que hablamos mucho y oramos poco. Es uno de las consecuencias de ese vértigo.

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    1. Hoy me fijo en lo que dices de Medjugorje. Sin duda, el espíritu de vértigo nos lleva a querer hacer las cosas a nuestra manera, y a despreciar la oración como una pérdida de tiempo.

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