martes, 21 de septiembre de 2010

Acción humana y moralidad

¿Cómo sabemos si un acto que realizamos es bueno o malo?

Veamos en primer lugar cuáles son las partes de un acto humano.

En primer lugar, el acto mismo en cuanto acto moral, es decir, su objeto. Un acto en cuanto a objeto de juicio de la conciencia puede ser bueno o malo.
A la valoración del acto como bueno o malo denominamos objeto del acto.
Aquí nos guía la conciencia: todos sabemos que mentir es malo, por ejemplo. Nunca es lícito realizar un acto cuyo objeto es malo. Pero en ocasiones tampoco es lícito realizar un acto cuyo objeto es bueno si son malos sus otros dos elementos.

La intención, en segundo lugar. Es la finalidad que persigue la persona al realizar ese acto, que puede coincidir o no con el objeto de la acción. Si la intención o fin es malo, vicia por completo la bondad del acto.

Aconsejar está bien (objeto bueno), pero se vicia y es malo si la intención es engañar y aconsejar un mal ( intención mala).

Rezar es bueno (objeto bueno) pero se vicia y es malo si la intención es pedir algo a lo que no tenemos ningún derecho o supone un mal para otros (intención mala)

Un buen fin o intención no puede convertir jamás una acción cuyo objeto es malo en bueno.

Por ejemplo, con el buen fin de ayudar a un amigo (fin bueno) no se puede mentir (objeto malo)

Con el fin bueno de aliviar el sufrimiento (intención buena) no se puede matar a una persona inocente (objeto malo)

Dice la Escritura: No deben hacerse cosas malas para que resulten bienes (Romanos 8, 3)

Pero algo cuyo objeto es bueno, y su intención también, puede ser malo si las circunstancias no lo aconsejan:

Acudir a hacer obras de caridad a un pais del tercer mundo (objeto bueno) para ayudar a los pobres (fin bueno) es malo si para ello hay que abandonar a la familia y descuidar nuestros deberes con nuestro cónyuge e hijos (circunstancia mala)

El tercer elemento, las circunstancias. Suponen una serie de condicionantes al acto humano que influyen en su bondad o maldad. Hay circunstancias que atenúan o agravan la moralidad del acto. Y otras circunstancias que añaden connotaciones morales nuevas a las acciones.

Blasfemar, por ejemplo, es más grave si hay niños delante que si no los hay. Dar testimonio de nuestra fe es más meritorio si estamos en un ambiente hostil que si estamos rodeados de amigos que comparten nuestras creencias. Un anuncio con imagenes obscenas es más inmoral si se proyecta en una película infantil. Etc.

Por tanto, y resumiendo, podemos afirmar, siguiendo a Santo Tomás de Aquino, que para que una acción sea buena es necesario que lo sean sus tres componentes: objeto bueno, intención buena, circunstancias buenas.

El bien nace de la rectitud completa.

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