viernes, 6 de julio de 2012

Por lo que nunca te he dado


Señor mío y Dios mío, me conformo con seguirte, detrás tuya, a duras penas, tras tu manto, o tras tu sombra. Tal vez en un momento del camino mires hacia atrás, y tu Mirada se cruce con la mía, y entonces yo sabré vivir al fin, y no me importará el silencio, ni la sombra, ni las esperas largas, muy largas, de lo que nunca viene.

Pues tu mirada es mi vida, Señor, y en ella soy fuerte y resplandezco en tus ojos, como si nunca hubiera sido pecador, como si nunca hubiera desesperado, como si ahora y siempre te hubiera merecido, Señor, por lo que nunca te he dado.

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