miércoles, 13 de abril de 2011

Siempre fervientes, siempre hablando del Señor

Los laicos estamos llamados al apostolado. Hasta tal punto, que el Magisterio de la Iglesia dice: "el apostolado de los laicos, que surge de su misma vocación cristiana, nunca puede faltar en la Iglesia" (Apostolicam Actuositatem, 1)

Nunca puede faltar en la Iglesia.

Y si falta, o contiene graves deficiencias, produce daños que es necesario reparar con oración, ayuno, limosna, obediencia sobrenatural, una profunda humildad y un apostolado más ferviente en el espíritu cristiano, bíblico, tradicional, obediente al Magisterio de la Iglesia.

Pero no puede faltar. Porque amamos tanto al Señor que queremos proclamar a los cuatro vientos que Cristo es la única salud, la única paz, la verdadera estabilidad, la única fuente de perfección y de bondad, el equilibrio sobrenatural, el gozo celestial, la profunda y verdadera luminosidad de toda inteligencia, la más perfecta y tierna sencillez, el única camino de vida ordenada a lo imperecedero y luminosa por la Gracia. Estamos tan llenos de Cristo que nos aburre no hablar de Cristo. Pero, ¿desde cuándo es tan importante el apostolado de nosotros, los laicos? Desde el principio de la Iglesia.

Así nos lo dice el mismo documento del Magisterio en el mismo punto 1:

"Cuán espontánea y cuán fructuosa fuera esta actividad en los orígenes de la Iglesia lo demuestran abundantemente las mismas Sagradas Escrituras (Cf. Act., 11,19-21; 18,26; Rom., 16,1-16; Fil., 4,3)"

Lo que ocurre es que, hoy día, debido a la mundanización, secularización, descristianización de Occidente, se hace urgentísimo este apostolado. Se hace urgente porque la doctrina de Cristo es urgente. Pues cuando vives a oscuras necesitas de la luz. Cuando queda escindida la vida moral de la vida espiritual se producen graves daños en el orden interior de la persona y la conciencia queda oscurecida, relativizada.

Así nos lo enseña este mismo Decreto Conciliar:

"Y este apostolado se hace más urgente porque ha crecido muchísimo, como es justo, la autonomía de muchos sectores de la vida humana, y a veces con cierta separación del orden ético y religioso y con gran peligro de la vida cristiana"

Nos dice la Iglesia que Dios nos llama al apostolado, que los laicos, concretamente, "son llamados por Dios para que, fervientes en el espíritu cristiano, ejerzan su apostolado en el mundo a manera de fermento" (Apostolicam Actuositatem 2)

Quiere la Iglesia que seamos fervorosos en el espiritu cristiano, que es urgente, debido, entre otras causas, a la escisión entre ética y fe, gran peligro para la vida cristiana. No podemos separar moral y fe cristiana, porque seguimos a Cristo.

Nuestro apostolado, pues, no consiste sólo en hacer el bien, en testimoniar la Gracia y comunicarla con nuestra buenas obras, o en hablar únicamente de moral, como si fuera posible separar la ley Moral del Autor de la misma; sino que "el verdadero apóstol busca las ocasiones de anunciar a Cristo con la palabra, ya a los no creyentes para llevarlos a la fe; ya a los fieles para instruirlos, confirmarlos y estimularlos a una vida más fervorosa:

"la caridad de Cristo nos urge" (2 Cor., 5,14), y en el corazón de todos deben resonar aquellas palabras del Apóstol: "¡Ay de mí si no evangelizare"! (1 Cor., 9,16)." (Apost. Actuos. 6)

Es tan alta la misión apostólica de los laicos, que el Concilio enseña como parte de la misma la de reanimar el ejercicio pastoral de la Iglesia:

"Pues los laicos de verdadero espíritu apostólico, a la manera de aquellos hombres y mujeres que ayudaban a Pablo en el Evangelio (Cf. Act., 18,18-26; Rom., 16,3), suplen lo que falta a sus hermanos y reaniman el espíritu tanto de los pastores como del resto del pueblo fiel (Cf. 1 Cor., 16,17-18).

"Porque nutridos ellos mismos con la participación activa en la vida litúrgica de su comunidad, cumplen solícitamente su cometido en las obras apostólicas de la misma; conducen hacia la Iglesia a los que quizá andaban alejados; cooperan resueltamente en la comunicación de la palabra de Dios, sobre todo con la instrucción catequética; con la ayuda de su pericia hacen más eficaz el cuidado de las almas e incluso la administración de los bienes de la Iglesia. (Apostolicam. Actuositatem, 10)

También nos enseña el Concilio a hacer apostolado directo de Cristo, sea con creyentes como con no creyentes: "Con relación al apostolado de evangelizar y santificar a los hombres, los laicos han de formarse especialmente para entablar diálogo con los otros, creyentes o no creyentes, para manifestar directamente a todos el mensaje de Cristo.

"Pero como en estos tiempos se difunde ampliamente y en todas partes el materialismo de toda especie, incluso entre los católicos, los laicos no sólo deben aprender con más cuidado la doctrina católica, sobre todo en aquellos puntos en que se la ataca, sino que han de dar testimonio de la vida evangélica contra cualquiera de las formas del materialismo." (Apostólicam Actuositatem, 31)


Y deja claro que el objetivo de toda formación ordenada a la acción apostólica es: " lograr un conocimiento más profundo de la Sagrada Escritura y de la doctrina católica"

Hay que grabarse bien en la cabeza que el único lenguaje provechoso para el apostolado de la fe es el bíblico y tradicional. Y que existe un error gravísimo: la secularización del apostolado, que así no es capaz de cumplir satisfactoriamente la misión que la Iglesia nos confiere a los laicos: el lenguaje, los conceptos, las categorías de un mundo sin Cristo, sin Luz, penetra en el apostolado de los que son de Cristo, secularizándolo, mundanizándolo, oscureciéndolo, callando a Cristo para que hable el mundo. Al final se deja de ser de Cristo, y como el lenguaje del mundo no puede iluminar el mundo, el apostolado se vuelve inoperante, sal sosa, letra humana.

Porque el que vence y arrebata es Cristo y su palabra bíblica y tradicional. Ninguna reflexión cultural, filosófica, sirve para nada. Porque el que sirve es Cristo.

Es infructuoso, poco bíblico, sin Tradición, ese frecuentísimo apostolado pelagiano-sincretista a la manera de los libros pseudosanadores new age, de estilo Paulo Coelho, Bucay, etc., etc, que tanto encontramos hoy en día entre el Pueblo de Dios, apostolado en que tanto vale un cuento sufí, como otro budista, como otro confuciano, indigenista, ecologista, psicologista, taoísta.... Este apostolado new age se prodiga en libros, homilias, reuniones... Cambian el apostolado de la Palabra del Señor por el apostolado de palabras humanas.


El apostolado secularizado tan abundante y frecuente de hoy, profundamente pelagiano, sincrético y culturalista, es complicado, sofisticado, artificial, infecundo.

El apostolado bíblico y tradicional es sencillo, hermoso, cautivador. Porque se basa en la Palabra de Cristo, y si es fiel a la doctrina del Señor, será fecundo y fructífero, porque dará Gracia.

Será Luz de Vida.

El justo vive de la fe (Rom 1, 17) La fe es por la predicación, y la predicación por la Palabra de Cristo (Rom 10, 17)

El Apostolado de los laicos, pues, debe comenzar con el anuncio del Evangelio de Jesucristo, que "es el mismo ayer y hoy y siempre" (Heb 13, 8).

Es el único mensaje verdadero que puede transformar el mundo. Porque dá la Gracia y sirve al Padre, para que por el Espíritu nos santifique en la verdad.

Si no pedimos al Señor la fuerza para predicar el Evangelio en toda su integridad, y somos débiles, ante el mundo, para predicarlo como la iglesia quiere y nos enseña a través de su Magisterio, caeremos en falseamientos, en eticismos, moralismos, naturalismos, culturalismos, sincretismos new age donde todo parece tener valor... un valor que no tiene.

Porque lo único que vale es Cristo. Pues sin Él no podemos hacer nada (Jn 15, 5)


Termino con las bellas palabras del Concilio sobre el apostolado seglar:

Es preciso que los seglares avancen en la santidad decididos y animosos por este camino, esforzándose en superar las dificultades con prudencia y paciencia. Nada en su vida debe ser ajeno a la orientación espiritual, ni las preocupaciones familiares, ni otros negocios temporales, según las palabras del Apóstol: "Todo cuanto hacéis de palabra o de obra, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por El" (Col., 3,17).

2 comentarios:

  1. Es cierto que el apostolado, si no transmite a Cristo, no podrá nunca llevar a Dios a las almas, pues pobre y necios somos si creemos que por nuestras propias fuerzas, criterios, pensamientos, el hombre puede alcanzar a Dios.
    Creo que somos nosotros, los que no estamos lo suficientemente enamorados de Cristo, ¿y si no estoy enamorada de El?, si no es el Bien de mi alma, ¿cómo podré hablar ni siquiera de Dios?.
    Creo firmemente que es esto lo que ocurre en muchas catequesis hoy, no estamos lo suficientemente enamorados de Cristo, no siendo fiel a la oración, a los sacramentos, desaprovechando toda oportunidad que el Señor me da cada día para crecer en humildad, son tantas y tantas cosas en las que están desembocando en esta nueva forma de hacer apostolado, que de lo que menos se habla es de Dios.
    Si pusieramos especial empeño, en cambiar de vida haciendolo todo por amor, negándome a todo lo que al Señor no le agrade. Leyendo, y meditando cada día la palabra de Dios, e intentando tener a Dios presente en los trabajos diarios, así aun sin darme cuenta saldrá Cristo, en mis actos, conversaciones, etc. Porque en definitiva, como muy bien dices, lo único que vale es Cristo,
    Un saludo para ti y toda tu familia, que el Señor os bendiga. Rosa

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  2. Muchas gracias Rosa por tus palabras, acertadas y sabias como siempre.

    Creo que has dado en el clavo, el problema es que no estamos lo bastante enamorados de Cristo. Yo contemplo con honda preocupación lo que pasa hoy día entre una gran mayoría de católicos: que no hablan de Dios, no hablan del Señor.

    Se quedan en asuntos de valores, actitudes y moralinas... como si fuera posible algo sin estar metidos en Cristo. "Sin Mí no podéis hacer nada"(Jn 15, 5)

    A mí todo lo que no sea hablar de Cristo y de su Iglesia me aburre soberanamente y me produce tedio. Vivir en Cristo es maravilloso, no tengo palabras para describir el misterio insondable que produce en toda vida la Gracia del Señor. Ante esto, todo lo demás es silencio.

    Bueno, un abrazo y Dios te bendiga.

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