Hermanos de mi Iglesia local de Cádiz y Ceuta y de todas las Iglesias, no desaprovechemos el caudal de la Gracia. A diario la recibimos por pura misericordia, y a diario hemos de aprovecharla en santificación nuestra y salvación de nuestros hermanos.
El mismo Espíritu del Señor nos lo dice en 2 Cor 6, 1:
"Como colaboradores suyos os exhortamos a no recibir en vano la Gracia de Dios".Vivamos de la Palabra de Cristo y en ella esperemos. Proclamemos a los cuatro vientos la Palabra de Vida. No sucedáneos, sino Aquella que es alimento, como el pan (Mt 4, 4) Hay muchos a nuestro alrededor que tienen hambre, proclamémosles el pan de la Palabra, para que accedan al Pan de aliento eterno que es Cristo Vivo, nuestro Dios:
2 Proclama la Palabra de Dios, insiste con ocasión o sin ella, arguye, reprende, exhorta, con paciencia incansable y con afán de enseñar. 3 Porque llegará el tiempo en que los hombres no soportarán más la sana doctrina; por el contrario, llevados por sus inclinaciones, se procurarán una multitud de maestros 4 que les halaguen los oídos, y se apartarán de la verdad para escuchar cosas fantasiosas. 5 Tú, en cambio, vigila atentamente, soporta todas las pruebas, realiza tu tarea como predicador del Evangelio" (2 Timoteo 4)Dispongámonos para el testimonio en el Espíritu. Si viene el martirio será mejor, no lo dudéis. No lo evitemos, antes bien miremos cara a cara al Trono de Gracia, que es su cruz, y desde allí ahoguemos el mal en bien con esta fuerza sobrenatural de Dios que es Cristo, fortaleza nuestra. Bendito sea Dios Todopoderoso, que nos conforta en su Verbo, para que también nosotros, en esta diócesis, podamos confortar con la esperanza que no cesa por la Gracia a todos cuanto desconocen la misericordia de Nuestro Señor y viven engañados, creyéndose fuertes cuando son débiles, ricos cuando son indigentes, felices cuando son desgraciados, esperando en ellos mismos, ciegos a la verdad de la fe en Jesucristo.
Seamos consecuentes y vivamos de forma que el mundo conozca que existe un Salvador, cuyo reino no es de este mundo. Porque defraudamos a Cristo si no combatimos las tinieblas del mundo con las armas de Dios y en cambio sonreímos a sus perversidades, como si no existiera el poder de las tinieblas y los pecados que dan la muerte, por miedo a ser burlados, ofendidos, pisoteados, insultados, despedidos.
Y no os quepa duda alguna: el mundo no necesita de nuestras complicidades, ni de nuestros valores meramente humanos, demasiado humanos; ni de nuestras actitudes complacientes, ni de nuestros eufemismos, ni de silencio alguno o de temores prudenciales.
¡El mundo necesita a Cristo Salvador! Y nosotros hemos de mostrárselo de palabra y obra, siendo irreprochables, dando ejemplo de fidelidad a nuestro estado sobrenatural y a las obligaciones luminosas de nuestro peregrinaje en la tierra, conforme al Plan de Dios; de forma que podamos decir:
imitadnos, que vivimos, siendo pobres, castos y obedientes, la misericordia de Cristo Redentor, y sólo de esta forma, como instrumentos de Dios, accedemos a la perfección de la Gracia por la pura gratuitad de los sacramentos,
y no nos consolamos en nuestra carne sino en el Espíritu; para que la Gracia de la Crucifixión del Salvador transforme nuestras vidas y nos convierta a la Luz, de donde manan toda paz y todo consuelo, toda felicidad y toda certidumbre, todo equilibrio y toda belleza, toda esperanza y toda claridad.
Hermanos de mi diócesis, han pasado ya los años en que nuestra fe quedaba reducida en muchos casos a un estrecharse las manos y proponerse objetivos que nunca se cumplían, porque faltaba la Gracia. Si de ahora en adelante sufrimos escarnio, alegrémonos y glorifiquemos al Señor, que todos nuestros padecimientos por el Reino Celeste serán para conversión de nuestros familiares, amigos, conocidos, vecinos...
"Si somos atribulados, es para vuestro consuelo y salvación" (2 Cor 1, 6)Mirad, el mundo necesita la verdad completa. Digámosela. Con caridad, pero completa; suavemente, pero sin atenuantes. Con mansedumbre y gozo de hermanos, pero con la firmeza de Cristo, que es dulce y fuerte como el que vence siempre en toda batalla, y no se arredra porque es el Dios de los Ejércitos. En Él vencemos las fuerzas del mal y nos complacemos en la alegría y la paz del Todopoderoso. Como David venciendo al gigante, con sólo unas pequeñas piedras y el poder de Dios.
No dudéis de esto: en nuestra Iglesia debe reformarse y corregirse todo lo que está mal, y no dejar que el mal estropée por completo la casa. Si la Casa de Dios se carcome por la humedad de los viejos errores antropocéntricos, secularizantes y materialistas, aireémosla con el soplo del espíritu y con la Luz soleada de Cristo, que todo lo restaura y lo rejuvenece. No somos del mundo, somos de Cristo. Vivamos de paso, como peregrinos y forasteros (1 Pe 2, 11), que sólo así podremos colaborar con el Dios de toda piedad en la edificación de su Reino.
No permitamos que el error se propague en boca de falsos maestros, ni que la santa Liturgia de Dios quede a veces tendida sobre la tierra de un vulgar humanismo teatral y vacío. Hagamos brillar todo el fulgor de la doctrina de la Iglesia y dejemos camino libre a todos los fieles servidores de Cristo, que son muchedumbre en nuestra Iglesia local. No dejemos de recordarlo: cómo ardían nuestros corazones en aquel Vía crucis, con la cruz del Papa, o ante el icono de nuestra Madre.
Somos muchos los que amamos nuestra iglesia local y queremos que sea reflejo nupcial de Cristo. Siguiendo la voz del Santo Concilio, obedezcamos en todo a la Iglesia, que nos enseña en Apostólicam Actuositatem este mismo camino de renovació: