martes, 17 de mayo de 2011

Carta a los hermanos de mi Iglesia

Hermanos de mi Iglesia local de Cádiz y Ceuta y de todas las Iglesias, no desaprovechemos el caudal de la Gracia. A diario la recibimos por pura misericordia, y a diario hemos de aprovecharla en santificación nuestra y salvación de nuestros hermanos.

El mismo Espíritu del Señor nos lo dice en 2 Cor 6, 1:
"Como colaboradores suyos os exhortamos a no recibir en vano la Gracia de Dios".
Vivamos de la Palabra de Cristo y en ella esperemos. Proclamemos a los cuatro vientos la Palabra de Vida. No sucedáneos, sino Aquella que es alimento, como el pan (Mt 4, 4) Hay muchos a nuestro alrededor que tienen hambre, proclamémosles el pan de la Palabra, para que accedan al Pan de aliento eterno que es Cristo Vivo, nuestro Dios:
2 Proclama la Palabra de Dios, insiste con ocasión o sin ella, arguye, reprende, exhorta, con paciencia incansable y con afán de enseñar. 3 Porque llegará el tiempo en que los hombres no soportarán más la sana doctrina; por el contrario, llevados por sus inclinaciones, se procurarán una multitud de maestros 4 que les halaguen los oídos, y se apartarán de la verdad para escuchar cosas fantasiosas. 5 Tú, en cambio, vigila atentamente, soporta todas las pruebas, realiza tu tarea como predicador del Evangelio" (2 Timoteo 4)
Dispongámonos para el testimonio en el Espíritu. Si viene el martirio será mejor, no lo dudéis. No lo evitemos, antes bien miremos cara a cara al Trono de Gracia, que es su cruz, y desde allí ahoguemos el mal en bien con esta fuerza sobrenatural de Dios que es Cristo, fortaleza nuestra. Bendito sea Dios Todopoderoso, que nos conforta en su Verbo, para que también nosotros, en esta diócesis, podamos confortar con la esperanza que no cesa por la Gracia a todos cuanto desconocen la misericordia de Nuestro Señor y viven engañados, creyéndose fuertes cuando son débiles, ricos cuando son indigentes, felices cuando son desgraciados, esperando en ellos mismos, ciegos a la verdad de la fe en Jesucristo.

Seamos consecuentes y vivamos de forma que el mundo conozca que existe un Salvador, cuyo reino no es de este mundo. Porque defraudamos a Cristo si no combatimos las tinieblas del mundo con las armas de Dios y en cambio sonreímos a sus perversidades, como si no existiera el poder de las tinieblas y los pecados que dan la muerte, por miedo a ser burlados, ofendidos, pisoteados, insultados, despedidos.

Y no os quepa duda alguna: el mundo no necesita de nuestras complicidades, ni de nuestros valores meramente humanos, demasiado humanos; ni de nuestras actitudes complacientes, ni de nuestros eufemismos, ni de silencio alguno o de temores prudenciales.

¡El mundo necesita a Cristo Salvador! Y nosotros hemos de mostrárselo de palabra y obra, siendo irreprochables, dando ejemplo de fidelidad a nuestro estado sobrenatural y a las obligaciones luminosas de nuestro peregrinaje en la tierra, conforme al Plan de Dios; de forma que podamos decir:

imitadnos, que vivimos, siendo pobres, castos y obedientes, la misericordia de Cristo Redentor, y sólo de esta forma, como instrumentos de Dios, accedemos a la perfección de la Gracia por la pura gratuitad de los sacramentos,

y no nos consolamos en nuestra carne sino en el Espíritu; para que la Gracia de la Crucifixión del Salvador transforme nuestras vidas y nos convierta a la Luz, de donde manan toda paz y todo consuelo, toda felicidad y toda certidumbre, todo equilibrio y toda belleza, toda esperanza y toda claridad.

Hermanos de mi diócesis, han pasado ya los años en que nuestra fe quedaba reducida en muchos casos a un estrecharse las manos y proponerse objetivos que nunca se cumplían, porque faltaba la Gracia. Si de ahora en adelante sufrimos escarnio, alegrémonos y glorifiquemos al Señor, que todos nuestros padecimientos por el Reino Celeste serán para conversión de nuestros familiares, amigos, conocidos, vecinos...
"Si somos atribulados, es para vuestro consuelo y salvación" (2 Cor 1, 6)
Mirad, el mundo necesita la verdad completa. Digámosela. Con caridad, pero completa; suavemente, pero sin atenuantes. Con mansedumbre y gozo de hermanos, pero con la firmeza de Cristo, que es dulce y fuerte como el que vence siempre en toda batalla, y no se arredra porque es el Dios de los Ejércitos. En Él vencemos las fuerzas del mal y nos complacemos en la alegría y la paz del Todopoderoso. Como David venciendo al gigante, con sólo unas pequeñas piedras y el poder de Dios.

No dudéis de esto: en nuestra Iglesia debe reformarse y corregirse todo lo que está mal, y no dejar que el mal estropée por completo la casa. Si la Casa de Dios se carcome por la humedad de los viejos errores antropocéntricos, secularizantes y materialistas, aireémosla con el soplo del espíritu y con la Luz soleada de Cristo, que todo lo restaura y lo rejuvenece. No somos del mundo, somos de Cristo. Vivamos de paso, como peregrinos y forasteros (1 Pe 2, 11), que sólo así podremos colaborar con el Dios de toda piedad en la edificación de su Reino.

No permitamos que el error se propague en boca de falsos maestros, ni que la santa Liturgia de Dios quede a veces tendida sobre la tierra de un vulgar humanismo teatral y vacío. Hagamos brillar todo el fulgor de la doctrina de la Iglesia y dejemos camino libre a todos los fieles servidores de Cristo, que son muchedumbre en nuestra Iglesia local. No dejemos de recordarlo: cómo ardían nuestros corazones en aquel Vía crucis, con la cruz del Papa, o ante el icono de nuestra Madre.

Somos muchos los que amamos nuestra iglesia local y queremos que sea reflejo nupcial de Cristo. Siguiendo la voz del Santo Concilio, obedezcamos en todo a la Iglesia, que nos enseña en Apostólicam Actuositatem este mismo camino de renovació:

6. La misión de la Iglesia tiene como fin la salvación de los hombres, que hay que conseguir con la fe en Cristo y con su gracia. (...)Pero este apostolado no consiste sólo en el testimonio de la vida; el verdadero apóstol busca las ocasiones de anunciar a Cristo con la palabra, ya a los no creyentes para llevarlos a la fe, ya a los fieles para instruirlos, confirmarlos y estimularlos a una vida más fervorosa: la caridad de Cristo nos apremia (2 Cor 5,14], y en el corazón de todos deben resonar aquellas palabras del Apóstol: ¡Ay de mí si no evangelizare! (1 Cor 8,16]
Sólo Cristo salva, y sólo por su Iglesia. Su Cuerpo es sacramento de verdad, para la salvación de los que cree en el Señor de la Gracia.
Presentemos a todos la belleza de la castidad cristiana, de su perfecta alegría sobrenatural, del gozo de la fuerza del espíritu que entusiasma los corazones. No callemos por verguenza las grandes verdades y certidumbres de la moral cristiana, que es luz de las familias. No seamos cómplices del mundo. Detestemos toda anticoncepción, todo adulterio, toda relación impura, todo resto de maldad en las inteligencias. Seamos puros a imagen del Hombre Celestial, que es Cristo (1 Cor 15, 47)

Digamos las cosas como son a la luz de Cristo y no temamos ni reacciones airadas ni la risa de los mofadores.

Somos fuertes en Cristo y alegres por su misericordia, y no lo hacemos por nosotros, sino por el Padre de toda Alegría, que nos rescató de las tinieblas.

Bendito sea el Dios de nuestros padres. Porque somos
"una carta de Cristo redactada por nosotros, y escrita no con tinta, sino con el espiritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas que son corazones de carne" (2 Cor 3,3)"
Somos fuertes, todo lo podemos en Él. Combatamos tantos males que nos afligen con el verdadero fervor de los hijos de Dios, que por los dones de su Padre emergieron de las sombras del pecado a la claridad de una vida dichosa en su Hijo, por el Espíritu que nos dice:


"Nuestra capacidad viene de Dios" (2 Cor 3, 5)



5 comentarios:

  1. Amén estimado Alonso. Entremos con ánimo y alegría a dar la cara por nuestra Iglesia, local y universal. Roguemos a Dios para que nos asista.

    Un abrazo en Cristo

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  2. Gracias por tu comentario, amigo Miserere.
    Dios te bendiga en la gracia de Nuestro Señor en bien de nuestra dióesis, que tanto necesita nuestra cruz

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  3. Gracias por este escrito que hará mucho bien a todo aquel que tenga la suerte de leerlo. Efectivamente "algo nuevo está naciendo" y fue nuestro Obispo el que primero lo vió y lo dijo. Pero aún quedan restos que están más ocupados en "poder" inocular sus opiniones que en "servir" a Jesucristo y a Su Iglesia, desde la Iglesia y con la Iglesia. Algunos están tan preocupados por su "parcelita de poder" que ya no saben ni a quién sirven. Esta es la cruz de la que no nos podemos bajar, esta es la cruz que tenemos que amar. Pero el impuslo del Espíritu es imparable, ya se ven retoños centrados en Cristo, ya se ven verdaderos deseos de renovación sincera, ya se van perdiendo complejos que sólo responden a una falta de confianza en Dios por un exceso de confianza en nuestras fuerzas humanas. Debemos ir concretando cómo ser instrumentos de la Iglesia al servicio de Jesucristo. Creo que lo primero es no dejar ni un sólo día ese rato de diálogo con el Señor, la oración que nos une a Él. Vivir más en prfundidad la Misa dominical para buecear en Dios y dejarnos llenar por Él. Estar atentos a las iniciativas que desde la Iglesia local se están realizando: me refiero a los trabajos con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, al nacimiento del "Proyecto David", a las sesiones que desde el Secretariado de Catequsis se están relizado con motivo del próximo Sínodo de Obispos sobre la Nueva Evangelización. En estos sitios tenemos que estar para dar nuestro testimonio y ponernos al servicio de la Iglesia Local en lo que la Iglesia necesita y como la Iglesia quiere ser servida. Y todo con tranquilidad, con misericordia y con paz porque Dios nos irá marcando el camino. Sólo tenemos que estar atentos y con actitud de servicio y eclesialidad.

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  4. Gracias, Antonio, por tu comentario y tus sabias palabras.

    Como bien dices, nuestro obispo don Antonio lo percibió antes que todos nosotros. Ahora nosotros, fieles a su pastor, respondemos a su llamada.

    La oración es como el aire que respiramos, el aire del Cielo. Y la Santa Misa, como bien dices, la Fuente de Gracia, que brota del trono de Dios y del Cordero.

    Dios te bendiga en la gracia y la paz de nuestro Señor Jesucristo.

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  5. Estoy completamente de acuerdo con el texto de Alonso y con el comentario de Antonio.

    El Proyecto David es hijo de aquel Via Crucis. Y me parece acertadísima la mención de Antonio al Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización. Porque lo que está pasando en nuestra Diócesis está pasando en toda la Iglesia, al menos en esta Iglesia que se encuentra en sociedades que han apostatado de la fe, porque la Iglesia en África va viento en popa y con todas las velas desplegadas recibiendo un vendaval del Espíritu.

    Pero en España y en otros países de cristianos viejos, la fe de la Iglesia se está renovando en Cristo, está reverdeciendo y sacudiéndose la secularización. Y el Papa, en la convocatoria del Sínodo, ha recogido ese viento del Espíritu que todo lo hace nuevo en Cristo: nos ha llamado a una Evangelización centrada en la Persona de Cristo, como debe ser y como demasiadas veces no ha sido.

    ¿Qué quieres, Señor?

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