miércoles, 6 de julio de 2011

De aquello que Dios quiere de ti, y que conseguirá si le dejas

Si Dios Todopoderoso quiere una cosa de ti, ¿dejará acaso de conseguirla, si le dejas? ¿Acaso el Señor de cielo y tierra no puede conseguir cuanto quiere?

Sólo necesita que le digas libremente: hágase. Sí. Fiat. Acepto. Trabaja en mí cuanto quieras y como quieras.

Y te prepara para la obediencia y te mueve a decirle: --Amén, sea Tu Voluntad.
Si tu corazón sigue latiendo, es sin duda porque Dios lo quiere. Si no lo quisiera, ¿por qué iba a mantenerte con vida? ¿Crees que si Dios Todopoderoso no quisiera mantenerte en este mundo no te habría hecho ya desaparecer?


Sin embargo, sabes que Dios quiere una cosa de ti. Por esta cosa te da la vida y te la conserva. Por Él y sólo por Él puedes vivir y te mueves y existes. ¿Acaso no va a conseguir esa cosa de ti, si se lo propone y tú le dejas?

¿Quieres saber qué es esto que Dios Todopoderoso quiere de ti?

Te lo dice en su Sagrada Escritura en 1 Tesalonicenses 4, 3:

"Esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación".

Preguntarás: ¿Por qué quiere Él precisamente esto?
La respuesta es: Porque Dios es Santo.


Nos saca de la nada para darnos de lo Suyo, que es su Caridad, con la que quiere modelarnos a imagen y semejanza suya. Quiere participar su Amor Santo con nosotros. Porque quiere que seamos como Él es.

Como Él es santo, quiere que seamos santos y nos da de Su santidad. Así nos lo dice en la Escritura:

Sed santos, porque yo, Yahveh, vuestro Dios, soy santo (Levítico 19, 2)

¿Cómo podríamos ser como él, nosotros, pobres criaturas mortales, si no nos diera de lo Suyo, que es ser todo Caridad?

Es un don. Su santidad de amor es algo que nos da. ¿Cómo?

Por el Sacramento del Santo Bautismo, que nos da su Vida Santificante, con la fe, la esperanza y la caridad, con todos sus dones, por los que nos unimos día a día a Él.

La participación de la santidad divina es una herencia que recibimos por el Bautismo y que hemos de aumentar por la oración y la vida sacramental, por la fe que opera con la caridad de Dios en oración continua y perseverante.

Fíjate en esto. Cuando recibimos una herencia es porque alguien ha fallecido.

¿Quién es el que ha fallecido , que nos deja en herencia la Caridad de Dios?
Jesucristo.

Jesucristo es Quien ha muerto, y resucitado al tercer día, para dejarnos en herencia la vida divina, que es la Gracia. El Hijo ha muerto en la Cruz para que tú y yo recibamos en herencia la santidad participada de Dios que nos hace santos como el Padre es Santo.

Te sorprenderá esto, pero es así.

Por el Bautismo recibimos como don heredado de Cristo una participación de la santidad de Dios. Ahora nos queda, día a día, minuto a minuto, aumentar esta participación de Gracia crucificándonos con Él.

Una herencia en la Cruz de Cristo. Herederos en el Señor Crucificado. Unidos a su cruz, somos herederos con Él. Por la cruz los sacramentos nos abren a la acción transformante, santificadora de Dios.

Así se cumple la Escritura:

Romanos 8: 16 El mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. 17 Y si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos de Cristo, porque sufrimos con él para ser glorificados con él.

""Fíjate. Jesucristo quiere lo mismo que el Padre. El Padre dice:

Sed santos porque yo, el Señor tu Dios, soy santo (Lev 19, 2).

El Hijo nos dice: sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo. (Mateo 5, 48)

Lo que quiere el Padre, pues, es lo mismo que lo que quiere el Hijo, pues el Hijo viene a cumplir en todo la voluntad del Padre. A darse como herencia a nosotros, para que hagamos, como Él, la voluntad del Padre. Y si Cristo hizo la voluntad del Padre en la cruz, nosotros imitando al Hijo hacemos la voluntad del Padre en nuestra propa cruz, que por incorporación bautismal es la misma cruz del Hijo

Toda vida cristiana es aumento de la Gracia bautismal y don bautismal que aumenta en la cruz de cada día, que es la cruz divinizante del Hijo, que recibimos en herencia. Cuando unos padres llevan a su hijito pequeño a bautizar a la iglesia, piden al Señor la vida santa del Padre, que es la Gracia de Cristo Crucificado.

De igual forma el catecúmeno que pide el bautismo lo que pide es ser santo.

Mira cómo lo explica el beato Juan Pablo II en Novo millenio ineunte, 30:

""Preguntar a un catecúmeno, “¿quieres recibir el Bautismo?”, significa al mismo tiempo preguntarle, “¿quieres ser santo?”

Cuando unos padres llevan a su hijo a la iglesia, para que reciba el bautismo, lo que hacen es ofrecérselo a Dios, y expresar que quieren que su hijo cumpla la voluntad de Dios, que quieren un hijo santo, y que harán todo lo posible para que aumente en él esa santidad que piden a la Iglesia, y que la Iglesia les da de Dios por el sacramento que se ha abierto en la Cruz.

Porque todos los sacramentos se abren en la Cruz del Señor. Es la Puerta de la Gracia, por la que entramos en Vida Santa de hijos de Dios.

Y es que nuestra condición de bautizados nos eleva a un plano completamente diferente al resto de las criaturas mortales. Nos eleva a la condición de hijos y herederos de la vida divina. Nos eleva pues al plano sobrenatural.

Por esto, nuestro apostolado, nuestra pastoral, nuestra vida de fe... todo debe girar en torno a esta herencia sobrenatural que recibimos en el Bautismo y que hemos de alimentar sin fin por la oración y los sacramentos hasta la perfección de la caridad, que es ser santos.

Así Dios nos mantiene caminando en Gracia y haciendo Su voluntad. Esta es la cosa de nosotros que Dios Todopoderoso quiere conseguir. ¿Dejará acaso de conseguirla, si nosotros le dejamos?

Este caminar en voluntad de Dios no es sino luminoso caminar crucificado, pues caminamos gozosamente en Cristo. Es caminar como hijos de Dios por mediación de la Iglesia. Porque, ¿qué puede ser, sino un grandísimo misterio, esta Iglesia que nos da la santidad divina por el sacramento? Cuando nos damos cuenta de que Dios quiere que seamos santos como Él, nos damos cuenta de lo que es su Iglesia, Cuerpo de su Santo Hijo, Fuente de Vida Filial Abundante.

Descubrimos la Iglesia como donante de Gracia santificadora, como sacramento universal de obediencia filial, que es obediencia de cruz, acción del Espíritu del Padre y del Hijo, en comunión de voluntades, por la que recibimos la herencia de la vida divina.

Así nos lo enseña el beato Juan Pablo II en el mismo documento:

""Descubrir a la Iglesia como “misterio”, es decir, como pueblo “congregado en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, (15) llevaba a descubrir también su “santidad”, entendida en su sentido fundamental de pertenecer a Aquél que por excelencia es el Santo, el “tres veces Santo” (cf. Is 6,3).

""Confesar a la Iglesia como santa significa mostrar su rostro de Esposa de Cristo, por la cual él se entregó, precisamente para santificarla (cf. Ep 5,25-26). Este don de santidad, por así decir, objetiva, se da a cada bautizado. Pero el don se plasma a su vez en un compromiso que ha de dirigir toda la vida cristiana:

"“Ésta es la voluntad de Dios: vuestra santificación” (1Th 4,3). Es un compromiso que no afecta sólo a algunos cristianos: “Todos los cristianos, de cualquier clase o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección del amor”. (16)

Alabado sea Nuestro Señor Jesucristo--, que por su muerte nos ha hecho herederos de la santidad divina

Gracias Padre, porque nos quieres santos y nos haces santos por la Gracia de tu Hijo, participación crucificada de tu misma perfección.

LAUS DEO VIRGINIQUE MATRI

2 comentarios:

  1. Santidad, bautismo, filiación divina, Iglesia... Gracia, todo es Gracia.
    Cercano Alonso:
    Cada vez me veo mas freno de esa gracia. No quiero ser impedimento de la santidad... Dios tenga misericordia de mi.
    La Cruz, he escuchado muchas veces, es la llave del cielo (de hecho tiene la forma de las llaves antiguas).
    Los santos padres hablan frecuentemente de la santidad, de la conversión de los pecadores, de nuestra conversión, y nos piden nunca perder la esperanza de conversión, Cristo ha resucitado de verdad y este espíritu lo ha ha dejado en deposito en su Iglesia.
    Cristo nos dice: YO HE VENCIDO AL MUNDO. Por lo tanto quien contra nosotros...
    ANIMO!!! La Paz

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  2. La cruz es la llave, como dices.

    Pero nosotros no podemos por nosotros, sino por Él. Todo lo podemos en el Señor, por su misericordia.

    Omnia possum in eo qui me confortat. ¡¡Todo lo puedo en Aquel que me conforta! Grita san Pablo, y nosotros gritamos con él.

    Abracemos la cruz. Negándonos.

    Lo que nosotros, por nosotros, hacemos, es poner obstáculos a la gracia, como acertadamente apuntas.

    Como dices, ¿quién contra nosotros!

    Tan sólo creamos. Cristo vence, Cornelio, y nosotros venceremos con Él, aunque tengamos solamente tres o cuatro piedras en la mano, y el enemigo sea un gigante de tremenda armadura.

    La clave es pedirlo todo al Señor: la fortaleza, la castidad, el autodominio, la pureza de corazón, y sobre todo la perseverancia.

    Y no lo olvidemos: la armadura de Dios.

    Un abrazo en cristo, desde María Inmaculada

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