De convertirnos.
¿En qué situación estábamos antes de convertirnos?
Nos lo dice la Escritura al reflejar la tremenda desolación de Jerusalén:
3 Estamos huérfanos, sin padre (Lam 5, 3)
Es la orfandad en que nos sitúa el pecado.
De pequeños nos bautizaron. Poco a poco fuimos creciendo en cuerpo, conocimiento y facultades. Poco a poco nos fuimos alejando más de Dios. Hasta que nos alejamos totalmente y pasamos a encontrarnos en la situación que nos advierte la Escritura:
Estábamos huérfanos, sin padre (Lam 5, 3)
O acaso tal vez hemos tenido la suerte de unos padres cristianos, que nos llevaban a Misa, que nos llevaban a confesar, que nos enseñaban las oraciones de siempre, de siglos de adoración... un día el mundo nos sedujo definitivamente y nosotros nos dejamos seducir,
Estábamos huérfanos, sin Padre.
No es que Dios dejara de ser Padre. Es que nosotros por el pecado expulsamos su gracia. Y si somos hijos de Dios, es por ella. Cuando perdemos la gracia nos situamos en un plano de orfandad, de soledad, de oscuridad, a solas con nuestras fuerzas naturales. Lo primero que el pecado ataca es la conciencia de la filiación divina. El maligno se hace dueño de nosotros y quiere que nos sintamos solos, huérfanos, desamparados, desatendidos, sin Padre, sin Madre, sin Hermano, sin el Amor de ambos que es su Espíritu. Es el comienzo de las depresiones, las tristezas, las vaciedades, las preocupaciones.
Así lo explica el beato Juan Pablo II:
""El pecado original no es sólo la violación de una voluntad positiva de Dios, sino que también (...) tiende a abolir la paternidad (divina)" (Cruzando el umbral de la esperanza)
Pero el Padre quiere ser Padre. No quiere abandonarnos. Y habla una Palabra que nos llama,
"" Porque el benignísimo Señor excita y ayuda con su gracia a los errantes, para que puedan llegar al conocimiento de la verdad, y a los que trasladó de las tinieblas a su luz admirable (1Tm 1), los confirma con su gracia para que perseveren en esa misma luz, no abandonándolos, si no es abandonado (Denz 3014)
Fíjate como nos ama: si le abandonamos, y vagamos perdidos y sin padre por el mundo, sabe que para nosotros es imposible volver a Él. Tan perdidos estamos. Tan solos estamos. Pero no nos desampara. Nos induce con su gracia a desear ser buenos hijos suyos, a volver a su Morada,
RECAPITULEMOS
"quien comete pecado es del Diablo" (1 Jn 3, 8)
Dios nuestro Señor, sin embargo, cuando nos ve caídos y perdidos, y marchándonos de su Casa, nos atrae hacia Él llamándonos al arrepentimiento, a la conversión, a volver a Él; como buen Padre que es, sale a la puerta de su Casa, y nos manda a su Hijo que pronuncia su palabra: ¡Volved! ¡Volved!
Mas sabe también que aunque le escuchemos, y queramos volver, no vamos a tener fuerzas para darnos la vuelta, resistir la atracción del nuevo imán que nos atrae, que es el Demonio, del que nos hemos hecho suyos.
Sabe que aunque queramos volvernos y regresar no vamos a poder, POR LA INCAPACIDAD NATURAL DE NUESTRA VOLUNTAD HUMANA, DE HIJOS DE ADÁN, según lo dicho por el apóstol en Romanos 7:
18 porque sé que nada bueno hay en mí, es decir, en mi carne. En efecto, el deseo de hacer el bien está a mi alcance, pero no el realizarlo.
19 Y así, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero.
Así que nos manda su fuerza, que es Cristo Jesús, Nuevo Adán, por cuya gracia de cruz nos hacemos hijos de Dios.. Y con Él sí que podemos.
44 Nadie puede venir a Mí,
si no lo atrae el Padre que me envió
Y el Padre te llama por medio del Cuerpo Crucificado de su Hijo, que es la Iglesia, tu Madre, POR CUYO SACRAMENTO EL PADRE REALIZA EN NOSOTROS SU PATERNIDAD EN CRISTO JESÚS.