sábado, 4 de diciembre de 2010

De padecer por Cristo en paz glorificante y perfecta

Padecer por Cristo es necesario. La Gracia no se nos da sólo para creer en Él y luego holgarnos como si no creyéramos, según el hombre carnal.
Porque la Gracia no se nos concede sólo para creer en Cristo. Y es que creemos en Cristo crucificado, que nos llama desde el madero a padecer en su Nombre.

Nos lo enseña el Espíritu en Filipenses 1:

29 Porque a vosotros os ha sido concedida la Gracia por Cristo no sólo para que creáis en Él, sino también para que padezcáis por Él

¿De dónde procede esta obligación de padecer?

Procede de Dios mismo, es Gracia. Es un obrar en Cristo Crucificado. No una acción o conjunto de acciones procedentes de nuestra naturaleza, menos aún de nuestra carne. Es un obrar sobrenatural desde la cruz del Señor, cuyo padecer compartimos por la Gracia, pues la Gracia no se nos da sólo para creer.

El mismo Espíritu, en la misma carta, nos dice a continuación: No os preocupéis por nada (Filipenses 4, 6)

¿Cómo es que nos dice que debemos padecer, y más adelante que no nos preocupemos? ¿Qué tipo de sufrimiento debemos padecer, que no debe preocuparnos?

No debemos preocuparnos no porque no vayamos a padecer, sino porque padecemos por Cristo. Cristo padece en nosotros, nosotros en Él. No ponemos el corazón en el padecer, como en el sufrimiento carnal. Si pusiéramos el corazón en el padecer, habría motivos sobrados para preocuparnos.

Ponemos el corazón en Cristo y allí Dios nos lo custodia con su paz, con esa paz que excluye toda preocupación:

la paz de Dios que supera todo entendimiento custodiará vuestros corazones (Filipenses 4, 7),

Es el sufrir, desde la paz divina que nos protege de toda preocupación, de una corporeidad que en el Señor será transformada en un cuerpo glorioso como el suyo, en virtud del poder que tiene para someter a su dominio todas las cosas (Filipenses 3, 21)

Cristo somete el padecimiento a su dominio. Lo traspasa, lo transforma en sufrimiento glorioso. Para eso se nos da la Gracia, para glorificar a Cristo en nuestra carne a través de nuestro padecimiento en Él.
No quieras sino cruz a secas, enseña San Juan de la Cruz. A secas quiere decir desnuda de todo lo tuyo, de todo lo nuestro, despojada de carnalidad. A secas quiere decir con toda la parte de Cristo, y nada de nuestra parte. Con toda la Gracia y sin nada de nuestra carnalidad.

Para esto se nos da la Gracia no sólo para que creamos en Él. Sino para que suframos en Él y demos gloria con nuestro padecer, con un padecer que no preocupa, sino que es dador de paz.

¿Cómo podríamos pacificar nuestra corporeidad atribulada sin Cristo, que es la fuerza y el poder de Dios? Pues donde vive la paz de Dios, que es la Gracia santificante, no hay tribulación. Para esto se nos da la Gracia: para vivir en paz glorificante por la Gracia. ¿Cómo podríamos sin su cruz a secas, sin nada de nuestra carnalidad, desnuda de nosotros y toda del crucificado?

Todo lo podemos en Aquel que nos conforta (Filipenses 4, 13)

Por tanto, creamos firmemente que la Gracia no se nos ha dado sólo para creer, sino para padecer en paz perfecta y glorificar el cuerpo que realiza la obra del padecer.

2 comentarios:

  1. Dice muy bien que padecemos y sufrimos y esto es algo que nos cuesta entender. ¿Por qué padecemos si ya hemos sigo bautizados?

    Nuestra naturaleza no se enmienda solo por le bautismo, sino que tenemos que esperar al purgatorio.

    Pero también es cierto que Cristo padeció por nosotros y gracias a esto, podemos padecer en El. El padecimiento tiene entonces sentido y se nos vuelve inteligible. Podemos leer en nuestro sufrimiento la esperanza que no nos abandona.

    Un abrazo en Cristo :)

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  2. "Podemos leer en nuestro sufrimiento la esperanza que no nos abandona"

    Qué idea más hermosa y qué bien expresado

    Gracias

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