sábado, 11 de diciembre de 2010

Sobre la "fe adulta" y una Defensa de la fe de los niños

Señor mío y Dios mío, te amo desde mi pequeñez. ¿Cómo podría amarte desde mi grandeza?

Tú me enseñas en Mateo 18:

1. En aquel tiempo, los discípulos se llegaron a Jesús y le preguntaron: "En conclusión, ¿quién es el mayor en el reino de los cielos?".

2. Entonces, Él llamó a sí a un niño, lo puso en medio de ellos,

3. y dijo: "En verdad, os digo, si no volviereis a ser como los niños, no entraréis en el reino de los cielos.

4. Quien se hiciere pequeño como este niñito, ese es el mayor en el reino de los cielos.

Pues si me considerara adulto en el crecimiento de tu Gracia, podrías mirarme fijamente a los ojos y decirme: qué poca cosa eres, y ya te crees adulto en mi Palabra.

A una soberbia sin límite me suena esa respuesta a Ti de la llamada "fe adulta": una respuesta huérfana. Así no responde un buen hijo.

Los que creen ser mayores en el Reino de los Cielos dicen con voz de persona mayor:

esto me gusta, esto no, esto es inmaduro, esto es pasado, esto es propio de niños y pequeñuelos... Nosotros somos adultos... para nosotros, esto que dice la Iglesia no vale...pues somos adultos...No necesitamos una Madre. Somos ya mayorcitos.

Que mis palabras te resulten gratas, Señor (Salmo 103, 35) A Ti, que miras la tierra y la haces temblar (Salmo 103, 32) No sea yo quien corrige a Aquel que hace temblar la tierra con su mirada.

Si me creo adulto, si cambiando la fe de niños me creo adulto y autosuficiente frente al Dios que mira la tierra y la hace temblar, ¿que respuesta podré darle al Dios que me habla?

Una respuesta de adulto: esto sí , esto no, esto lo cambio, aquí no dices esto, Señor, aquí hablas a los niños, y yo soy un hombre hecho y derecho...a mí háblame de otra manera, Señor... puedo comer de este árbol, no soy un niño para que me digas lo que debo o no debo hacer.

Pero yo no quiero hablarte así, Señor.

Tú quieres una respuesta de niño, de hijo.

Mira a los sabios de este mundo. Si les privas de aliento, mueren (Salmo 103, 29). Esos que si les privas de aliento, es decir, de tu Palabra de Vida, de Cristo mismo, mueren, son los que pretenden corregir tu Palabra y hacerla palabra de mayores.

¿Pueden ellos mirar la tierra y hacerla temblar?

Señor mío y Dios mío, ayúdame con tu Gracia a hacerme niño, contra lo que quiere mi carne de adulto. Mi espíritu quiere hacerme de niño según el hombre interior, pero mi carne me dice: eres adulto según la carne exterior.

Como niño, pues, estoy a tus pies, mi aliento te pido.

No me prives de tu aliento, te lo debo todo. No me prives de tu Palabra. Mi aliento es tu Palabra. No me retires tu Palabra o morirá el hombre interior que quiere crecer en mí, y todavía es niño que necesita Madre.

No quiero mi palabra, no quiero releerla y elaborar una palabra mía. Quiero aprender a leer tu Palabra como los niños aprenden a leer en la escuela del Espíritu.

Si me privas de tu Palabra moriré, pues soy pequeño y por mí mismo nada puedo.

Si fuera adulto respecto a tu Palabra, tu palabra no me haría crecer. Tu Palabra no me enseñaría a hablar como Tú quieres que hable.

Quiero ser niño y aprender a hablar con la Palabra que sale de tu boca, de la que vivo como de Pan (Mateo 4, 4)

Pues tu Palabra es Cristo y de Él vivo. Y yo no invento a Cristo, sino Cristo me hacer nacer de nuevo en este cuerpo adulto, me hace tu hijo por su Gracia.

Quiero, con tu Gracia, hacerme niño para aprender a hablarla como me enseña mi Madre. Quiero asombrarme contigo, Señor, verte caminar sobrse las aguas, mover los montes de un lado a otro, multiplicar los panes y los peces y alimentar a una multitud, resucitar a tu amigo muerto en el sepulcro y resucitar Tú mismo de entre los muertos.

Quiero ir a la Escuela del Espíritu y dejarme guiar por mi Madre, que es tu Cuerpo.

Para que toda palabra mía te agrade y permanezca para siempre en tu Palabra.

2 comentarios:

  1. ¡Amén!

    "A éste miraré: al que es humilde y contrito de espíritu, y que tiembla ante mi palabra".
    Is 66,2

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  2. Muchas cristianos confunden la Fe adulta con una Fe adolescente, que busca la ruptura para aparentar libertad y confianza.

    Pero la verdadera Fe adulta es la del sabio que deja las apariencias detrás de si y se concentra en lo esencial. ¿Qué es lo esencial? Miremos a un niño para descubrirlo.

    Estupenda reflexión. Un abrazo en Cristo :)

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