viernes, 7 de enero de 2011

Lluvia sacramental de Gracia

La Palabra sacramental del Señor nos proporciona inteligencia sobrenatural y Gracia.

Dios Nuestro Señor nos enseña e ilustra, sacramentalmente, mediante su Divina Liturgia, y se hace Gracia que alimenta y santifica nuestra vida cotidiana, cuando ésta se complace día y noche en el Señor. Cuando salimos de la Iglesia prolongamos la Liturgia celeste y esparcimos su luz allá donde nos lleven nuestros pasos.

Vivida, primero en el sacramento, luego en la oración, se vuelve lluvia de luz que dirige nuestra vista al cielo, y nos permite contemplar los pasos que damos con la mirada de su eterno frescor, en novedad perfecta.

La Palabra del Señor, de la cual vivimos (Mateo 4, 4) es fulgurante, y la esperamos como se espera la lluvia (Dt, 32, 2)

Nuestra existencia terrena, oscura y desierta por obra del pecado, espera las palabra del Señor como espera la lluvia. Nuestra alma absorbe la palabra del Señor y recobramos la salud de cada día, pues cada día, en el camino de nuestra perseverancia, pedimos el agua de la Palabra del Señor, para que nos recobre y estremezca.

La tierra absorbe la lluvia que una y otra vez cae sobre ella (Hebreos 6, 7)

Una y otra vez penetra la Palabra del Señor sobre nosotros. Vemos que nos transforma y nos estremecemos. Es fulgurante y fresca.

Lo vio la tierra y se estremeció (Salmo 96, 4)

No dejemos la Palabra del Señor, día a día, momento a momento, para que caiga como lluvia fulgurante sobre nosotros, una y otra vez.

El corazón duro no se estremece ante la Palabra, no absorbe su lluvia de Gracia, es desierto de tiniebla.

Los cielos anunciaron su justicia y los pueblos todos contemplaron su gloria (Salmo 96, 6)

Los cielos de nuestra vida de cada día son los sacramentos. Por ellos anuncia la Iglesia la justicia fulgurante del Señor, y nos hacen contemplar su gloria por la Gracia.

Sin vida sacramental moramos a la intemperie como en un helado erial sin cielo. Sin lluvia cálida de Gracia, en dura sequedad.

Resplandecieron sus relámpagos sobre el orbe de la tierra (Salmo 96, 4)

El Señor Jesús creó los relámpagos de los sacramentos para que su Cuerpo hiciera caer sobre nosotros la lluvia de su Gracia.

Cuando andemos desorientados, fijemos nuestra mirada en el cielo relampagueante de los sacramentos.

Dice San Jerónimo en su comentario de este salmo (96) que "las cartas de los apóstoles son nuestras lluvias espirituales".

Contra el desierto, la Escritura y los Sacramentos. Las cartas de los apóstoles avivan la inteligencia de nuestra identificación con Cristo, día a día, momento a momento.

Seamos como el justo bienaventurado que, como enseña el salmo 1, medita día y noche la Palabra del Señor, y se complace en ella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario