domingo, 26 de junio de 2011

De cómo la paz no puede darla el mundo sino Cristo

Anhelamos vivir en paz.

Pero la paz que anhelamos no es una paz que pueda darnos el mundo.

A veces la buscamos en el mundo, y no creemos lo que nos dice Jesús:

"27 Les dejo la paz,
les doy mi paz,
pero no la doy como la da el mundo". (Juan 14)

No encontraremos jamás en este mundo la paz que anhela nuestro corazón. Porque la paz no la da el mundo, sino Cristo, que la da de otra forma.

El Magisterio de la Iglesia nos explica:

"".Es necesario que la paz reine en los corazones. ""

Es, pues, una paz interior. Una paz que penetra el corazón, que es sede de la voluntad. La paz de Cristo es la paz de la voluntad, del querer. Pues cuando sólo se quiere a Cristo se vive en perfecta paz.

Sigue el Magisterio Pontificio de Pío XI:

"Y no hay semejante paz si no es la de Cristo; y la paz de Cristo triunfa en nuestros corazones (Col 3,15) ; ni puede ser otra la paz suya, la que Él da a los suyos (Jn 14 Jn 17) , ya que siendo Dios, ve los corazones (1R 16,7) , y en los corazones tiene su reino. ""

No hay una paz semejante a la de Cristo. Por eso, si por la gracia nos asemejamos a Cristo, la paz del Hijo de Dios será la nuestra por razón de semejanza.

A continuación dice Pío XI:

""Por otra parte, con todo derecho pudo JESUCRISTO llamar suya esta paz (...) sellándola con su propia sangre""

Es una paz sellada con la propia sangre de Jesucristo.

Es por tanto una paz crucificada, la paz que mana como Río de Gracia de la propia Cruz de Cristo.
La paz que nos da Cristo es pues una paz de Cruz. Sellada, guardada, protegida, asegurada por la sangre que mana del Costado del Señor. Porque del sacrificio del Señor, que sufrió la violencia del mundo, mana nuestra paz. Él asume la violencia del mundo para que nosotros tengamos la paz que brota de su sacrificio.

Es decir, de nuesta justificación en Cristo brota la paz, en que hallamos todo lo que anhela nuestro corazón, y para simpre, porque es una paz sellada por el sacrificio del Señor. Dios Todopoderoso nos dará la paz del Señor siempre que la pidamos y le seamos fieles.

El profeta Isaías nos lo enseña. De la justicia de Dios, que nos reconcilia con Él, brota la paz en que nos sentimos sanos y salvos en Cristo.

""17 La obra de la justicia será la paz,
y el fruto de la justicia, la serenidad
y la seguridad para siempre. (Isaías 37
)

Que es como decir: la obra de la cruz que nos justifica es nuestra paz, que no es otra cosa sino la reconciliación con Dios, estar en estado de amistad, y no enemistad, con Dios, por la gracia ganada por Cristo con su sangre.

Pero la justicia de Cristo, cuya obra es nuestra paz con Dios, no es la justicia del mundo. Por eso la paz verdadera brota no de la justicia humana sino de la justicia de Dios, que no es sino la caridad.

La paz de Cristo es paz de justicia divina, es decir, de caridad.

Así nos lo enseña Pío XI:

""la caridad que es la virtud apta por su misma naturaleza para reconciliar los hombres con los hombres

Para restablecer la justicia entre Dios y el ser humano era necesario algo más que la humana justicia, era necesaria la misma caridad de Cristo. Y como la virtud de la caridad cristiana es infundida por Dios en el corazón, es decir, en la voluntad, por esto mismo se dice que la paz de Cristo anida en el corazón y es paz de los corazones, de las voluntades.

Leámoslo en palabras de Pontífice:

""El reino de la paz esta en nuestro interior. Por tanto, a la paz de Cristo, que, nacida de la caridad, reside en lo intimo del alma, se acomoda muy bien a lo que SAN PABLO dice del reino de Dios que por la caridad se adueña de las almas"

Por esto la paz que anhelan nuestros corazones no es sino la caridad misma de Cristo, que pacifica lo más íntimo de nuestra alma.

Y ¿cómo la pacifica? Extendiendo en ella la Gracia de Cristo, de forma que el reino de Dios, que es Reino de paz, se adueñe del alma.

Mas, ¿qué es el Reino de Dios sino la Gracia?

La Gracia de Cristo obra la paz en nosotros generando en nuestra alma el Reino de Dios por acción de su caridad.

Como conclusión, lo que más hemos de temer es perder la Gracia, pues al perderla desaparece la paz de nuestros corazones.

Lo que es lo mismo que decir que el pecado, que nos privada de la Gracia, es el mayor enemigo de la paz.

Y que combatiendo el pecado luchamos por la paz. Y que no hemos de temer nada en el mundo, sino el pecado.

Por esto el Señor cuando nos dice:

"27 Les dejo la paz,
les doy mi paz,
pero no como la da el mundo". (Juan 14)

Nos dice a continuación:

""No se turbe vuestro corazón ni se acobarde" (Juan 14,27)

Y la conclusión es que NADA hemos de temer en el mundo si estamos en paz con Dios (en Gracia) por Cristo. Así nos los recuerda Pío XI con impresionantes palabras:

""la paz de Cristo no se alimenta de bienes caducos (de los bienes del mundo), sino de los espirituales y eternos, cuya excelencia y ventaja el mismo Cristo declaró al mundo y no cesó de persuadir a los hombres. Pues por eso dijo:

""¿Qué le aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde el alma? o ¿qué cosa dará el hombre en cambio te su alma? (Mt 16,26) . Y enseñó además la constancia y firmeza de animo que ha de tener el cristiano: ni temáis a los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma, sino temed a los que puedan arrojar el alma y el cuerpo en el infierno (Mt 10,28) .

Que vivamos en todo momento sin miedo, seguros y tranquilos como ciudadanos del Reino de Dios, serenos y confiados en Aquel que con su sangre selló la paz de nuestros corazones.

¡LAUS DEO VIRGINIQUE MATRI!

2 comentarios:

  1. Cercano Alonso:
    "Que vivamos en todo momento sin miedo, seguros y tranquilos como ciudadanos del Reino de Dios, serenos y confiados en Aquel que con su sangre selló la paz de nuestros corazones". Terminas tu artículo.
    La vida de Fe es un COMBATE. Combate el buen combate, dice s. Pablo. Vivamos sin miedo al combate pero con Temor del Selñor, que en cualquier momento levante su mano de nuestra cabeza y nos deje por un instante.
    Como dice S. Felipe: "Señor no te fíes de mi que te la juego" Confiémos en el Señor, sólo en Él.
    Dice el salmo no por la mucha fuerza triunfa el hombre, ni por sus muchos caballos... Los que buscan tu misericordia esos vencerán.
    Siempre me han dicho que tres son los enemigos del ser humano: el mundo, la carne y el demonio. Conozcamos contra quien combatimos: "nuestra lucha no es contra la carne ni la sangre, sino contra los espiritus del mal que viven en el mundo tenebroso"

    ¡¡ANIMO!!

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  2. Cercano Cornelio,

    qué alegría volver a verte por aquí.

    Dices bien. Tienes razón.

    Es un combate, estamos en guerra, y el temor de Dios es el principio de la sabiduría.

    En el Evangelio el Señor nos dice que estemos alerta, vigilantes, que no nos descuidemos... es verdad, hay que estar precavido, no fiarnos de nosotros mismos sino de Cristo. Esa frase de San Felipe Neri la tengo siempre muy presente.

    Nuestra lucha es contra el mal y su capitán es el malvado.

    Gracias, y un abrazo en el Señor

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