jueves, 23 de junio de 2011

De cómo nuestra conversión es don de la Gracia

El Evangelio de Juan, 6, dice algo sorprendente:

"44 Nadie puede venir a Mí, si no lo atrae el Padre que me envió"

¿Cómo es, entonces, que seguimos creyendo muchos católicos que somos nosotros, por propia iniciativa, con nuestras solas fuerzas, los que vamos al Padre y nos convertimos? Para muchos, que desconocen la doctrina de la gracia, convertirse es cuestión de decidirlo, de tener una feliz idea, de autoconvencerse, de alcanzar una opinión favorable o positiva, y ya está. Pero no, convertirse no es, en sí, cuestión de autoconvencimiento,

sino de obediencia y ductilidad a la Gracia, que envía a través del Espíritu nuestro Padre que está en los cielos, por los méritos de Cristo.

Convertirse es confiar en Dios, antes que convencerse uno mismo.
Conozco quien se ha convertido sin terminar de comprender. ¡Para comprender y autoconvencerse hay que creer primero!
Hay, pues, que confiar en Aquel que nos llama a creer su Palabra, aunque no la entendamos mucho o poco o regular. Porque mira: Dios te ama, ve que estás perdido, que andas dando tumbos, en un mundo de errores y pecados y tropiezos, y que te crees encima muy feliz.

Y he aquí que empieza a llamarte, y a llamarte una y otra vez, a hablarte al oído, a través, tal vez, de una Misa a la que fuiste por casualidad, de un amigo que te cuenta la palabra de Dios, de un hecho providencial que te hace escuchar su Voz, y le respondes sí, hágase en mí, aunque no entiendas nada y no sepas sino que quieres creer porque Dios te está atrayendo hacia Sí constantemente, y te hace ver el vacío de tu vida y la fragilidad de todas tus aspiraciones.

Te das cuenta de que tú, por tí mismo, no puedes sanarte ni curar tus heridas interiores, y que estás enfermo y no puedes tú mismo alcanzarte la medicina, que es Cristo. Necesitas la Gracia.

Que el Padre te llame, como no deja de llamarte.

¿Por qué? Porque nadie puede ir al Señor si antes el Padre no lo lleva a Él.

Lo dice el propio Jesús:

44 Nadie puede venir a Mí, si no lo atrae el Padre que me envió

Don de Dios, pues, es que alcemos verdad y justicia. No es don del discurso persuasivo que oímos, sino del poder de Dios, que obra por Su Palabra.

Así lo dice el Magisterio de la Iglesia:

"Don divino es el que pensemos rectamente y que contengamos nuestros pies de la falsedad y la injusticia; porque cuantas veces bien obramos, Dios, para que obremos, obra en nosotros y con nosotros»" (Denz 379)

Sigamos con el Magisterio. Fijaos qué palabras más claras:

"392 Dz 195 Can. 22. «De lo que es propio de los hombres. Nadie tiene de suyo, sino mentira y pecado. Y si alguno tiene alguna verdad y justicia, viene de aquella fuente de que debemos estar sedientos en este desierto, a fin de que, rociados, como si dijéramos, por algunas gotas de ella, no desfallezcamos en el camino» "

Si alguien se convierte, y pasa a tener verdad donde antes tenía error, no lo tiene "de suyo", ni por él mismo. Ni porque sea muy inteligente, ni por que haya reflexionado mucho, ni porque sea convencido por elocuentes discursos.

¿De dónde procede eso que tiene, una vez convertido? De la divina Fuente de Gracias que es Cristo. Porque propio no tenemos "sino mentira y pecado". ¿Por qué? Porque todo bien viene de Dios. Cuando hacemos lo bueno, hacemos lo que Dios quiere. Si nos convertimos, es porque Dios nos atrae y aceptamos libremente, obedecemos, hacemos Su voluntad, no la nuestra.

Y la hacemos voluntariamente, con la gracia de obediencia que Él mismo nos envía para habilitar nuestra libertad.

Fíjate en esto: con gracias de obediencia nos da el Señor la verdadera libertad. Cuanto más le obedecemos, más libres somos.
Nuestra voluntad no se activa en libertad de elección de verdad y justicia si el Padre, primero, no la activa y mueve y mantiene abierta y en marcha.

Así lo explica el Magisterio de la Iglesia.

"393 Dz 196 Can. 23. «De la voluntad de Dios y del hombre. Los hombres hacen su voluntad y no la de Dios, cuando hacen lo que a Dios desagrada; mas cuando hacen lo que quieren para servir a la divina voluntad, aun cuando voluntariamente hagan lo que hacen, la voluntad, sin embargo, es de Aquel por quien se prepara y se manda lo que quieren»

Porque el Señor nos otorga que le amemos le amamos, porque recibimos su don, que es nuestro amor a Él, y no le negamos. Y ese amor no procede de nuestra voluntad natural, sino que es don de Dios inmerecido y gratuito.

"395 Dz 198 Can 25. «Del amor con que amamos a Dios. Amar a Dios es en absoluto un don de Dios. El mismo, que, sin ser amado, ama, nos otorgó que le amásemos." Podrá objetarme alguien que qué pasa con nuestro libre albedrío. Y yo contesto: el pecado original no lo destruyó totalmente, pero lo dejó enfermo y maltrecho, de forma que necesita absolutamente de la Gracia.396 Dz 199

Y así, conforme a las sentencias de las Santas Escrituras arriba escritas o las definiciones de los antiguos Padres, debemos por bondad de Dios predicar y creer que por el pecado del primer hombre, de tal manera quedó inclinado y debilitado el libre albedrío que, en adelante, nadie puede amar a Dios, como se debe, o creer en Dios u obrar por Dios lo que es bueno, sino aquel a quien previniere la gracia de la divina misericordia

En resumen, Dios comienza nuestra conversión, la continúa y la termina con el don de la perseverancia final. ¿Cuál es, entonces, nuestra parte?
Nuestra parte es la santa, feliz y luminosa obediencia a la Palabra de Dios, por la que confiamos en Él.

Por la obediencia a la Gracia de Cristo, que nos envía el Padre, creemos en Cristo. Por la obediencia a la Gracia queda reparado el libre albedrío. Por la obediencia somos poderosamente libres, verdaderamente libres

Es de justicia decir que el acto supremo de la libertad es la obediencia al Padre, a imagen de Cristo El Padre, para convertirnos, cuenta con nosotros, y para contar con nosotros habilita sobrenaturalmente por la Gracia nuestro libre albedrío, de manera que nos hace capaces de elegirle libremente y aceptar sus gracias de conversión, con las que nos atrae.

"383 Dz 186 Can. 13. De la reparación del libre albedrío. El albedrío de la voluntad, debilitado en el primer hombre, no puede repararse sino por la gracia del bautismo; lo perdido no puede ser devuelto, sino por el que pudo darlo. De ahí que la verdad misma diga: Sí el Hijo os liberare, entonces seréis verdaderamente libres

Por tanto, la conversión es un acto libre que podemos realizar por Gracia, y que mueve nuestra voluntad de forma que aceptamos la Palabra de Dios dicha por Jesús, con la que

Él nos atrae con el Espíritu.
Podemos decir que nuestra conversión libre a Cristo es, verdaderamente, un don de Dios.


Laus Deo

14 comentarios:

  1. La Gracia restaura nuestra naturaleza resquebrajada por el pecado y al hacerlo nos abre los ojos para ver y los oídos para oír. ¡La Verdad nos hará libres!

    La libertad, que nos dona Dios, es lo que nos permite dar el paso adelante con consciencia de lo que hacemos. Maravilla de las maravillas. Que inmenso es Dios y que bien lo hace todo.

    Un abrazo en Cristo :)

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  2. Gracias por tu comentario, Miserere.

    Como bien dices, Dios nos dona la libertad, y nos empuja a realizar actos libres. Cada acto libre saludable es precedido de la gracia divina. De forma que nada podemos atribuirnos a nosotros mismos salvo lo que Él nos da.

    Nos abre los ojos y los oídos, como has dicho.

    Porque "nuestra capacidad procede de Dios" (2 Cor 3, 5) No de nosotros.

    "Dios es Quien obra en vosotros el querer y el obrar" ((Fil 2, 12-13)

    Un abrazo en Cristo, desde María Inmaculada

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  3. Y tal como Juan Pablo II indicó en Veritatis Splendor:

    "El ámbito espiritual de la esperanza siempre está abierto al hombre, con la ayuda de la gracia divina y con la colaboración de la libertad humana"

    Y tal como San Juan Crisóstomo indica, respecto al entendimiento de la frase de Filipenses:

    "Dios aumenta el querer conforme a nuestra voluntad. Pues cuando nosotros queramos, seguidamente él aumentará nuestro querer: por lo mismo, si yo quiero que se produzca algún bien, obrará ese bien, obrará por Él el querer” Comentario a la Carta a los Filipenses, 8,2, 12-16

    Un abrazo fraterno :)

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  4. Miserere, esa colaboración de la libertad humana, de la que habla Juan Pablo II, es movida y suscitada y mantenida y llevada a cabo por la gracia divina.

    La voluntad es causa subordinada y secundaria de todo acto saludable, y además, movida por la gracia.

    Respecto a la explicación de San Juan Crisóstomo, el Magisterio de la Iglesia, que explica la Tradición, nos enseña que nuestra voluntad se inclina a Dios movida por la Gracia.

    La voluntad humana se inclina al bien salvífico excitada por la gracia divina, de forma que no destruye la libertad humana, sino que la aumenta.

    De la voluntad humana natural, sin Gracia, no puede salir bien saludable alguno.

    Puede salir algún bien natural moral que no sirve para la salvación, pero que asimismo es suscitado por el concurso universal de Dios.

    Es la doctrina de la Iglesia.

    El primer paso no es del hombre, es siempre de Dios.

    Un abrazo muy fuerte

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  5. Es decir, la voluntad humana NO es causa coordinada del bien salvífico. La buena acción no es en parte de Dios y en parte del hombre. Esto es lo que dice el semipelagianismo.

    La buena acción es iniciativa de Dios, y luego, secundariamente, del hombre movido por la gracia divina.

    Cuando en textos católicos se habla de colaboración voluntad/gracia, se debe entender en el sentido en que lo enseña la doctrina católica, que es que la voluntad es causa SUBORDINADA a la Gracia.

    Es decir, no es que en la producción de una buena acción salvífica haya una parte del hombre y otra de Dios. No. Toda iniciativa y fuerzas y capacidad viene de Dios, primero, y del ser humano después y secundariamente, y además movido por la misma gracia divina, no de forma autónoma o propia.

    No hay coordinación, sino subordinación libre del hombre a Dios.

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  6. El Padre Iraburu explica esto muy bien. Te copio un fragmento, extraído de sus artículos del blog Reforma o Apostasía":

    ""–Doctrina semipelagiana: La libertad humana es causa «co-ordinada» con la gracia divina. Los semipelagianos no son pelagianos: admiten la necesidad de la gracia divina para obrar el bien. Pero entienden que el acto libre (la parte humana) concurre con la gracia divina (la parte de Dios), y así la hace extrínsecamente eficaz en la producción del bien. Dios ama a todos los hombres igualmente, ofreciendo a todos igualmente su gracia para hacer el bien, y es el mayor o menor grado de generosidad de cada persona humana lo que principalmente determina el crecimiento en la vida sobrenatural. San Roberto Belarmino, S. J., Doctor de la Iglesia, aunque adversario de ciertas tesis tomistas de los dominicos, reconoce que ese modo de pensar es inconciliable con la fe católica. ¡Y son tantos, y a veces tan buenos, los que piensan así hoy!

    ""«Algunos [semipelagianos] opinan que la eficacia de la gracia se constituye por el asentimiento y la cooperación humana, de modo que por su resultado se llama eficaz la gracia… y obtiene su efecto porque la voluntad humana coopera. Esta opinión es absolutamente ajena a la doctrina de San Agustín [y de Santo Tomás], y en cuanto a lo que yo entiendo, incluso ajena a la doctrina de las Divinas Escrituras» (De gratia et libero arbitrio I, cp. XII; cf. F. Canals, Gracia y salvación, Anales de la Fund. Fco. Elías de Tejada, 2, 1996, 13-30).


    ""El voluntarismo pone, pues, la iniciativa de la vida espiritual en el hombre, quedando la gracia en la condición de ayuda, de ayuda necesaria, sin duda –«sin mí no podéis hacer nada»–, pero de ayuda. Aunque los cristianos que se ven afectados por esa actitud sean con frecuencia doctrinalmente ortodoxos –no son pelagianos, ni tampoco son semipelagianos conscientes–, en su espiritualidad práctica no alcanzan a vivir del todo, es imposible, la primacía absoluta de la gracia divina, la total gratuidad de la gracia, ni tampoco son conscientes de su intrínseca eficacia.
    ""No pueden llegar a la perfecta humildad, y por tanto a la plena santidad. Ellos estiman que ir más o menos adelante en el camino de la santidad «es cuestión de voluntad»; «querer es poder», etc. A veces, más que un error doctrinal, estos desastrosos planteamientos son en ellos una desviación espiritual

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  7. El P. Iraburu nos avisa de los grandes peligros del semipelagianismo. Y es que la primacía de la gracia es total.

    Un amigo sacerdote dice que la santidad es hacer lo que Dios quiere que hagamos, con la gracia que nos manda para que lo hagamos. Y hacerlo, cueste lo que cueste, aunque se hunda el mundo a nuestro alrededor o nos suponga trabajos ímprobos y privaciones sin número.

    Dios nos da la fuerza y nosotros libremente hacemos lo que Él nos dá hacer.

    Y a continuación mi amigo dice que el quietismo es, precisamente, NO HACER lo que Dios quiere que hagamos, esperar que Él haga lo que quiere que hagamos con su gracia, y esperar que Él lo resuelva y haga todo.

    El voluntarismo del que avisa el P Iraburu sería, por el contrario, hacer lo que queremos nosotros, y creer que contamos para hacerlo con la ayuda de la gracia de Dios.

    un abrazo

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  8. En fin, te escribo todo esto para resaltar que la voluntad humana, propiamente, por sí, y autónomanente, no puede hacer ningún bien salvífico.

    Un abrazo muy fuerte

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  9. Estimado y querido Alonso.

    Nada que proviene de Dios puede ser malo. La voluntad humana no es mala ni buena, es tan solo una herramienta que Dios nos ha dado para hacer Su voluntad.

    Ya que citas la Padre Iraburu, permíteme citarlo igualmente

    "El quietismo no niega la libertad, como el luteranismo, pero propugna que se esté quieta, que no actúe."

    " La Iglesia afirma que la gracia no destruye la naturaleza, sino que la perfecciona y eleva, con la colaboración libre del hombre."

    "...es el enorme error de ignorar que precisamente la acción de la gracia divina es la causa íntima de la acción libre del hombre, y así produce en él y con él la obra buena, salvífica y meritoria de vida eterna. Atribuir, pues, todo a la gracia de Dios no deja excluida en modo alguno la libertad humana, pues ésta se ve precisamente causada por aquélla."

    Cito también a un estupendo apologeta: Jorge Arrainz:

    "Pero así como es un error negar o disminuir el papel fundamental de la gracia tal como lo hace el pelagianismo, también lo es negar la colaboración de la libertad humana en la obra de salvación. Este fue el error fundamental de Lutero, quien en su obra De servo arbitrio coloca al hombre como un ser puramente pasivo y receptor de la gracia."

    "A diferencia de Lutero creemos que el hombre es enteramente libre, y a cada impulso de la gracia se añade la energía de la voluntad, y es allí cuando se produce el acto saludable (entendiendo este como la obra buena, meritoria de vida eterna)."

    En resumen, la gracia es causa de nuestra libertad. Libertad que, cuanto mayor sea, más y mejor tiende libremente a Dios, sin predisponernos en absoluto.

    Comprendo que temas el semipelagianismo, ya que yo temo en equivalencia el quietismo y lo que entiendo como semi-quietismo místico. La senda entre ambos es estrecha.

    Por otra parte, ambos extremos (quietismo y pelagianismo) se tocan, ya que los dos desprecian la colaboración de voluntades (divina y humana) que te he relatado y referido en diversas citas totalmente en línea con la doctrina, magisterio y tradición.

    Creo que ya hemos llegado al límite del entendimiento del asunto y no creo que podamos ir más allá. De esta larga y diferida charla podemos sacar en conclusión que nuestro entendimiento se topa con paradojas que solo Dios puede resolver y necesitamos de humildad para aceptar este hecho.

    Un abrazo cariñoso en Cristo, al que ruego nos ilumine y enseñe a amar por encima de nuestras leves diferencias de entendimiento, que no de fidelidad a la Iglesia :)

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  10. Querido Miserere, ¿en qué es en lo que no estamos de acuerdo exactamente?

    La voluntad, con sus solas fuerzas naturales, no es capaz de hacer ningún acto en orden a la salvación. Esto es doctrina católica definitiva.

    Nunca he dicho que la gracia destruya la naturaleza o la niegue, sino que la anima, la sobrenaturaliza.

    Lo que digo es que la voluntad SOLA, por sí, con fuerzas naturales, no puede hacer actos saludables, salvíficos.

    Aquí no hay posible discusión, porque es doctrina definitiva.

    Con esto no se niega la necesidad de colaboración del hombre, ni su libertad. Lo que se dice es que esa colaboración es movida por la Gracia, igualmente, y a la vez es libre.

    Es un misterio, pero es así, y creo que hemos de acudir al magisterio para esclarcerlo. Y es de fe divina y católica definida que se requiere la gracia para realizar actos saludables.

    ¿Estamos de acuerdo en esto?

    un abrazo

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  11. Estamos de acuerdo, ya que ambos tenemos la fidelidad a la doctrina, magisterio y tradición, clara.

    Indicas perfectamente:

    "Lo que digo es que la voluntad SOLA, por sí, con fuerzas naturales, no puede hacer actos saludables, salvíficos."

    Quedo "doctrinalmente" tranquilo y nuestro diálogo completo, para que quien lo lea desemboque en la doctrina de la Iglesia. Gracias :)

    Un re-abrazo en Cristo :)

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  12. Qué bien que estemos de acuerdo.

    Aunque esta vez no hemos alcanzado los 56 comentarios. :) Vamos a tener que volver a discutir para superar esa cifra :))

    Un abrazo

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  13. Cercano Alonso:
    Ante todo disculpa este tiempo de silencio...
    Como siempre tu articulo viene en mi ayuda. Desde el comienzo me rebosa una frase del Evangelio: No me habeis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros.
    Como dices Dios comienza, continúa y termina la conversión. Como dice el salmo: El Señor terminará en mí lo comenzado, porque es eterno su amor, no abandona la obra de sus manos. ¡¡¡SEÑOR NO NOS ABANDONES!!!
    Hablaba eb estos días con un buen amigo: el demonio hay dos cosas que no soporta: una es la humildad y otra la obediencia. Y todo esto en la libertad de los hijos de Dios.
    El Padre para convertirnos cuenta con nosotros, como decía un santo: Aquel que te creo sin tí, no te salvará sin tí (o algo parecido)
    Me ha encantado cuando hablas de la Gracia por el Bautismo. Ciertamente es por el bautismo por lo que somos salvados... Acudamos a la fuente.
    ¿Qué podemos hacer? ¡¡¡CONVERTÍOS Y HACEROS BAUTIZAR EN EL NOMBRE DEL PADRE, DEL HIJO Y DEL ESPIRITU SANTO!!!

    ¡¡¡ANIMO!!!

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  14. Agradezco primero al Señor y luego a ti, cercano Cornelio, que vuelvas a escribir aquí.

    Un privilegio tenerte. Eso mismo que mencionas de la humildad y la obediencia lo hablé ayer, también yo, con un buen amigo. la humildad es la fuente de todas las virtudes, nos la enseñó el Señor en la cruz, en la que fue obediente hasta la muerte.

    Como bien dices, "Como dices Dios comienza, continúa y termina la conversión."

    me uno a tu oración: ¡Señor, no nos abandones!! Porque si lo haces, nada podremos.

    Un abrazo

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