miércoles, 1 de junio de 2011

De la necesidad de combatir el pecado, y no sólo sus consecuencias

Miramos a nuestro alrededor y vemos las consecuencias del pecado: hambre, pobreza, maltrato, marginaciones, abandonos, atentados contra la vida, contra la familia, corrupciones e infidelidades... Cáritas, Manos Unidas y tantos otros movimientos y asociaciones intentan paliar las consecuencias de esta quiebra moral. Y su labor es encomiable y necesaria.

Pero existe otra tarea aún más necesaria que las acciones sociales de la Iglesia. Esa tarea es la predicación de la Verdad, el Apostolado de la verdad y de la Gracia que nos trajo Cristo (1 Juan 17) para rehabilitar nuestra amistad con Dios. Este apostolado es la necesidad más urgente. Siempre lo ha entendido así la Iglesia.
¿Por qué?

Sublata causa, tollitur effectus. Porque quitada la causa, desaparece el efecto.


Siendo la causa de tantos males que afligen a la sociedad de hoy la ausencia de Gracia y de verdad, es decir, la enemistad del hombre con Dios y su permanencia en las tinieblas del error, la tarea más urgente es predicar la Gracia que rechaza el pecado y la verdad que explica qué es el pecado y convence acerca del bien y del mal.

La acción de la Iglesia no puede limitarse a paliar benéficamente las consecuencias del pecado mediante la obra social y humanitaria. Que es necesaria, pero incompleta. La misión de la iglesia es combatir la raíz del problema, que es el pecado. Quitada la causa del mal, desaparecen sus consecuencias. Por eso el apostolado es tanto más necesario cuanto más graves son los efectos humanos del pecado.

La Escritura nos explica esto haciéndonos comprender que es nuestra enemistad con Dios, la causa del pecado tanto externo (malas obras) como interno (malos pensamientos) la raíz de los males. Así nos lo dice el Apóstol:
21 Antes, a causa de sus pensamientos y sus malas obras, ustedes eran extraños y enemigos de Dios. (Colosenses 1)
Por lo que inferimos que para eliminar los pensamientos malos y las acciones malas que causan tantas situaciones de maldad y de injusticia en nuestra realidad, hemos, en primer lugar, de recuperar la amistad con Dios, actuar como hijos suyos y no como extraños. Así lo explica el beato Juan Pablo II, en la audiencia de 7 de septiembre de 2005:
Por eso, debemos modelar continuamente nuestro ser y nuestra vida según la imagen del Hijo de Dios (cf. 2Co 3,18), pues Dios "nos ha sacado del dominio de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido" (Col 1,13). Este es el primer imperativo de nuestro himno: modelar nuestra vida según la imagen del Hijo de Dios, entrando en sus sentimientos y en su voluntad, en su pensamiento.
Vemos claro que, sin la Gracia ni la Verdad, no podemos reconciliarnos con Dios para poner fin a nuestros pecados interiores y exteriores, Con la Gracia que fluye de los sacramentos, de la oración, de la vida en Cristo, modelamos nuestra vida interior y exterior a imagen del Hijo de Dios: sobrenaturalizamos nuestros sentimientos, nuestro pensamientos, nuestra potencia de acción.

Es más, hemos de darnos cuenta de que modelar nuestra vida a imagen del Hombre Celestial, que es Cristo Jesús (1 Cor 15, 47) es no sólo eliminar de nuestra vida los pecados interiores y exteriores graves que causan las injusticias, sino cumplir con el fin mismo para el que hemos sido creados.

Fijaos lo que se dice aquí. Que Dios mismo nos creó para modelarnos a imagen de su Hijo y darle gloria, como su Hijo se la daba. Así nos lo enseña el Compendio del Catecismo
¿Para qué fin ha creado Dios al hombre? (CEC 358-359) Dios ha creado todo para el hombre, pero el hombre ha sido creado para conocer, servir y amar a Dios, para ofrecer en este mundo toda la Creación a Dios en acción de gracias, y para ser elevado a la vida con Dios en el cielo. Solamente en el misterio del Verbo encarnado encuentra verdadera luz el misterio del hombre, predestinado a reproducir la imagen del Hijo de Dios hecho hombre, que es la perfecta «imagen de Dios invisible» (Col 1,15)
Por consiguiente, si el ser humano tiene un sentido, un fin, y no lo sigue ni lo persigue interior y exteriormente, suceden todo tipo de calamidades y se producen toda serie de males. La única forma de evitar eso es dar a conocer al ser humano cuál es su fin, para qué ha nacido, para que vive.

De aquí procede la urgente necesidad de la evangelización. Porque si el hombre se convierte en imagen del Hijo de Dios, queda eliminada la causa de los males, que es ser imagen del demonio, como el hombre carnal lo es; estar enemistado con Dios y vivir de forma mala, esto es, "antidivina", mundana, pecaminosa, de forma contraria a aquella para la cual fue creado en justicia y santidad quebradas por el pecado.

Es por esto, no lo dudéis, que aunque Cáritas y Manos Unidas y todas las asociaciones y movimientos de ayuda material y social al prójimo que sufre son muy buenos, necesarios e importantes, más importantísimo aún es evangelizar,

porque hacer que el ser humano se convierta es hacer que se abra a la acción de la Gracia en él, es decir, a dejar que la vida del Hijo le transforme en imagen Suya, en ciudadano de la Patria celeste, libre del mundo, del demonio y de la carne que imperan en la ciudad terrena y sus estructuras de pecado, y que aborrece el pecado porque es amigo íntimo de Dios.

La Escritura nos enseña, por todo lo dicho, dónde hemos de poner toda nuestra esperanza a la hora de luchar contra las consecuencias del pecado. Poned toda vuestra esperanza en la Gracia de la Revelación de Jesucristo (1 Pedro 1, 13)Es decir, en la Vida Nueva y en la Verdad que Él nos trajo (Juan 1, 17) De forma que la Gracia elimine el deseo de pecar, y eliminado el pecado desaparezcan sus efectos.

Pues quitada la causa, su consecuencia desaparece. Hambre, maltrato, pobreza, adulterios e infidelidades y corrupciones y abortos y todos los males que nos rodean son consecuencia del pecado, que es enemistad con Dios. Si el hombre se hace amigo de Dios por la Gracia y la verdad de Cristo, cesan los efectos del pecado, cesan todos los males descritos. De aquí que evangelizar es la primera y más importante de forma de combatir contra las injusticias que nos afligen.

Así lleva tiempo enseñándolo el Magisterio de la Iglesia, que nos advierte de la verdadera causa de los males de este siglo, que no es sino el rechazo de Dios.
Quién ignora, efectivamente, que la sociedad actual, más que en épocas anteriores, esta afligida por un intimo y gravísimo mal que, agravándose por días, la devora hasta la raíz y la lleva a la muerte? Comprendéis, Venerables Hermanos, cual es el mal; la defección y la separación de Dios: nada mas unido a la muerte que esto (San Pío X, e supremi apostolatus)
Adelante, hermanos, ¡no tenemos tiempo que perder en el anuncio de Cristo! Combatamos la causa de todos los males, que es el pecado, por el que el ser humano se enemista con Dios y se hace amigo del malvado.


LAUS DEO VIRGINIQUE MATRI

4 comentarios:

  1. Que el Espíritu Santo, nos llene , nos inunde,
    para ser hombres y mujeres nuevos, sin pecado,
    este terrible mal que nos separa de Dios.
    ¡FELIZ PENTECOSTÉS!
    DIOS LE BENDIGA.

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  2. Muchas gracias por su bello comentario. Dios la bendiga en la Gracia de Nuestro Señor

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  3. Que seamos dóciles para saber hacer la voluntad de Dios, y vivir combatiendo el pecado con su gracia.
    ¡Que hermosa entrada!
    Gracias.
    Que tengas una bella y santa semana!!

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  4. Muchas gracias por el comentario. Como bien dice, la forma de combatir el pecado es con la gracia divina.

    Un saludo en Cristo y Dios la bendiga

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