lunes, 25 de junio de 2012

La encrucijada interior

La tensión perfectiva que suscita la gracia en el hombre renacido, supone que el alma ya no puede convivir con su pecado, le resulta insoportable,

de forma que o lo acalla en la conciencia aprisionándolo, haciendo enmudecer la voz de Dios en él y regresando a la sombra anterior,

o expulsa su pecado mediante el arrepentimiento y la reparación por el sacramento de la penitencia, y aumenta así la gracia todavía más, en un proceso de repugnancia progresiva al mal y aborrecimiento del pecado, hacia la perfección interior.

Así pues la encrucijada es esta:

o aplastar la conciencia, o aumentar la gracia.

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