domingo, 3 de octubre de 2010

De la unidad del género humano

De lo que un hombre, por su naturaleza, es capaz, cualquiera lo es.

Pues todos tenemos la misma naturaleza humana.


De la unidad, por la naturaleza, del género humano en Adán, se desprende que todos podemos, como él, desobedecer a Dios.

De la unidad, por la Gracia Santificante, en Cristo, en su Cuerpo, todos podemos realizar acciones sobrenaturales meritorias de Gloria, con Él, por Él, y en Él. Como Él.

Antes de la redención de Cristo el ser humano no era capaz de vida sobrenatural meritoria de Gloria. Estaba inhabilitado para ello, enemistado con Dios.

De ese estado era preciso salir de tal manera que lo que hiciera un hombre, pudiera hacerlo todo hombre. De forma que todos, y no unos cuantos, pudieran tener acceso posible a la nueva habilitación. Para que todo hombre fuera capaz de Gloria, uno debía serlo.

He aquí, entonces, que Dios nos envía a su Hijo para que haga, por nosotros, lo que necesitábamos que hiciera un hombre para poder hacerlo todos. Más era de tal magnitud la empresa, que ningún hombre podía hacerlo. Así, Jesús, en cuanto Dios y Hombre, pudo hacer lo que debía hacer un hombre, pero sólo podía hacer Dios.

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