domingo, 3 de octubre de 2010

De la unidad del género humano II



¿Cómo pudo Cristo merecer por nosotros?

Si el mérito es un efecto personal de un acto bueno individual, ¿cómo es que podemos aplicarnos nosotros los méritos personales de Cristo?

Por la unidad del género humano, en primer lugar. Cristo, como perfecto hombre, comparte con nosotros la naturaleza humana.

La naturaleza humana en Adán sufrió la herida. La naturaleza humana en Cristo disfrutó la Sanación.

"Como todos mueren en Adán, todos en Cristo han de recobrar la vida " 1 Corintios 15, 22.

En segundo lugar, por la unidad de todos los miembros del Cuerpo Místico, del que formamos parte, por la Gracia Santificante. Los miembros participan de los bienes de la Cabeza (Romanos 12, 4; 1 Corintios 12, 12; Efesios 4, 15 y 5, 23)

"La cabeza y los miembros pertenecen a la misma persona; siendo, pues, Cristo nuestra cabeza, sus méritos no nos son extraños, sino que llegan hasta nosotros en virtud de la unidad del Cuerpo Mïstico (Santo Tomás, Sent. 3)



Es falso afirmar que los méritos de Cristo, por ser de infinito valor, se extienden sin más a todos. Porque es necesaria la cooperación humana movida previamente por la Gracia.

De poco sirve al enfermo disponer de la medicina si no desea curarse.

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