lunes, 10 de enero de 2011

Observaciones sobre la virtud de la obediencia

La verdad no viene sola.
La ley la trajo Moisés, pero la Verdad y la Gracia nos vienen por Jesucristo (Juan 1, 17)
La obediencia a la ley era una obediencia jurídica. La obediencia a la verdad es una obediencia sobrenatural.
¿Por qué? Porque la verdad nos viene con la Gracia, vida sobrenatural de Dios participada, por medio de Jesucristo.

La obediencia es virtud de participación. Mediante la apertura a Dios, consagrada por un humilde fiat, Dios nos hace partícipes de su Reino.

Si Cristo nos habla de Él mismo, es decir, de la Verdad, debemos escucharle, obedecerle. La fe en Cristo se convierte en una obligación transcendental en cuanto Dios mismo se dirige al hombre y se revela.
Cuando la verdad se des-cubre, la mente debe adherirse a lo des-velado.

No podemos reclamar ante Dios un derecho a disentir de Él, a rechazar el perdón que nos ofrece. La desobediencia al Espíritu, el rechazo del perdón de Dios, se convierte, así, en ese pecado que nunca se perdonará, porque rechaza el perdón. (Dominum et vivificantem, 46)

Hoy no agrada la palabra obediencia. Es tabú, como la pureza o la virginidad. Suena mal a oídos de muchos, incluso de los que acusan a otros muchos de desobediencia y pretenden curar la desobediencia con auto-obediencia: atrévete a pensar, a ser tú mismo, a discernir la verdad...el que manda se equivoca, no le obedezcas....En el fondo, pretenden corregir los males de la Iglesia, que se centran en una desobediencia generalizada, con una simple y humana, demasiado humana obediencia a su propio parecer.

La opinión propia padece la ley de la inercia. Pues el hombre persevera en su propio parecer a menos que sea inducido a cambiarlo por una fuerza extra impresa sobre él. Esa fuerza es la Gracia, y ese cambio de dirección es Cristo. El ser humano pasa de mirarse a sí mismo y obedecer la ley inercial de su propia inteligencia carnal, a mirar a Cristo y a obedecer la verdad del Logos divino.
En Lucas 5, Pedro obedece al Señor cuando le dice que eche las redes, tras horas infructuosas de pesca. Él, experto pescador, cree que el Señor está en un error, pero le obedece. Y las rades se llenan a reventar. Recogió su premio por la obediencia.

El que escucha el Magisterio de la Iglesia, por cuya acción pedagógica el Santo Padre, Cefas mismo, hace las veces (de vicus, vicario, representante, el que hace las veces de) de Cristo, escucha la verdad. Si escuchamos al Magisterio de la Iglesia escuchamos a Cristo, que nos habla desde el cielo. A la Iglesia misma pedimos la fe, que no es sino capacidad sobrenatural de escucha.

Obedecer procede de oboedire, que deriva de audire, oir, escuchar. El que obedece es el que escucha a aquel que tiene autoridad y realiza lo que se le dice.

¿En qué consiste el carisma de la obediencia? En un anhelo de verdad permanente y de estabilidad invencible. La obediencia nos hace invencibles: Al que obedece, Dios le da la victoria, se lee en el Libro de los Proverbios: vir oboediens loquetur victoriam. Es el carisma que necesita la Iglesia de hoy para renovarse. Nunca la obediencia ha sido más actual.

La obediencia es un virtud doble. Respecto a la verdad. Y respecto a la Gracia.
Respecto a la verdad, es asentimiento (del entendimiento).
Respecto a la Gracia, ductilidad (que es asentimiento de la voluntad).
Sin obediencia del entendimiento y de la voluntad a la verdad y la gracia no puede haber santidad.

León Bloy, en su diario El peregrino de lo absoluto relata cuánto le impresionó un llamamiento de San Pío X a la obediencia:

He leído en La semana religiosa un discurso de Pío X notable en extremo. Dirigéndose a sacerdotes, les habla del amor que tienen que tener al Papa (...); de la obediencia incondicional que se le debe, fuera de la cual no puede haber santidad. La insistencia tan marcada del Soberano Pontífice sobre este único punto revela una profunda angustia; (...) sabe que sus instrucciones, incluso sus órdenes, son discutidas, juzgadas, y finalmente despreciadas.

¿No nos parece profundamente actual el sufrimiento de San Pío X? ¡Cómo recuerda al sufrimiento de Pablo VI ante los males que la desobediencia postconciliar traía sobre la Iglesia!

Dando el salto de la obediencia en el plano de nuestra santificación, a la obediencia en el plano de nuestra vida eclesial como cristianos, ¿no es la obediencia una virtud fundamental en la vida de los cristianos? Fijémonos, siguiendo el caso planteado por el llamamiento de San Pío X, en la obediencia al Papa y su Magisterio, representante de Cristo.

El motivo de la obediencia a los actos lícitos de gobierno del Papa no se basa en que nos parezca acertado o no a la luz de nuestra propia opinión; se basa en motivos sobrenaturales: la fe en las promesas y las acciones de Cristo, que edifica su iglesia en Cefas, es decir, en el Romano Pontífice Debe ser obediencia sobrenatural, es decir, no a la persona del Papa en cuanto ser humano, por muy virtuoso o inteligente que sea, sino obediencia a Cristo, que coloca a Cefas como piedra de edificación. Porque la autoridad de gobierno del Papa es de derecho divino, (véase Pastor Aeternus) por cual la obediencia a dicha autoridad no procede de un motivo natural.

Experimentando la obediencia por la ductilidad absoluta a las mociones de la Gracia, hacemos la voluntad de Dios y nos santificamos. De nuestro asentimiento y nuestra ductilidad dependen mucha cosas importantes.
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Hebreos 5
:8 y aun siendo Hijo, con lo que padeció experimentó la obediencia;
:9 y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen,
:10 proclamado por Dios Sumo Sacerdote a semejanza de Melquisedec

1 comentario:

  1. Nos falta profundizar en la obediencia. La modernidad nos ha embutido un entendimiento negativo de esta virtud y cuesta sustraerse de esa visión.

    Nos toca reflexionar y pedir a Dios que nos ilumine con el Don del Entendimiento.

    Un abrazo en Cristo.

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