miércoles, 23 de marzo de 2011

Arrepiéntete y no peques más, y vive en el Señor

Arrepiéntete y vive. La doctrina sacramental de Cristo te hace Vivir en Gracia por la fe. Te proporciona el gozo curativo del arrepentimiento. Sanas y comienzas de nuevo en esperanza de salvación.

La doctrina del mundo, sin embargo, es deprimente. Porque pecar y vivir alejado de Cristo es deprimente. Empecinarte en pecar es deprimente. No estés tranquilo. Cuestiona la doctrina del príncipe de este mundo, que te dice que peques y confíes, a la vez, en una hipotética salvación, por más que las sombras te dominen por dentro. De la alegría perfecta de la penitencia a las tinieblas del pecado hay un abismo.

Hay muchos que quieren encajar la doctrina de este mundo en la doctrina de Cristo. Pero, ¿acaso este mundo -dicen- tiene doctrina?
Sí que la tiene. La elabora su oscuro príncipe, y consiste en afirmar el bien como mal y el mal como bien, creando en las almas la falsa tranquilidad de una salvación segura por más que se haga el mal sin arrepentimiento: No me va a pasar nada, sólo existe esta vida, no hay nada después de la muerte, en el último momento Dios me inyectará el arrepentimiento de urgencia y no me condenará....

El príncipe de este mundo te dice: "tranquilo" No puedes condenarte, relájate. Pero Cristo dice: estad en vela, orad sin cesar, estad vigilantes... que Dios es misericordioso, pero tú eres libre y puedes pecar contra el Espíritu de Dios y rechazar esa misericordia y eso no se te podrá perdonar, porque es irremisible. Dios no te va salvar sin tu consentimiento.

Es escandaloso para muchos que muchos se puedan condenar. ¿Cómo, si Dios es misericordioso? Pero, ¡qué más quisiera el Señor que perdonarles! El padre no abraza al hijo hasta que vuelve y dice he pecado contra el Cielo y contra Ti. Si el hijo no vuelve, si permanece en tierra extraña dilapidando la herencia; si el hijo no quiere volver, ¿cómo podrá abrazarlo el Padre?

¿Qué dice la Escritura?

"Dichosos los muertos que mueren en el Señor" (Apoc 14, 13)

Mira, la Escritura no dice: dichosos todos los muertos. No. Sé que esto hiere tus oídos. Pero lo dice la Escritura: dichosos los muertos que mueren en el Señor.

Los que no mueren en el Señor, sino en sus pecados, esto es, en el príncipe de este mundo, no serán dichosos. ¿Vas a apelar a la paciencia del Señor para poder seguir pecando sin arrepentirte hasta que mueras? Así no puedes morir en el Señor.

Es en el día de la muerte cuando el Señor te pagará según tus obras en Él, es decir, en su Gracia. Después de muerto pasó el tiempo, sólo te queda la noche, la noche terrible y oscura. Noche en que ya no podrás trabajar para salvarte, porque tu tiempo habrá pasado y no se trabaja de noche, sino de día.

"Tengo que trabajar en las obras del que me ha enviado mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar" (Jn 9, 4)

Mira qué claro lo dice el Espíritu por la Escritura Santa:

"Porque es necesario que todos seamos puestos al descubierto ante el tribunal de Cristo, para que cada cual reciba conforme a lo que hizo durate su vida mortal, el bien o el mal" ( 2 Cor 5, 10)

¿Cómo es que se ha extendido entre muchos buenos cristianos la vana tranquilidad en la propia salvación y la ajena? ¿Dónde está el fervoroso celo por las almas, el empuje misional celoso y ardiente, para que ningún alma se pueda perder?

Mira lo que dice el Señor: no te dice: relájate, no te preocupes.

Dice: "Estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del Hombre" (Mt 24, 44)

No puedo comprender que no nos preocupe la salvación o perdición de las almas de tantos que nos rodean, tantos que viven, hoy día, abandonados a vidas tenebrosas y pecados de toda índole: abortos, infidelidades, fornicaciones, corrupciones, adulterios... ¿Cómo podemos quedarnos tan tranquilos?

Mira, por muchas cosas malas que hayas hecho, te espera una bendición insospechada. Sólo necesitas arrepentirte. Por el sacramento, Dios se reconclia contigo. Su misericordia es grande. Te abraza. Tu vida cambia y se transforma. Te incendia su Caridad luminosa y tu vida se purifica y amas verdaderamente.

Ardes de amor al Señor y ya nada te inquieta, porque el sacramento te ha reinstaurado en la Gracia, y te ha hecho ciudadano de la Ciudad celestial. Caminarás, entonces, de puro gozo en puro gozo, y aun en medio de las penalidades de esta vida no te abandonará la dicha de la Vida del Señor, si permaneces firme, sujeto a la la verdad, revestido de la armadura de la justicia (Ef 6, 14)

Pero si nos perdemos en una vana seguridad de salvación universal la vida espiritual y el celo apostólico se detiene. Perdemos ansias de apostolado. Sin celo por salvar almas la misión de la Iglesia se detiene. Tanto da una cosa que otra. Terminaremos pensando que sólo importa este mundo y estar tranquilo. No seamos tan negativos, nos diremos. Es esta la doctrina del mundo: hay que estar tranquilos y despreocuparse del más allá. No nos merecemos el infierno.

Pero a nosotros la caridad de Cristo nos urge, nos empuja a la salvación de las almas. Porque sabemos que existen pecados de muerte para el que no se arrepiente y cae la noche sobre él.

Nosotros aprendemos de los apóstoles a substituir esa falsa tranquilidad por la virtud teologal de la esperanza, que hace brotar la alegre confianza en el Señor.

"esperanza de vida eterna, prometida desde toda la eternidad por Dios que no miente" (Tit 1, 2)

Pero date cuenta de esto: esa esperanza tiene un Nombre, el Nombre del Santo Señor Jesús:

"Pablo, apóstol de Cristo Jesús, por mandato de Dios nuestro Salvador y de Cristo Jesús nuestra esperanza" (1 Tim 1, 1)

Abandona la doctrina del mundo que te dice que lo malo que haces es bueno. Pareces feliz, pero no lo eres. No te basta ser bueno a tu manera humana, desmasiado humana, porque sin Gracia, (por la fe que opera en Caridad), no puedes salvarte por bueno que seas.

Sólo serás feliz siendo ciudadano del Reino de Dios, anticipado por la Gracia en esta ciudad del mundo, del que no somos ciudadanos, pues somos de Cristo y su Ciudad Celeste.

Acude a Cristo y vive por su sacramento penitencial.

No te confíes, no te pierdas los frutos del Espíritu ni te cierres a la salvación. Espera en Cristo, que si le buscas y le amas arrepentido y en Gracia, no te abandonará, pues siempre cumple sus promesas. Y que esa esperanza destruya tu vana tranquilidad. Vuelve al Padre a ser dichoso y no peques más.

Dios te busca para abrazarte. Arrepiéntete y vive.

1 comentario:

  1. Sólo puedo pedir misericordia Dios. Misericordia sencilla y sentida. No merezca nada y todo lo que parezco tener, es don Suyo.

    En la noche sin luna, solo podemos confiar en que el sol se levante y vuelva la luz del día. Luz que es la Palabra de Dios que entra en nosotros.

    Arrepintámonos, que hemos pecado y tenemos que ser conscientes de ello. Quiera Dios darnos su gracia.

    Un abrazo en Cristo :)

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