jueves, 17 de marzo de 2011

Que sólo Cristo y no otro es Agua de Vida, y que sólo a Él debemos nuestro apostolado

En oración se me presentaba Jesús pidiéndome de beber, sediento, crucificado, martirizado. No podía dejar de mirarlo, cubierto de llagas por mí. Y Él no dejaba de mirarme a mí. Porque Jesús nunca deja de mirarnos.

--Dame de beber--volvía a decirme.

--Mi vida entera te daría, Señor, pero, agua, ¿qué agua puedo darte que te sacie, Amado Jesús mío, si Tú y no otro eres el Agua de Vida? Dámela Tú a mí, dame de tu Agua Divina, Señor, yo no tengo agua, yo no soy fuente de agua viva, eres tú, yo no soy manantial que salta hasta lo eterno y limpia y purifica todo cuanto existe, eres Tú-.

Y entonces el Señor me abrazaba y me decía:
--Ven a Mí, así es como me das de beber, reconociéndome a Mí como Agua Viva de tu ser, reconociéndote desierto, sequedad, cisterna rota; reconociéndome a Mí, tu Salvador, tu Río de Agua Eterna.

37 El último día, el más solemne de la fiesta, Jesús, poniéndose de pie, exclamó:
«El que tenga sed, venga a mí; y beba.
38 quien que cree en mí», como dice la Escritura:
de su seno brotarán manantiales de agua viva.
(Juan 7)

A continuación, se me representaba junto al pozo, hablando a la samaritana, sentado, sereno, enseñando con palabras más bellas que cualquier palabra humana.

"Jesús, fatigado del camino, se había sentado junto al pozo. Era la hora del mediodía.
7 Una mujer de Samaría fue a sacar agua, y Jesús le dijo: «Dame de beber»." (Juan 4)

Jesús está fatigado y dice: dame de beber.

¿Cómo damos de beber a Jesús, si Él es agua de Vida?.

Jesús nos responde en sus palabras a la samaritana:

«10 Jesús le respondió:
Si conocieras el don de Dios
y quién es el que te dice:
“Dame de beber”,
tú misma se lo hubieras pedido,
y él te habría dado agua viva». (Juan 4)

Es decir, si reconocemos el don de Dios, sabremos reconocer en Aquel que nos pide de beber al Dios Vivo, y entonces le pediremos de beber a Él PORQUE HABREMOS COMPRENDIDO QUE DE NOSOTROS MISMOS NO PUEDE BROTAR SINO AGUA MUERTA. Que el Agua de Vida nos es dada por Dios, que es un don.

Jesús nos pide de beber para que le reconozcamos como el Agua de Salvación, la frescura eterna, la pureza cristalina que transforma nuestra vida. Jesús nos pide de beber para que le reconozcamos y pidamos a Él de su agua reconociendo la nada de nuestra propia agua.

¿Y cómo nos pide de beber? Suscitando en nosotros ansias de apostolado, celo por la salvación de las almas, ánimo incansable de corrección fraterna en la caridad a todos cuantos no conocen su doctrina.

No somos nada, Señor, no tenemos agua que pueda satisfacerte, eres Tú el agua de vida y por tanto somos nosotros los que hemos de pedirte de beber a Ti.

Si creemos en Él, de nuestro seno brotarán manantiales de Agua Viva, y con ese Agua, que es su misma Agua, su propio Espíritu, podremos dar de lo suyo, no de lo nuestro; podremos darle de beber con su misma Agua al dar de beber a todo aquel que tenga sed de verdad, sed del Señor.

Damos de beber al Señor cuando damos de Su Divina Agua a todo aquel que tiene sed de verdad. Saciendo la sed de verdad del prójimo, con nuestro apostolado, saciamos la sed del propio Jesús.
Demos el Agua que brota de nosotros por la Gracia, dando testimonio saciamos la sed del Señor.

Y es que el Santo Señor Jesús crucificado nos quiere suyos, nos quiere de Él, crucificados con Él. Jesús quiere el Agua Viva de nuestro testimonio, de nuestro martirio.

Tiene sed de su propio Espíritu en nosotros, llevándonos a la cruz como atraídos, empujados por una gran ola martirial de apostolado auténtico, pobre, casto y obediente. Quiere que le reconozcamos como Dueño y Señor y comprendamos que somos nosotros los que tenemos que pedirle el Agua a Él, pedirle Su Agua de Eternidad. Reconocerle de forma que sacie nuestra sed es ser suyos y ser de su cruz.

Cristo tiene sed del reconocimiento martirial, apostólico de sus hijos; quiere que compartamos su misma suerte, que le confesemos en pobreza voluntaria, castidad fulgurante y perfecta, obedencia sobrenatural a su Gracia y a su Palabra; ¡Qué bienaventuraza, que dicha sobrenatural y perfecta!

Porque quiere para nosotros la Vida Eterna y la suprema dicha de la cruz. Quiere atraernos a su Río de Vida y que nos arrastre. ¿No consiste en esto su Divina Liturgia? En que somos arrastrados libremente por su Corriente de Fulgor y nacemos de nuevo cada instante en Cristo.

Cristo nos da el apostolado para que saciemos la sed de un mundo sediento de verdad. Y es que el apostolado no lo fabricamos nosotros con agua humana.

"por medio de Jesucristo nuestro Señor recibimos la gracia del apostolado para predicar la obediencia de la fe, a gloria de su Nombre" (Rm 1,5)


LAUS DEO VIRGINIQUE MATRI

1 comentario:

  1. Cercano Alonso:
    Al leer tu comentario ha resonado en mi interior palabras de el Papa Juan Pablo II: los cristianos de este tiempo o son santos o no serán cristianos!!
    Dios nos ha elegido por pura iniciativa suya a ser sus hijos, por mediación de Cristo... Como dice S. Pablo

    La Paz.ANIMO!!!

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