domingo, 3 de abril de 2011

Sin miedo a la Palabra, sin miedo a la Cruz, para que hable el Señor por nosotros

Longinos ha publicado una importante entrada en su blog acerca de la secularización del apostolado y la necesidad de superar una autocensura/ paralizante que hace infecunda nuestra actividad evangelizadora.

Es un tema importante, porque la secularización o mundanización del apostolado es un grave mal que hemos de extirpar de nuestra vida cristiana.

Hay una idea que me parece fundamental del post de Longinos: "Nuestra misión es predicar, sin autocensura: dar a los demás la verdad que nos ha sido dada gratis a nosotros".

"Nuestra misión es predicar". Exacto.

Así nos lo enseña la Santa Escritura de Dios: "El justo vive de la fe" (Rom 1, 17) y "la fe es por la predicación, y la predicación por la Palabra de Cristo" (Rom 10,17).

¿Qué consecuencias tiene esto para nuestro apostolado? Pues, entre otras, que si en nuestro apostolado no está presente la Palabra de Cristo, no habrá talmente predicación, y sin predicación, no podremos suscitar la Gracia de la fe para otros. Nuestro apostolado quedará en palabras humanas inútiles para suscitar la conversión.


Tengamos esto claro: No hay lenguaje que traspase el corazón como el lenguaje bíblico y tradicional.

¿Por qué? Porque procede del mismo Dios que da Vida a nuestro corazón y nos lo inquieta de deseo de su Palabra. Tenemos necesidad del Logos Divino, que sólo es transmitido por el propio Logos, el Verbo, cuyo Espíritu nos habla por la Escritura y la Tradición, según el Magisterio de la Iglesia.

Por esta razón, nuestro apostolado, para iluminar con el Logos divino, debe ser bíblico y tradicional, conforme al Magisterio. Sólo así el Padre atraeará a nuestros semejantes a Sí mismo, llamándolos a través de la Palabra que pronuncia.

Una Palabra que nos la da el Santo Señor Jesús, por la que nos consagra en la Verdad. Y que al consagrarnos en la verdad: 1) nos separa por la Gracia del mundo, haciéndonos ciudadanos de la ciudad celestial, 2) nos santifica en ella, y 3) nos manda a la misión de santificar e iluminar el mundo en su Nombre por su Palabra. Cristo nos hace apóstoles de la Palabra Divina, como Él mismo fue apóstol de la Palabra, y para ellos nos hace sagrados, nos separa del mundo del maligno, nos sacraliza, nos hace suyos. Nos proporciona una nueva forma de hablar, que sólo Él puede darnos, porque es sagrada, divina, y no pertenece al mundo. Así nos lo enseña el Señor en su oración al Padre:

Manifesté tu Nombre a los que separaste del mundo para confiármelos (Juan 17, 6)

Cristo nos comunica la Palabra que el Padre le da para nosotros (Jn 17, 8)

14 Yo les comuniqué tu Palabra, y el mundo los odió porque ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. 15 No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno. 16 Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. 17 Conságralos en la verdad: tu Palabra es verdad. 18 Así como tú me enviaste al mundo, yo también los envío al mundo. 19 Por ellos me consagro, para que también ellos sean consagrados en la verdad (Jn 17, 14,19)


De este pasaje de la Escritura, según la enseñanza misma del Señor, se desprenden unas consecuencias clarísimas para nuestro apostolado personal. Jesús nos comunica la palabra del Padre y el mundo puede odiarnos por ello, como odió a Nuestro Señor, por Quien hablamos de Dios. Aceptemos este martirio y no busquemos el aplauso mundano. Nos odiarán. Pero los que no nos odien, los que el Padre llame por nuestra predicación y escuchen su Verbo de Conversión, que es Cristo, se convertirán.

A nadie dejará indiferente así nuestro apostolado. Unos nos rechazarán, pero otros recibirán en su corazón la palabra Divina, a través de nosotros. "Yo les he dado tu Palabra y el mundo los ha odiado porque no son del mundo como yo no soy del mundo". (Jn 17, 14)


Y esta aceptación, este inicio de conversión, sólo es posible de suscitar en nuestros semejantes si predicamos como el Señor quiere. Si nuestras palabras no brotan de sus enseñanzas no podrán suscitar conversiones. No podremos iluminar el mundo. El mundo no nos odiará, tal vez nos aplaudirá, dirá que somos muy listos, que hablamos o escribimos muy bien, que somos muy cultos, que han reflexionado mucho o poco y que han pensado en lo que decimos, pero todo quedará ahí.

¿Por qué? Porque la conversión no procede de nosotros mismos, de nuestras reflexiones o pensamientos humanos.

Así nos lo enseña el Catecismo Romano, 1010: "Creer no significa aquí pensar, juzgar, opinar "

Y más adelante nos enseña con qué actitud hemos de hablar de Cristo: "Y adviertan los cristianos que el que dice creo no puede conformarse sólo con el asentimiento íntimo de su espíritu a la verdad revelada (), sino que debe manifestar externamente la fe que lleva en el corazón, confesándola explícitamente y con valentía (acto externo de la fe).

"Todo discípulo de Cristo debe sentir y poder decir con el profeta: Creí y por esto hablé (Ps 115,10); y debe poseer el espíritu de los apóstoles cuando valientemente hablaron ante la autoridad:

"Porque nosotros no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído (Ac 4,20); y debe enardecerse ante el ejemplo y las palabras de Pablo: Pues no me avergüenzo del Evangelio, que es poder de Dios para la salud de todo el que cree (Rm 1,16).

"Y como última y más explícita confirmación de esta verdad, recordemos las palabras del mismo Apóstol: Porque con el corazón se cree para la justicia y con la boca se confiesa para la salud (Rm 10,10).

Con impresionantes palabras, el Magisterio de la Iglesia nos enseña, en Qui Pluribus, de Pio IX, evitar palabras mundanas, brillantes, de humana elocuencia, y a proclamar a Cristo crucificado y la su doctrina salvadora:


"Para que la palabra de Dios, viva y eficaz y más penetrante que espada de dos filos (He 4,12), instituida para la salvación de las almas no resulte infructuosa (...), no ceséis de inculcarles a esos predicadores de la palabra divina, y de obligarles, Venerables Hermanos, a que, cayendo en la cuenta de lo gravísimo de su cargo,

"no pongan el ministerio evangélico en formas elegantes de humana sabiduría, ni en el aparato y encanto profanos de vana y ambiciosa elocuencia, sino en la manifestación del espíritu y de la virtud con fervor religioso,

"para que, exponiendo la palabra de la verdad y no predicándose a sí mismos, sino a Cristo Crucificado, anuncien con claridad y abiertamente los dogmas de nuestra santísima Religión, los preceptos según las normas de la Iglesia y la doctrina de los Santos Padres con gravedad y dignidad de estilo;

"expliquen con exactitud las obligaciones de cada oficio; aparten a todos de los vicios; induzcan a la piedad de tal manera, que, imbuidos los fieles saludablemente de la palabra de Dios, se alejen de los vicios, practiquen las virtudes, y así eviten las penas eternas y consigan la gloria celestial.


Es decir, el celo por la salvación de las almas nos debe empujar, con la Caridad de Cristo, a suscitar la conversión que aparte del mal a nuestros semejantes y los conduzca al Señor.

No nos callemos la Palabra Divina.

No tengamos miedo, tan sólo creamos. Recuperemos las grandes certezas de nuestra fe, entre ellas, la eficacia de la palabra de Dios, que traspasa los corazones como espada de dos filos, y "penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y es capaz de juzgar los sentimientos y los pensamientos" (Hb 4, 12)


No tengamos miedo a la cruz y dispongámonos alegremente para el martirio, que es la suma felicidad de esta vida.


LAUS DEO VIRGINIQUE MATRI

2 comentarios:

  1. !Cuanta razón tiene este articulo! ¿como se puede hacer apostolado sin la palabra de Dios?, es imposible, si lo basamos en palabras humanas, a eso podremos llamarle de otra forma, pero no apostolado, apostolado es llevar a CRisto, como muy bien dice el artículo.
    Este mundo esta falto de la palabra, falto de seguir fielmente el magisterio de la Iglesia, pero es que ambas cosas van unidas, la fidelidad a Dios a través de su Palabra nos llevará a ser fieles a nuestra Santa Madre la Iglesia, y si no lo hacemos así, andaremos confundidos y perdidos por éste mundo que anda loco, porque vive de espaladas a Dios.
    Recemos y ofrezcamos muchos por los que no creen, por los que no esperan y por los que todavia es peor rezachan a Dios.
    La Virgen María a través de los siglos nos lo pide insistentemente, unamonos a su súplica.
    !Animo, nos hace falta muchos articulos como éste para que nos ayude en nuestra vida espiritual!.
    Un abrazo en Cristo y María, Rosa

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  2. Gracias por tu comentario.

    Como muy bien dices, "este mundo esta falto de la palabra, falto de seguir fielmente el magisterio de la Iglesia"

    La palabra de Dios es el medio por el que el Señor llama a la puerta. Me uno a esa oración por los que no creen. Que ninguna alma se pierda porque nosotros los que creemos en el Señor no nos hemos sacrificado lo suficiente.

    Gracias y que Dios te bendiga a ti y a toda la familia.

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