sábado, 30 de octubre de 2010

Christus vincit!

Demonio, mundo y carne. Tres enemigos. En Cristo vencemos al príncipe de este mundo, cuyo reino no hará merma en nuestra caridad, y cuyas tentaciones no harán presa en nosotros, si no queremos. La Gracia auspicia, el Espíritu acude en nuestro auxilio. Christus vincit! El reino de Dios lo conquistamos a viva fuerza (Mt 11, 12)

La Gracia es poderosa. Cristo vence. Mueve nuestra voluntad, le aceptamos y le respondemos sí, libremente, como Dios no ha creado.

Todo es Gracia. Y esto no aniquila nuestra libertad, que sigue indemne.

Mortifiquemos cuanto de terreno hay en nosotros, de forma que sea Cristo quien viva dentro nuestra. Para poder vencer. Omnia possibilia sunt credenti. Omnia possum in eo qui me confortat.

"Se ora como se vive, porque se vive como se ora. El que no quiere actuar habitualmente según el Espíritu de Cristo, tampoco podrá orar habitualmente en su Nombre" (Catecismo, 2725)

Vivamos en su Nombre.

Vivamos en Él "un nuevo modo de pisar en la tierra, un modo divino, sobrenatural, maravilloso (...) Que vivo porque no vivo; que es Cristo quien vive en mí" (Amigos de Dios, 297)

"Y Dios enjugará de sus ojos todas las lágrimas, no habrá ya muerte, ni llanto ni alarido, no habrá más dolor, porque las cosas de antes son pasadas (...)
Yo soy el Alfa y Omega, el principio y el fin. Al sediento le daré de beber graciosamente de la fuente del Agua de la Vida. El que venciere poseerá todas estas cosas, y yo seré su Dios y él será mi hijo " (Ap 21, 4-7)
Un nuevo modo de pisar la tierra: en Nombre del Santo Señor Jesús. Que vence, y vencerá.
Laus Deo Virginique Matri

2 comentarios:

  1. Es más, la gracia nos hace verdaderamente libres. Dice el Catecismo:

    "1742 Libertad y gracia. La gracia de Cristo no se opone de ninguna manera a nuestra libertad cuando ésta corresponde al sentido de la verdad y del bien que Dios ha puesto en el corazón del hombre. Al contrario, como lo atestigua la experiencia cristiana, especialmente en la oración, a medida que somos más dóciles a los impulsos de la gracia, se acrecientan nuestra íntima verdad y nuestra seguridad en las pruebas, como también ante las presiones y coacciones del mundo exterior. Por el trabajo de la gracia, el Espíritu Santo nos educa en la libertad espiritual para hacer de nosotros colaboradores libres de su obra en la Iglesia y en el mundo.

    Dios omnipotente y misericordioso, aparta de nosotros los males, para que, bien dispuesto nuestro cuerpo y nuestro espíritu, podamos libremente cumplir tu voluntad. (MR, colecta del domingo 32)"

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