lunes, 7 de febrero de 2011

Gracias de hoy

Durante el trayecto en tren de hoy, por la mañana temprano, he estado releyendo pasajes especialmente lúcidos de algunos libros del P. Iraburu. Diagnostica la enfermedad espiritual de muchos con exactitud: el mundo ha penetrado en numerosos ambientes cristianos y los ha vaciado de sacralidad. Cristianismo descristianizado: subjetivismo, humanismo materialista, nestorianismo, arrianismo, pelagianismo...etc., etc. Como antiguamente, pero de forma masiva.

Reflexión: los cristianos no debemos dejar el mundo a su suerte, debemos salarlo, no endulzarlo, sino salarlo. Sin ser del mundo, pues somos de Cristo, hemos de padecer mucho para salvarlo y trasfigurarlo por el sufrimiento sobrenatural. Me he dado cuenta de que nada podré hacer por mis semejantes sin hacerme varón de dolores.

Luego, antes de llegar al colegio, oración. Pido y suplico las virtudes.

Vuelvo a pensar en el cristianismo descristianizado que invade muchas almas. Son almas que buscan donde no deben buscar, que no encuentran a Cristo aunque sí encuentren, de alguna manera, la religión cristiana, pero no a Cristo: encuentran valores humanos, empeños solidarios, proyectos fraternos y toda una programación de objetivos y contenidos de humanización. Pero no a Cristo. Y sin su Gracia todo se queda en pasos a un lado y a otro que nunca se orientan hacia lo alto de la cumbre.

La fila de jacarandas, como siempre, me recuerda que estoy en esta efímera tierra para realizar una misión. El día que el Señor me llame no me importará alejarme de todas las cosas bellas de este mundo visible: las plantas, las aves, las obras de Arte. Lo visible, aunque bueno, es efímero. Sólo Cristo sacia mi sed.

Procuro pasar el día entero pensando en su humanidad: imagino que está mi lado, que le toco la túnica sin que Él se de cuenta, que le beso los pies y me da la fuerza que necesito. Le pido que me dé amarle con toda mi alma y no estar un sólo momento sin pensar en Él.

El día transcurre con sus ruidos y sus disonancias, también con buenos sonidos, hermosas melodías y alguna que otra recompensa. Yo pienso todo el día en amar mucho a Jesús. El sentimiento de indigencia, ¡cómo lo calma el Señor! He aprendido a ser eficaz en algunas materias a base de pedirle la eficacia a Aquel que siempre vence.

Tras la comida, cerca del centro de trabajo, le ruego mucho al Señor que me haga santo, que me dé el poder perdonar a este o a aquel, que ilumine mi inteligencia, que quite de mi vida cierto defecto, que me dé fuerza para corregir esto y aquello, que me dé humildad.

Entonces comprendo que la Inmaculada, a la que nada más levantarme de la cama, por la mañana, pido me conduzca a su Hijo, me está atrayendo a su Corazón y que todo el pensamiento puesto en el Santo Señor Jesús se lo debo a Ella.

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