miércoles, 16 de febrero de 2011

Todo en su Santo Nombre

Lectura: De la mediocridad y de los mediocres en la Iglesia actual, del siervo de Dios José Rivera Ramírez, sacerdote de Toledo en proceso de beatificación. No termino de sintonizar con el estilo de este texto, pero sus ideas son muy importantes y acertadas.

La mediocridad enorme que ha invadido la Iglesia en los años postconciliares es un hecho evidente, que procede de la devaluación de la Gracia, del pelagianismo y del arianismo, sin duda.

José Rivera define la mediocridad como no sentirse interpelado fuertemente por el Amor de Dios que sigue al hombre en cada instante de su vida, buscando una respuesta en él, una respuesta obediente que tiene consecuencias eternas.

El mediocre no es sino el cristiano adámico, el hijo de Adán que cree que no necesita de un terapéutica sobrenatural, que cree que no necesita un Salvador, sino un modelo ético, inmanente, humano y nada más que humano, carnal hasta la médula.

Pero la perfección y la excelencia personal coinciden con la glorificación del Señor en todo cuanto hacemos. Es decir, con la santidad.

Después he estado reflexionando profundamente sobre esto: ¿dónde buscamos la santidad?
No la busquemos en lo que hacemos, sino en Aquel por Quien es santo lo que hacemos. Aquel que nos da de su Santidad para que santifiquemos cuanto somos y hacemos en su Nombre.

Cristo glorifica a su Esposa. Yo glorificaré la Casa de mi gloria (Is 60, 7) En cuanto somos habitantes de su Casa por la Gracia, somos glorificados en el Hijo.

El Espíritu Santo glorifica al Hijo en los santos y en las obras en Gracia de los santos. De aquí la importancia de una vida eximia, de una vida virtuosa en perfecta obediencia a la Voluntad del Padre: Así ha de lucir vuestra luz ante los hombres, para viendo vuestras obras buenas glorifiquen a vuestro Padre que está en los Cielos (MT 5, 16)

El Espíritu Santo glorifica al Hijo en nosotros para que nuestras obras de obediencia glorifiquen al Padre

Con las sanrtidad de nuestras obras de Gracia glorificamos a Dios con la misma gloria que Él realiza en nosotros por la Iglesia. Este es el único sentido de la vida de un cristiano, no tiene otro:

Debéis hacedlo todo para gloria de Dios (1 Cor 10, 31)

El Apóstol dice todo, hasta algo tan simple y corporal como comer o beber, pues también hemos de glorificar al Señor con nuestro cuerpo.

Y ¿cómo glorificar en todo al Señor? haciendo todo en Gracia y en su Santo Nombre.

Alabado sea por los siglos de los siglos.


LAUS DEO VIRGINIQUE MATRI

No hay comentarios:

Publicar un comentario