miércoles, 23 de noviembre de 2011

Del Dios de toda fuerza y todo poder

Gaudium et spes 37 nos enseña una verdad que muchos católicos conciliadores con el espíritu del mundo parecen haber olvidado. Recordemos la enseñanza:

"A través de toda la historia humana existe una dura batalla contra el poder de las tinieblas, que, iniciada en los orígenes del mundo, durará, como dice el Señor, hasta el día final.

"Enzarzado en esta pelea, el hombre ha de luchar continuamente para acatar el bien, y sólo a costa de grandes esfuerzos, con la ayuda de la gracia de Dios, es capaz de establecer la unidad en sí mismo.

"Por ello, la Iglesia de Cristo, confiando en el designio del Creador, a la vez que reconoce que el progreso puede servir a la verdadera felicidad humana, no puede dejar de hacer oír la voz del Apóstol cuando dice: No queráis vivir conforme a este mundo (Rom 12,2); es decir, conforme a aquel espíritu de vanidad y de malicia que transforma en instrumento de pecado la actividad humana, ordenada al servicio de Dios y de los hombres."

La Sagrada Escritura encierra profundas y ricas enseñanzas sobre cómo hemos de librar esta batalla. Hemos visto varias en entradas anteriores. Vamos a reflexionar ahora sobre algunas enseñanzas relativas a este tema que encontramos en el Libro de Judit.

Judit 1, 16: Nabucodonosor posee "una inmensa multitud de soldados".
Con este ejército, capitaneado por el temible Holofernes, planea "cómo llevar a cabo su idea de venganza contra toda la tierra" (Judit 2, 1)

Es una ingente fuerza de potencia nihilista, secularizadora, des-sacralizadora.

Nabucodonosor y Holofernes, su servidor, representan al Anti-Dios, el Anti-cristo, el Maligno y sus servidores, las fuerzas del mal.

Envía a Holofernes a destruir "toda la tierra de Occidente" (Judit 2, 19) Con su temible servidor va una "confusa muchedumbre, incontable como plaga de langosta o la arena de la tierra".

Contra este enemigo tremendo, Israel cuenta con una mujer viuda, sabia, bella y piadosa.

En 8, 17, dice al pueblo atemorizado:


Es una prueba. Una prueba de confianza. Y para mostrarlo acude a la Escritura, y compara la situación en que se encuentran con otras pruebas de fidelidad:



La victoria sobre este enemigo portentoso no reside en la equiparación (imposible para ellos) de fuerzas, sino en la confianza. Una cuestión de confianza en el poder de Dios.

Judit exorta a la fidelidad. Ellos no adoran sino al Dios verdadero, no han caído en la idolatría de sus antepasados, que fueron masacrados por diversos enemigos. Ellos son fieles y adoran al único Dios, y en esta fidelidad se fundamenta la esperanza en el auxilio del poder de Dios contra Nabucodonosor y Holofernes, que odian al Señor y a su Pueblo, porque Israel no quiere vivir conforme a sus dictados, conforme a su imperio idólatra.


Con esta esperanza, Judit invoca el poder de Dios:

"9, 4: ¡Dios, Dios mío, escucha ahora la plegaria de este viuda!"

9, 5:14 contiene lo más impresionante de su oración. Todo un tratado de apostolado cristiano y confianza en la potencia de Dios.






concédeme, aunque no soy más que una viuda,

la fuerza para cumplir mi cometido.Por medio de mis palabras seductoras


¡Abate su soberbia por la mano de una mujer!


sino que Tú eres el Dios de los humildes, el defensor de los desvalidos, el apoyo de los débiles, el refugio de los abandonados y el salvador de los desesperados.




Nosotros, armados con esta confianza, movidos por la Gracia, ponemos todo nuestro empeño en adorar al único Dios verdadero y pedir su ayuda y su divino auxilio, para vencer con su poder las fuerzas que nos asedian.

En nuestra batalla contra las fuerzas del mal, con las buenas armas de Cristo, no olvidemos que el maligno se vale del pecado para construir su Anti-iglesia, con la que quiere devastar toda la tierra, como Nabucodonosor. Y que nosotros, Pueblo Santo por la Gracia, podemos hacerle frente, en nuestra debilidad, si imploramos fielmente su divino auxilio confiados en que el poder de su brazo no mengua para los que le son fieles.

Laus Deo Virginique Matri

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