domingo, 27 de noviembre de 2011

Que toda sabiduría nos viene del Señor, como gracias que nos envía y que no hemos de perder...

Entre raíles y vías de tren, penetro cada día en el sentido de las Escrituras. La exégesis es mi vida, lo que me alimenta. Mi vida es un estudio entrecortado por el sucederse de los días, las estaciones, los quehaceres y el amor del Señor, que siempre deja abierto su poder hacia el acontecer de cada momento, como hacia un horizonte dilatado por la Gracia.

Sentado con las Santas Letras sobre el maletín, y el maletín sobre mis piernas, en el mismo banco de siempre, de hierro rojo, en el andén oscuro muy temprano.

En los oídos la 5ª de Bruckner, con sus acordes potentísimos, como paredes sonoras del Mar Rojo entreabriéndose, dejando pasar la melodía más piadosa hacia la liberación, hacia un desierto de violines.

Ya caminando hacia el colegio voy rezando con los dedos. Contrición. Si es verdadera, es como un fuego que deja heridas luminosas y fecundísimas, como la llaga que causa el golpe de un trozo de cuero empapado en la sangre de Nuestro Señor. Un cinturón que ciñe nuestros lomos y nos mantiene erguidos, y que evita que se quiebren nuestras fuerzas al cargar la cruz.

Después, reflexionado sobre un debate que mantuve hace poco acerca de la confesionalidad de nuestros actos de apostolado. Una vez más, defendí ardientemente hacerlo todo en Nombre del Señor, y nada sin Nombrarlo, y combatir las causas de la ley natural con medios sobrenaturales (por ejemplo las causas pro-vida) , en contra de esa forma eticista neutra que no confiesa el Logos (pero sí declara "valores").

Porque lo cierto, lo real, lo que sucede es que si no se confiesa el Logos, se acaba perdiendo el logos.

No es ésta sólo una razón a favor de la llamada confesionalidad, sino una llamada de atención del Señor, que retira el poder de su brazo de aquellas empresas y trabajos apostólicos que no se realizan en su Santo Nombre y deja desamparada la razón a merced de sus enemigos, mundo, demonio, carne....

Sin el auxilio de la divina Inteligencia, la recta razón se deteriora y acaba por desdibujarse entre la niebla del pecado.

"Toda sabiduría viene del Señor (Eclo 1, 1)

"La fuente de la sabiduría es la Palabra de Dios" (1, 5) y

"Uno sólo es sabio" (1, 8)

Si no confesamos la sabiduría de Aquel que es Sabio, y que es origen y causa de sabiduría, cómo pretenderemos acertar en nuestros pensamientos, penetrar la esencia de las cosas, dirigir con prudencia nuestra vida y nuestros actos de servicio al prójimo?

El tren llega a su destino. He de volver a bajarme, hacia nuevos quehaceres.

Señor, que no llegue nunca tarde a tu parada, que nunca pierda los trenes que me envías...

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