Por la mañana, en el tren, estudiado profundamente el Libro de Judit. El Señor salva a su Pueblo a través de una mujer viuda. Frente a un ejército inmenso, el poder de Dios salva a sus fieles a través de la debilidad. Es un tema recurrente en la Sagrada Escritura.
Mientras, escuchaba esa maravilla estremecedora que es el Adagio de la 5ª Sinfonía de Anton Bruckner.
Cuando llegué a mi destino comencé a orar. Caminaba rápido con el Rosario en la mano, pidiendo gracias al Dios de la Israel celestial, al Dios de la Iglesia, al Dios de la Ciudad Celeste, a la que pertenecemos por gracia.
Luego, ideas musicales. Anoté algunas. Pensamientos varios acerca de la Transfiguración.
Toda belleza auténtica es destello del Monte Tabor.
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