domingo, 27 de noviembre de 2011

Que no ha de reducirse el cristianismo a una cuestión de valores

"La moral ha suplantado a la Revelación y ya nadie entiende nada de las Escrituras". (Mi Diario, junio 1913)

El certero diagnóstico de León Bloy acerca de los males del catolicismo burgués de su época, con su falso humanismo autónomo y pelagiano, sigue plenamente vigente en muchas iglesias locales y ambientes eclesiales diversos.


Que aburrido es escuchar un año y otro las mismas valoraciones y filosofías de ese humanismo antropotrópico que descristianiza el humanismo cristianismo.

Qué deprimente que las líneas de acción de ciertas pastorales consistan en líneas de acción no sobrenaturales, sino pobremente humanas, demasiado humanas:
reclamar medidas al gobierno, educar en valores, manifestarse públicamente...

Nada de oración, nada de ayuno, nada de sacramentos, nada de eliminar la anticoncepción de los matrimonios, ni de rechazar la fecundación in vitro, ni progresar en Gracia sacramental... nada de Cristo... no, es el gobierno de turno quien tiene en sus manos el éxito o no de la familia, y por eso hay que pedirle medidas, reclamarle, manifestarse....

No culpo del todo a las personas, que tienen buena intención, aunque una falta grande de sobrenaturalidad bíblica y tradicional y grave carencia de formación en el Magisterio de la Iglesia; culpo en especial a los que han formado a estas personas durante tantos años: teólogos, sacerdotes endiosados, catequistas presuntuosos que nada sabían de la Tradición de la Iglesia y creían saberlo todo...

El humanismo pelagiano, autónomo, moralista, superficialmente horizontalista, descrisitianizado, apoyado en la obra de teólogos inmanentistas, ha sido la línea habitual más poderosa en nuestra diócesis y en otras muchas, y mucha buena gente, responsable de pastorales, se ha perjudicado con ello.

Es un auténtico virus teológico.

León Bloy con su habitual perspicacia lo diagnosticó perfectamente:

"La moral ha suplantado a la Revelación y ya nadie entiende nada de las Escrituras".

Y como ya nadie entiende nada de lo que la Iglesia siempre entendió de las Escrituras, debido a la moralización, hay que re-fundar la exégesis, hay que explicar la Escritura de otra manera, de forma nueva, y suprimir de ella lo que no cuadra con el esquema de valores. Se fundan aulas y talleres bíblicos, se fomenta la lectura en clave moralista de la Biblia, la Escritura se convierte en un texto del que extraer valores solidarios a la manera de los documentos de trabajo y las programaciones de las ongs....

Todo resulta profundamente aburrido.

Por esto hay que volver a las Fuentes.... de donde mana el Agua Viva.


Hay que volver a la pastoral de los santos.

Benedicto XVI dedica unas palabras a Charles Péguy que reflejan lo que ha de ser el centro de las líneas de acción de toda pastoral:

"Péguy ha sabido expresar con gran fuerza la plegaria que Juana de Arco elevó a Dios con pasión, implorándole que eliminara la miseria y el sufrimiento que veía a su alrededor, y expresando la inquietud del hombre y su búsqueda de la felicidad. (19 de agosto de 2006)

Curiosa pastoral la de Juana de Arco:

Oración impetratoria.

Confianza sin límites en el poder de Dios y no en planes humanos.

Esperanza en la acción divina, que responde a todas las inquietudes del ser humano y le da vida sobreabundante.

Cristo, solución de nuestros problemas. Cristo, centro de toda pastoral...

La alegría de la santidad, el goce de los dones del Señor, que nos hace criaturas nuevas, la potencia fresca y siempre viva del Amor de Dios derramado sobre nuestros corazones, empujándonos al servicio de la Palabra y al bien del prójimo.... la potencia sobrenatural de la Oración de Súplica, que atrae el poder de Dios sobre familias, individuos y sociedades...

Los cristianos debemos volver a ser una separata de la sociedad. Porque no somos del mundo, somos de Cristo.

Y si queremos ser sal y luz del mundo, debemos distinguirnos del mundo:
ser orantes...porque el mundo no ora.

Ser mortificados... porque el mundo vive de placeres y deleites, y no se mortifica.
Amar a Cristo por encima de todo... porque el mundo odia a Cristo.
Así, y sólo así, podremos salvar al mundo.

Los bautizados somos por la Gracia Pueblo Santo. No somos como la sociedad del mundo, somos la Sociedad del Espíritu.

Habitamos en la Ciudad celestial, y en esta tierra somos tan solo peregrinos y forasteros ( 1 Pe 2, 11 y 1, 17). Pero no queremos olvidarnos del mundo, en especial del mundo que sufre; sino salvarlo con la verdad y la gracia que nos trae Jesucristo (Juan 1, 17) Y a esto hemos de dedicarnos

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