martes, 29 de noviembre de 2011

Que Jesucristo es el centro del universo y de la historia y sólo así se entiende al hombre

Christus est centrum
universi et historiae.

"Jesucristo es el centro del universo y de la historia"

(Juan Pablo II, Redemtor hominis, 1)


No nos damos cuenta del alcance de estas palabras
.

Que Cristo sea el CENTRO del universo y de la historia implica tantas cosas, que no podemos pensar en ellas sin sentir estupor. ¿Qué es el ser humano para que el Señor del universo y de la historia haya aceptado la muerte y el anonadamiento total por él?

De este estupor nos habla el beato Juan Pablo II relacionándolo con la esencia del verdadero humanismo:

"En realidad, ese profundo estupor respecto al valor y a la dignidad del hombre se llama Evangelio, es decir, Buena Nueva. Se llama también cristianismo. Este estupor justifica la misión de la Iglesia en el mundo, incluso, y quizá aún más, "en el mundo contemporáneo". Este estupor y al mismo tiempo persuasión y certeza que en su raíz profunda es la certeza de la fe, pero que de modo escondido y misterioso vivifica todo aspecto del humanismo auténtico, está estrechamente vinculado con Cristo."

La Cruz de Cristo es como un inmenso remolino que atrae hacia sí todos los males del mundo, para transformarlos y convertirlos en bienes salvíficos.

Y a la vez es un centro fontal, un surtidor inmenso de gracias, un manantial de bienes que irradia como un foco eterno e irradiante.

Ese centro fontal que es la cruz de Cristo, fuente irradiante de bienes sin número, realiza su acción desde el altar. Es la Liturgia Divina la acción irradiante de gracias que realiza el Señor en la cruz.

La Liturgia es acto salvador de Cristo, que absorbe todos los males del mundo y los despide en forma de bienes.

Por esto, que Cristo es el centro del universo y de la historia, como afirma el magisterio de Juan Pablo II recogiendo toda la tradición de la Iglesia y el sentido de toda la Escritura;

que Cristo es el centro, pues, de todo,

significa que

todo pasa por Él y todo va hacia Él.

que todo bien mana de Él, y todo mal golpea en Él.

Sí, es así, todo bien sale de Cristo.

Y todo el mal le golpea a Él

como en una flagelación contínua, una y otra vez repetida en cada pecado.

Cuando el Señor dice en Juan 15, 5 que sin Él no podemos hacer nada, se está refieriendo a que es con su gracia con la que podemos hacer todo bien, es decir, que todo bien brota de su acción sobrenatural.

Cristo es centro causal de toda acción buena y saludable.

Y, date cuenta, Cristo es afligido por todo mal causado por el hombre.

Leyendo los Diarios de León Bloy, encontré una de esas perlas de cuyo esplendor ya es difícil olvidarse. Esa perla es un pensamiento que nos hace darnos cuenta de cómo el Señor recoge en su cruz todo el mal del mundo.

Cristo está con el que sufre, tanto, tanto, que padece primero el mal, y al padecerlo primero, le ofrece al que sufre la posibilidad, por gracia, de asumir ese dolor como venido de Cristo, es decir, trasfigurado por su Presencia, es decir, por la gracia,

y por ello, aceptarlo como dolor salvífico.

Qué impresionante como lo dice León Bloy:

"Jesús está en el centro de todo, Él lo asume todo, Él soporta todo, Él lo sufre todo. Es imposible pegar a alguien sin pegarle a Él, humillar a alguien sin humillarlo a él, maldecir o matar a alguien sin maldecirlo o matarlo a Él mismo. El más bajo de los criminales tiene que pedir prestado el Rostro de Cristo para recibir una bofetada, de cualquier mano que sea; de otra manera, la bofetada no podría llegar a destino y quedaría en suspenso, en el espacio, por los siglos de los siglos, hasta que encontrase el Rostro que perdona."

Jesucristo es el centro del universo y de la historia y sólo así se entiende al hombre


Nuestro Señor carga con todos los males del mundo, y de Él irradian todos los bienes.


Laus Deo Virginique Matri

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