domingo, 4 de diciembre de 2011

Que el lenguaje de los valores procede del espíritu de cuantificación

En el Diario de mayo de 1910 de León Bloy encuentro un pensamiento muy agudo sobre la idolatría que se profesa, en el mundo de hoy, al ídolo "cantidad":

"La divinidad moderna, tanto para cristianos y judíos como ateos, es el ídolo CANTIDAD, el dios Quantum, con un culto más exigente, más implacable, que el que pudo tener el fatum antiguo".

Es decir, que hay una mentalidad moderna que considera que el destino (el fatum) de las cosas es bueno o malo según su eficacia numérica y cuantitativa. O lo que es lo mismo: según su VALOR material.

En el esquema de la ética de máximos y mínimos actual, ¿acaso no se considera que algo es un valor a enseñar en las escuelas y un derecho que defender con leyes, si cierto número de personas lo reclaman?
La obsesión cuantitativa de muchos buenos católicos, fruto de la mentalidad pelagiana, procede de este mismo espíritu de valoración.

Pero debemos dejar de pensar en el lenguaje de la cuantificación. Esta obsesión cuantitativa, como hemos comentado en otros post, está muy presente en la mentalidad de muchos buenos cristianos que se dedican a temas politicos o sociales, a la lucha pro-vida, a la defensa pública de los llamados valores cristianos.

En el mundo de hoy, en cualquier ámbito, la medida es el número, y el éxito depende de él.

Nosotros los cristianos, sin embargo, estamos a salvo de esta mentalidad gracias al no-mundo de la Liturgia, en que el poder de Dios nos extrae de las cadenas numéricas de lo material, y nos eleva a la acción increada, atemporal de Cristo, que penetra la realidad transfigurándola..

Porque es por la Gracia, a raíz de la fe, que nos independizamos de lo visible para salvar lo visible, nos liberamos del poder sugestivo de lo cuantitativo, y penetramos en el mundo litúrgico del no-número, del no-lugar, de lo inconmensurable, de lo no cuantitativo.

Pues la Litugia es acción efectiva y triunfante de Cristo. Acción no cuantificable, y plenamente eficaz per se.

Bloy da en el clavo al relacionar la sobrevaloración de lo cuantitativo con la adoración de lo visible en forma de falta de fe, de infidelidad, de idolatría incluso. Como dice en el Diario de julio de 1893:

"La idolatría consiste en preferir lo visible a lo Invisible".

La obsesión cuantitativa a la hora de emitir juicios de valor se fundamenta aquí. En la preferencia por lo visible, lo cuantificable, y la falta de confianza en lo Invisible, es decir, en el poder de Dios por la Gracia.(--Pero los cristianos confiamos en el Señor: Dichosos los que creen sin haber visto, sin haber cuantificado...)

Es también notable que entre el lenguaje de los valores y la obsesión cuantitativa exista una relación estrechísima.

Pues... ¿qué son los valores? Cuantificaciones personales (subjetivas) de la importancia de las cosas. Son creación del intelecto. La persona crea su valor, es dueña de su ética. Son los valores que tiene un hombre los que determinan su destino, dice cierto filósofo agnóstico de ética mínima, "los valores determinan el fatum". Esta persona tiene muchos valores. Aquella tiene pocos... Esto es muy importante para mí, esto es poco importante...

Es un lenguaje cuantificador.

Esto es totalmente ajeno al lenguaje bíblico-tradicional del cristianismo, porque los cristianos no somos creadores de "nuestra" ética.

Y es que la realidad moral de las cosas y de los hechos es autónoma de las valoraciones y las cuantificaciones de valor humanas, su cualidad no depende de la cantidad de asentimiento del hombre, sino de su procedencia, que es Dios.

Cuando la calidad se menosprecia en pos de la cantidad, se deteriora el orden creado y por tanto se degradan bien y belleza.

Esto se observa en el arte actual, con su obsesión por la No-Calidad, por lo feo, lo mediocre, lo tecnificado, lo impersonal, lo indefinido, lo no-excelso...

León Bloy defiende el arte cristiano medieval, la espiritualidad plástica medieval, "porque en ella no existe la idolatría de la técnica, del número, de la materia", sino de la calidad estética y espiritual, de la plástica bella y piadosa del Símbolo, que refleja y muestra esa calidad. Reivindica la Edad Media en función de su amor por la Calidad y su desprecio de la cantidad:

"Si hubo una época en que los hombres descuidaron la Cantidad para dirigirse exclusivamente hacia la Calidad, esa es indiscutiblemente la Edad Media". "La cantidad es esencialmente destructora de la calidad, si a ésta no obedece y se rebela". "Igualar, nivelar, es para la cantidad de una importancia vital y exige la aniquilación de todo lo que aventaja. Es una sucesión indefinida de cantidades perpetuamente iguales".

El cristianismo, sin embargo, afirma el autor, ama la perfección, ama lo excelso, propone la belleza contra el feísmo mediocre, y pone como objeto de vida universal el ideal excelso de la santidad y de la salvación por Gracia.

En otro orden de cosas, es bueno recordar que la ley y el orden bello y bueno de las cosas no se funda en nuestra cuantificación de su valor, sino en el orden conferido por Dios a la naturaleza de las cosas. Es este orden el que determina la calidad moral de las cosas.

Por tanto, el cristiano no es una moral de valores, puesto que la moral no se fundamenta en cuantificaciones de valor sino en la ley divina independiente a nuestras cuantificaciones subjetivas..

Precisamente porque no se fundamenta en cuantificaciones subjetivas acerca de lo bello y lo bueno, sino que intenta reproducir la ley con que Dios ordena, gobierna y conserva la realidad de las cosas.

El lenguaje de los valores es totalmente inadecuado para reflejar la moral cristiana, y no sólo la cristiana, sino la moral natural universal. Y de la misma manera, la cuantificación es totalmente inadecuada para juzgar el valor apostólico de cualquier pastoral que emprendamos.

Puesto que los valores se emiten por cuantificación.

Son respuesta una pregunta personal y subjetiva:

¿cuánto de importante para mí es esto?.Cuánto de importante me parece la familia, Cuánto de importante me parece el dinero, (si poco, entonces no es mi valor)...

...y así con todo lo valorable y opinable.

Mucho, poco, importante, secundario, poco importante... conceptos cuantitativos usados por el lenguaje subjetivo de la moral de valores.

Y es que valorar y cuantificar son lo mismo.

De la idolatría del ídolo cantidad procede el odio a la Calidad: como se ha dicho: el feísmo en el arte, la negligencia en la formación, la superficialidad en el juicio, la falta de excelencia de las obras de arte, la incompetencia en el saber... Y aún día más. Y afirmo:

De la idolatría a lo cuantitativo procede la minusvaloración de la Teología en favor de los saberes prácticos y técnicos.

Como enseña otro pensamiento de Bloy:

"El ídolo Cantidad es un ídolo sentado o tendido en el suelo, al alcance de cada elector" (de valores). "Todo lo que pretende mantenerse erguido desencadena su furor y está destinado a perecer. Lo que queda de CALIDAD en el mundo está oculto y prisionero en el fondo de ciertos corazones", donde habita la Gracia, como en su cátedra "el Soberano pontífice, vicario terrestre de la Única Calidad"

Judit 9, 11:Non enim in multitudine virtus tua . "tu fuerza no está en el número".
No es por cantidad de las fuerzas y el contingente de recursos por lo que actúa el poder de Dios. No es por la cantidad de fuerzas humanas, de recursos humanos, de medios humanos.

El Señor aconseja la pobreza voluntaria. No hemos de confiar en el poder de las cantidad, el número no determina el grado del valor de las cosas ni su eficacia, sino el poder de Dios.

"Poned toda vuestra esperanza en la Gracia" (1 Pe 1, 13)

La Gracia determina la calidad del arte, de las obras de apostolado, de todas nuestras empresas y trabajos...

En ella misma reside su eficacia, porque por ella actúa el poder de Dios.

Pongamos en la Gracia de Cristo toda nuestra esperanza, que es Vida de lo Invisible, y no seamos incrédulos, sino creyentes.


Laus Deo Virginique matri

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