sábado, 10 de diciembre de 2011

Que por la Gracia descubrimos nuestra nueva y verdadera identidad

Sin Cristo el ser humano no sabe qué es ni a qué está llamado,

desconoce su identidad, ha perdido su nombre por el pecado.

Si permanece en tinieblas, sólo el encuentro con la muerte, cara a cara con nuestro supremo Juez y Señor, le hará vislumbrar quién es en verdad.

Porque el hombre adámico desconoce su alma y por tanto quién es y ha de ser.

De aquí la imposibilidad de un verdadero humanismo sin Cristo.

Porque sólo identificándonos con Cristo por la Gracia, es decir, siendo santos,

descubrimos que tenemos restaurada en Jesús la identidad perdida,

descubrimos que identificándonos con Él, viviendo en su Nombre, obtenemos nuestro nuevo y verdadero nombre, nuestra nueva y verdadera identidad.

"Habla ustd de la misión que cada uno recibimos al venir al mundo. (Para conocerla) se necesita la gracia de una perfecta y rara humildad. Y aun con eso, ¿cómo saber claramente lo que que Dios nos pide, si se ignora lo que es un alma y jamás se ha mirado la propia? "El hombre, mísero de él, cree saber quién es

Hasta la muerte, nuestra identidad nos es desconocida e impenetrable. Sólo Adán, antes de la caída, pudo conocer la suya. Cuando esa luz le fue quitada, la muerte hizo su entrada en el mundo, trayendo en sus brazos a la Idolatría, que acababa de nacer. Cuando un alma es suficientemente profunda para comprender esta ignorancia, le queda felizmente el recurso de las lágrimas, de la plegaria de las lágrimas, y entonces tiene la visión crepuscular de la identidad (por Gracia) de todos los hombres con el Nuevo Adán, que es Nuestro Señor Jesucristo" (León Bloy, diciembre 1917)

"Dios creó al hombre a su semajanza para que hagamos lo que Él mismo ha hecho. Y puesto que tomó nuestra naturaleza a fin de morir por nosotros, nosotros debemos tomar la suya (por Gracia) a fin de dar nuestra vida por Él (noviembre 1916)

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