sábado, 19 de febrero de 2011

De la negación de uno mismo para la identificación con Cristo

A todo aquel que quiera seguirle, Jesús dice una cosa sorprendente:

"Entonces Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: «El que quiera venir detrás de mí, niéguese a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga" (Marcos 8, 34)
A oídos del mundo de hoy esto suena escandaloso.

¿Cómo encajan estas palabras los psicólogos de la autoestima, con su terapia de autoafirmaciones y autoreivindicaciones? A la propia asertividad del hombre carnal de este siglo, Jesucristo habla fuerte y claro de lo que deben hacer sus discípulos: renunciar a sí mismos. Tomás de Kempis nos enseña, según la tradición espiritual del medievo, lo que supone la negación de uno mismo:

El siervo de Jesús, es decir, su discípulo, pregunta:
"Señor, ¿cuántas veces debo negarme a mí mismo, y en qué cosas he de renunciar?"

Y el Señor le contesta:
"Siempre y a todas horas, tantos en las cosas grandes como en las pequeñas. Nada excluyo: quiero hallarte despojado de todo" (Cap. 37, 3/4)

San Juan de la cruz explica esta negación como desapropiación, anonadamiento propio:

"...de parte de su espíritu ha de caminar desapropiada y como aniquilada. De donde, instruyéndonos e induciéndonos nuestro Señor en este camino, dijo por san Marcos, 8 aquella tan admirable doctrina, no sé si diga tanto menos ejercitada de los espirituales cuanto les es más necesaria"

Es decir, sobre estas palabras impresionantes de Jesús, escandalosas a los ojos del hombre de hoy, tan ansioso de autoafirmarse y realizarse en todo cuanto hace, San Juan de la Cruz dice que es poco ejercitada por los espirituales, y que sin embargo les es necesaria. Tan necesaria, que el Señor la pone en forma condicional: si quieres seguirme, entonces niégate a ti mismo, toma tu cruz y sígueme.

Para seguir a Nuestro Señor, por tanto, hay que tener la propia vida como si no fuera nuestra (desapropiada) y como aniquilada. No dice San Juan de la Cruz aniquilada, sino como aniquilada, es decir, negada, renunciada.

La negación de sí mismo coincide, en la doctrina ascética tradicional, con la abnegación. Es la virtud sobrenatural de la abnegatio sui (propiamente: negación de sí mismo) De nuevo la Imitación de Cristo nos ilustra espiritualmente sobre el sentido de esto:

"El Señor: 1. Hijo mío, en la medida en que te apartes de ti puedes acercarte a Mí. (...) Negarte a ti mismo interiormente es causa de la unión con Dios.
2. Quiero que aprendas la verdadera abnegación de ti mismo y tu entrega a mi voluntad, y eso sin queja ni réplica de resistencia"

Apartarse de uno mismo. ¿Con qué objeto? para unirnos con Dios: para entregar a Él nuestra voluntad, como dice el Kempis. Es decir, desapropiarnos de nuestra voluntad y entregársela al Señor. "Vende tu voluntad" dice el Doctor Místico. Que no queramos ni realicemos con ella sino lo que quiere el Señor, a Quien que hemos de entregar la potencia de nuestro obrar y nuestro propio querer. La hemos dejado como aniquilada para nuestro propio apetito, porque la hemos entregado totalmente a Dios. ¿Por qué? Porque, como nos dijo anteriormente la Imitatio Christi, hemos de renunciar a nosotros mismos siempre y a todas horas.

Es el plan sobrenatural de autonegación de los santos. Nada tiene que ver este como aniquilamiento con el aniquilamiento budista. La nada budista es demoníaca, porque pretende crear un vacío artificial que excluya a Dios mismo , en donde sólo quede lugar para la propia naturaleza herida, glorificada; nada ha de llenarla.

La nada de la abnegación cristiana es un paso ascético, un medio sobrenatural de divinización por la acción totalizadora de la Gracia, un camino purgativo de perfección, no un fin, sino un paso para que la Gracia sobrenatural posea y llene completamente al que renuncia si mismo. El objetivo es seguir a Cristo, no quedarse en el vacío, sin Cristo, es decir, muerto, aniquilado verdaderamente.

En su himno a la negación de sí misma de Santa Ángela de la Cruz encontramos ecos del himno a la caridad de San Pablo, y no es causualidad. La Santa quería, efectivamente, hacer notar, sorprendentemente, que haciendose nada por Cristo, Cristo se le entregaría totalmente y ella sería, así, toda caridad sobrenatural, toda Cristo. He aquí las palabras de la Santa, escandalosas para el mundo de hoy:

"Dios mío, dame Gracia para cumplir el propósito de reducirme a la nada.
La nada calla.
La nada no se disgusta.
La nada no se disculpa.
La nada no se justifica.
La nada todo lo sufre.
La nada del pecado es la verguenza, la confusión; nada merece, más que el infierno, nada se le debe, sólo el infierno.
La nada, en fin, en la criatura, es la humildad práctica" (Apuntes de ejercicios y retiros, 1887)

Y todo esto para qué? "Para ser toda caridad" Toda caridad. Es decir, toda Cristo.

Esta es la humildad práctica que nos permite ser todo caridad: reconocer que somos nada sin Dios. Anonadarnos, para que sea Cristo Quien viva en nosotros.

"Vivo, pero no yo, sino que es Cristo Quien vive en mí" (Gálatas 2, 20) Vivo, pero no yo. Es decir, me he negado, me he hecho nada, para que Cristo viva totalmente en mí, y así poder decir:
"No hago inútil la Gracia de Dios" (Gálatas 2, 21)

¿Cómo puede no hacer inútil la Gracia de Dios? Liberando su camino por el alma que quiere santificar y llenar de caridad. Porque así no encuentra nada que le estorbe. Así el alma puede llenarse de Gracia y dar caridad, ser toda caridad, como quería Santa Ángela de la Cruz.Todo un apostolado, para los tiempo que corren.

Hablar a los cristianos mundanos, a los hombres carnales, de que renuncien a lo suyo, que lo suyo es poca cosa, nada, comparado con lo que Dios puede darles. Qué gran misión. Que se reduzcan, para que aumente la Gracia. Que sepan que solamente Cristo es capaz de llenarnos, si nos vaciamos de nosotros primero; de nuestros proyectos, afanes, planes propios, miserias, apegos, grandilocuencias, soberbias...

Que todo el mundo sepa que lo humano no debe ser ensalzado ni glorificado como si pudiera ser algo por si propio. Sino desapropiado, anonadado, para que el Señor se apropie de nosotros, nos haga suyos, y viva en nosotros totalmente por la Gracia, y en la Caridad, para las salvación de las almas y santificación propia.

Lo que el Señor, por tanto, nos está pidiendo como condición para seguirle, es esa humildad práctica de que hablaba Santa Ángela de la Cruz, que conduce a reconocer la propia miseria, y la grandeza del amor de Cristo. A esto se dedicaba León Bloy, en medIo de una apabullante pobreza material; a exaltar la poquedad y miseria de nuestras propias fuerzas, y la grandeza de la vida sobrenatural.

"Me propongo, sobre todo, practicar una forma de apostolado, demostrando la miseria sorprendente y el ridículo infinito de todo lo que se opone a Dios". (Mis Diarios, 1913, 1915)

Esta es la condición: eliminar de nuestra vida todo lo que se opone a la Gracia de Cristo, de forma que sea el Señor quien nos modele y haga en nosotros su obra, por nuestra humillación de pura nada, de simples siervos, inútiles sin su Gracia.

Así el Altísimo, no lo dudemos, podrá hacer maravillas en nosotros.

¡¡Que nada le estorbe!

LAUS DEO VIRGINIQUE MATRI



7 comentarios:

  1. Me ha impresionado este comentario, sobre todo me ha gustado ver el amor a la iglesia, como madre y maestra. Estoy leyendo muy meditadamente uno de los libros q has comentado, la imitación de Cristo, el cual me esta ayudando a denunciar mi poco amor a Cristo. Decir q me ha gustado tb el termino cristiano mundano... Pero hasta cierto punto... no nos atrae el mundo y sus pasiones? Como dice s Pablo quien me librara de este cuerpo q me lleva a la muerte? Gracias sean dadas al padre por Jesucristo nuestro Senor. La paz

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias, Cornelio, por tu comentario.

    La Imitación de Cristo es un libro muy valioso, obra espiritual de cabecera de San Ignacio, Santa Teresa del Niño Jesús, y tantos otros.

    Hay que amar a Cristo por encima de todo.

    Un saludo en el Señor

    ResponderEliminar
  3. El Kempis es una obra capital. En tiempos de mis padres era una lectura normal en los colegios católicos... pero ha sido desplazado por lecturas más acordes con el mundo.

    Quisiera sólo comentar que Dios todo lo sabe y todo lo escruta. Guardar un trozo de nuestros ratos de oración al silencio y al anonadamiento internos, es esencial.

    Un abrazo en Cristo :)

    ResponderEliminar
  4. Cuando hacía Ejercicios Espirituales, con la Milicia de Santa María, los dos libros de lectura, aparte de otros personales eran La Biblia y el Kempis.

    Cuando más entramos en nuestra nada más nos acercamos al Niño de Belén.

    Niño es persona humana, carnal, que llora y rie, canta y grita, sufre y ama. Niño es persona humana con todas sus debilidades. Porque Niño era Dios, el Verbo y en el Verbo estaba Dios.
    El Salmo canta:
    ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para darle poder? Le hiciste poco inferior a los ángeles, le coronaste de gloria y dignidad. Le diste el mando sobre las arenas de los mares. Todo lo sometiste bajo sus pies.

    A D. Javier Martínez, hoy obispo no sé si en Córdoba o Granada le encantaba, en la capilla de Derecho de la Complutense oir cantar este salmo. Me lo contagió.

    Sabes Alonso, me encanta:

    Si algo de lo que aquí escribiere un ápice se apartara de la doctrina católica, téngalo por nulo, y a mí por loco, que en mi sano juicio por nada del mundo, ni aunque la vida me quitaran, consentiría en oponerme a la doctrina de la Iglesia, Sacramento de la Verdad y Cuerpo del Señor, "extra Quam nulla salus".

    Cuando tengas un ratito te recomiendo una página web, la de los Siervos del Hogar de la Madre, institución fundada por un sacerdote español, D. Ramón Alonso, formado en la Cruzada de Santa María y en el obispado de Toledo.

    Ad Magorem Gloriam Deim (mi latín es malísimo)

    Paco M. (en adelante PMM)

    ResponderEliminar
  5. Muchas gracias por tus comentarios, Paco.

    El kempis es un libro muy importante. Obra espiritual de cabecera de San Ignacio, Santa teresa del Niño Jesús, que hallaba mucho consuelo en él, etc.

    A mí es el libro que más me ayuda, después de la Santa Escritura de Nuestro Señor y los Santos Padres.

    Lo llevo siempre en el bolsillo de la chaqueta, y lo abro a menudo para no dejar de meditar durante todo el día. La vida cristiana no consiste en leer muchos libros, sino en alimentarnos de la verdad del Señor con pocos pero buenos, fervorosos libros.

    El salmo que citas es impresionante. Refleja bien ese encargo que nos ha hecho nuestro Creador, el Señor, de iluminarlo todo, de restaurarlo todo en Cristo.

    Voy a visitar la página que me has recomendado, tiene que estar muy bien.

    Un abrazo en Cristo, desde María Inmaculada

    ResponderEliminar
  6. Esta frase de tu comentario me ha parecido muy profunda:

    "Cuando más entramos en nuestra nada más nos acercamos al Niño de Belén"

    ResponderEliminar
  7. !Qué maravilla de comentario!

    No tiene desperdicio. Genial. Cada vez que lo leo me gusta más. Es una joya todo él. Creo que tu oración ha sido muy fecunda.

    Me encanta, todo San Pablo, todo cristocénico.

    "Vivo, pero no yo, sino que es Cristo Quien vive en mí" (Gálatas 2, 20) Vivo, pero no yo. Es decir, me he negado, me he hecho nada, para que Cristo viva totalmente en mí, y así poder decir:
    "No hago inútil la Gracia de Dios" (Gálatas 2, 21)

    Pero lo anterior no se queda atrás:

    Y todo esto para qué? "Para ser toda caridad" Toda caridad. Es decir, toda Cristo.

    Esta es la humildad práctica que nos permite ser todo caridad: reconocer que somos nada sin Dios. Anonadarnos, para que sea Cristo Quien viva en nosotros.

    Me enseñaron, aunque no lo aprendí bien, que la humildad es la virtud de las virtudes, junto a la caridad. Y lo veo reflejado en este genial comentario.

    Alonso, muchas gracias por recordármelo.

    Es curioso, no nos conocemos de nada, pero parece como si te conociera de toda la vida.

    Que la Virgen llene tu vida. Que el Sagrado Corazón de Jesús reine en tu caminar. Ad Magrem Gloriam Deim

    Paco M

    ResponderEliminar