jueves, 10 de febrero de 2011

Meditaciones diversas del día de hoy

I

Esta mañana, en oración, se me representaba Jesús mentalmente, y me decía: no quieras tanto lo que te concedo, sino a Mí, que soy Quien te agasaja y regala sin que lo merezcas. Pues he también de retirarte mi mano, para que sufras y me agasajes y regales tú a Mí". Yo le decía: Es verdad, mi Jesús, que no te merezco. A continuación me estremeció mucho el sufrimiento de Jesús por los que no quieren amarle y le ofenden, y vinieron a mi mente unas palabras tremendas: alejarse deliberada y voluntariamente de Cristo y rechazar definitivamente su Espíritu es el mayor mal que puede cometer un hombre.

Le prometí al Señor que iba a rezar y mortificarme mucho por la conversión de los pecadores, como quería la Virgen de Fátima. Y diciéndole esto al Señor, imaginándomelo mentalmente, notaba en mí crecer una fervorosa confianza. Así que relacioné la convicción de entregarme como hostia viva a Jesús, y no quererme yo a mí mismo en sus regalos, con esta tan aguda confianza, y me comprometí a quererle sin mirar si me agasaja o no de aquí en adelante, si me concede gozo o dolor, consuelo o desconsuelo, fervor o desierto.

II. Todas las cosas que antes amaba, aun teniendo color, han perdido color para mí: las ciencias antiguas, como la Botánica;´las grandes obras de arte; los grandes tesoros de la música.... He comprendido cuánta vanidad se esconde en el gusto adámico de las cosas bellas, cuánta gula espiritual.No hace mucho, acabando de comulgar, percibí que el Señor me decía: todas estas cosas que amas te tienen atado. ¡No quieres morir, para no despedirte de ellas! No ves que morir sea una ganancia.

Y es que ninguna de las cosas visibles es medio proporcionado y real de unión. Tan sólo la propia Vida del Señor, que se hace inherente por la Gracia sacramental y la oración unitiva, nos identifica con Cristo. No por ello son malas. Son buenas. Pero tan sólo en una fase primera de nuestra unión con el Señor. Todo pierde color y sabor cuando se contempla al Señor.

III

Dios Todopoderoso me ha concedido el aceptar vivir como quiere Cristo: «como peregrinos y forasteros» (1Pe 2,11) en este mundo, sirviendo de instrumento para salarlo y darle sabor sobrenatural. Me doy cuenta que estamos sumergidos en una batalla de proporciones inauditas. Y yo sé a qué ejército quiero pertenecer, y a qué bandera seguir hasta la muerte.

Nuestras armas sean las que enseña la doctrina apostólica: oración impetratoria, ayuno, continencia y abstinencia, limosna, mortificación de la carne y de los sentidos, negación de uno mismo... y todo en el gozo que pedir al Señor, porque de Él procede. Con estas armas y armadura la victoria será de Cristo, con Quien nos ha de identificar el Espíritu por la Gracia de este sacramento universal de identificación con el Señor que es la Iglesia.

Como peregrino y forastero ( 1 Pe 2, 11): "no améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo" ( 1 Jn 2, 15)

El Concilio Vaticano II enseña: «toda la vida humana, la individual y la colectiva, se presenta como lucha, y ciertamente dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas» (GS 13b).

«A través de toda la historia humana existe una dura batalla contra el poder de las tinieblas, que, iniciada en los orígenes del mundo, durará, como dice el Señor, hasta el día final» (37b).

Hay falsos profetas, maestros del error, que quieren perder almas. Debemos estar alerta contra ellos, amarlos y rezar por ellos, pero advertidos de su voluntad perversa, como nos advierte claramente la Sagrada Escritura:

«Saldrán muchos falsos profetas y extraviarán a mucha gente» (Mt 24,11; cf. 7,15-16; 13,18-30. 36-39 «Resisten a la verdad, como hombres de entendimiento corrompido» (2Tim 3,8), son «hombres malos y seductores» (3,13), que «no sufren la sana doctrina, ávidos de novedades, que se agencian un montón de maestros a la medida de sus propios deseos, y hechos sordos a la verdad, dan oído a las fábulas» (4,3-4).

IV

1 Juan 2:

18 Hijos míos,
ha llegado la última hora.
Ustedes oyeron decir que vendría un Anticristo;
en realidad, ya han aparecido muchos anticristos,
y por eso sabemos que ha llegado la última hora.

19 Ellos salieron de entre nosotros,
sin embargo, no eran de los nuestros.
Si lo hubieran sido,
habrían permanecido con nosotros.
Pero debía ponerse de manifiesto
que no todos son de los nuestros.

20 Ustedes recibieron la unción del que es Santo,
y todos tienen el verdadero conocimiento.

21 Les he escrito,
no porque ustedes ignoren la verdad,
sino porque la conocen,
y porque ninguna mentira procede de la verdad.

22 ¿Quién es el mentiroso,
sino el que niega que Jesús es el Cristo?
Ese es el Anticristo:
el que niega al Padre y al Hijo.

23 El que niega al Hijo no está unido al Padre;
el que reconoce al Hijo también está unido al Padre.

24 En cuanto a ustedes,
permanezcan fieles a lo que oyeron desde el principio:
de esa manera, permanecerán también
en el Hijo y en el Padre.

25 La promesa que él nos hizo es esta: la Vida eterna

Catecismo 672:

El tiempo presente, según el Señor, es el tiempo del Espíritu y del testimonio, pero es también un tiempo marcado todavía por la "dificultad" (1Co 7,28) y la prueba del mal que afecta también a la Iglesia e inaugura los combates de los últimos días

Y el Magisterio pontificio de Pio XII:
34. Ciertamente, el odio contra Dios y contra los que legitimamente hacen sus veces es el mayor delito que puede cometer el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios y destinado a gozar de su amistad perfecta y eterna en el cielo

V

El Señor me dado sufrir mucho por las personas que no quieren a Cristo, que se dejan seducir por maestros de error. He visto el abismo espantoso a que conduce la negación de Cristo y de su Espíritu. Sus frutos los vemos a diario: genocidio de nonatos en el vientre materno, adulterios, fornicaciones, apostasías y divisiones, dramas humanos de todo tipo.

En un retiro al que hace poco asistí enseñaban que un cristiano debe estar alegre. No dudo de su conveniencia, ni de que la alegría perfecta es don del Señor. Y lo pido, porque es fruto de la Gracia y no conquista mía. Pero yo sé que el Señor quiere que padezca sobrenaturalmente y me ofrezca por los pecadores, porque, como dijo la Santísima Virgen en Fátima:

"Sacrificaos por los pecadores y decid muchas veces, y especialmente cuando hagáis un sacrificio: Oh Jesús, es por tu amor, por la conversión de los pecadores y reparación de los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María". Y tomando un aspecto muy triste, la Virgen añadió: "Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores, porque muchas almas van al infierno por no tener quien se sacrifique y rece por ellas".

1 comentario:

  1. No tenemos tiempo que perder, que ninguna alma se condene por no haber nosotros rezado ni sacrificado por ella lo que debíamos, para padecer lo que al Señor faltaba por padecer, porque era para nosotros esa pena.

    Alabado sea Jesucristo en la Cruz. Crucifiquémonos

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