lunes, 28 de febrero de 2011

Sobre caminos de sanación para los males que afligen al Pueblo de Dios

1. MUCHOS MALES AFLIGEN AL PUEBLO DE DIOS

Los males que afectan a muchos sectores y fieles de la Iglesia de hoy son muchos. ¿Cuántos bautizados han dejado de alimentarse de la Santa Eucaristía, de hacer oración y ayuno, de vivir en pobreza voluntaria, de purificarse de sus pecados por el sacramento de la confesión? Abortos, adulterios, anticoncepción masiva, promiscuidad juvenil...apostasías...son el pan cotidiano. Es de ciegos no verlo.
A riesgo de que nos llamen negativos o pesimistas, creemos necesario diagnosticarlos. Porque amamos a la Iglesia. Porque queremos la salvación de las almas. Porque queremos que los obispos, los sacerdotes, los catequistas, los fieles se den cuenta de la necesidad que tenemos de sanación. De salud en el orden de la verdad (doctrina) y en el orden de la Gracia (vida cristiana).

¡Debemos ser valientes y darnos cuenta de esto! No vivamos alejados de la realidad, como si en el Pueblo de Dios no se hubieran extendido perversas enfermedades que piden sanación.

Una sanación que, digámoslo claro, sólo puede venir de Cristo y de su Iglesia. Por esto decimos desde aquí, fuerte y claro, que los males que sufre la Iglesia de hoy reclaman un nuevo cristocentrismo, una primacia total de la Gracia y de la libertad humana en sinergia con ella, y el abandono inmediato de todo error y desviación.

Vamos a expresarlo de forma contundente: sin Cristo y su doctrina verdadera, la criatura humana queda en tinieblas. Sin la doctrina cristiana verdadera, bíblica, tradicional, según el Magisterio Apostólico, quedamos entenebrecidos. Los graves errores que se difunden masivamente en las iglesias particulares conducen, no nos engañemos, al olvido de Dios.

Porque las desviaciones doctrinales graves generan graves deficiencias en la vida cristiana, que degeneran en el olvido de la primacia absoluta de la Gracia, es decir, en el olvido de Dios.

Así nos Lo enseña, con voz solitaria y profética, el Magisterio de la Iglesia:

"por el olvido de Dios la propia criatura queda oscurecida" (Gaudium et Spes 36).

Queda oscurecida. Y quedar a oscuras en plena batalla contra el poder de las tinieblas es cosa bien dramática.

2. EL DEMONIO UTILIZA LA ESCRITURA (Y LA FALSA EXÉGESIS) PARA DIFUNDIR SUS ENGAÑOS Y PERDER A LOS FIELES

El príncipe de la mentira usa la Escritura para sembrar el olvido de Dios y de su fuerza, que es Cristo, y deja profundamente debilitadas a las iglesias particulares (y a los fieles que caen en sus seducciones al dejarse guiar por falsos profetas.

No olvidemos esto: el demonio, príncipe de la mentira, conoce muy bien la Escritura.

Ya intentó engañar a Nuestro Señor con ella. Hemos de saber que el diablo utiliza las Letras Sagradas para engañar al Pueblo de Dios. Así, hemos estar precavidos y vigilantes en aquellas ideas que se transmiten en los cursos y aulas bíblicos, en los talleres telógicos, desde donde el maligno difunde sus errores y tienta (especialmente con el humano-centrismo y su materialismo práctico, pelagiano y arriano) a los fieles con la soberbia humano-céntrica y la devaluación de la necesidad absoluta de la Gracia.

Algunos dudan de que estemos en guerra contra los demonios y sus potestades. Pero es el propio Concilio Vaticano II quien, proféticamente, nos lo recuerda:

"A través de toda la historia humana existe una dura batalla contra el poder de las tinieblas, que, iniciada en los orígenes del mundo, durará, como dice el Señor, hasta el día final. Enzarzado en esta pelea, el hombre ha de luchar continuamente para acatar el bien, y sólo a costa de grandes esfuerzos, con la ayuda de la gracia de Dios, es capaz de establecer la unidad en sí mismo". (GS 37)

3. PARA DARNOS CUENTA DE LOS ENGAÑOS DEL MALIGNO HEMOS DE CENTRARNOS EN CRISTO Y NO EN EL HOMBRE

La vida espiritual de los católicos debe dejar de estar centrada en el hombre, en los valores del hombre, en los esfuerzos del hombre, en las ideas, lecturas, estudios, ideaciones del hombre. Sólo Cristo puede salvarnos y traer una nueva salud a la Iglesia de hoy. Sólo así descubriremos qué es y qué necesita el ser humano.

Necesitamos de forma absoluta a Cristo. La sociedad enferma de hoy necesita absolutamente de la Gracia sacramerntal, de la oración, de los consejos evangélicos.
Necesitamos, especialmente los laicos, vivir en pobreza voluntaria y dichosa, en castidad celeste, en obediencia abnegada y fervorosa. Hasta que no nos demos cuenta de esto, seguiremos dando palos de ciego y perdiendo el tiempo miserablemente. Vivamos alabando al Señor, en una constante petición de Gracias, firmes en la fe y la paciencia sobrenatural.

El Concilio Vaticano II nos dice fuerte y claro qué es lo único que puede aportarnos luz y fuerza:

"
Cree la Iglesia que Cristo, muerto y resucitado por todos, da al hombre su luz y su fuerza por el Espíritu Santo a fin de que pueda responder a su máxima vocación y que no ha sido dado bajo el cielo a la humanidad otro nombre" (GS 10)

Luz y fuerza. Es decir, doctrina verdadera (la apostólica) y Gracia.

Esta enfermedad del antropocentrismo que olvida a Dios (y al olvidar a Dios pierde la esperanza, que es recuerdo de sus promesas) fue diagnosticada certeramente por el CVII:

"como enfermo y pecador, (el hombre) no raramente hace lo que no quiere y deja de hacer lo que querría llevar a cabo. Por ello siente en sí mismo la división, que tantas y tan graves discordias provoca en la sociedad. Son muchísimos los que, tarados en su vida por el materialismo práctico, no quieren saber nada de la clara percepción de este dramático estado, o bien, oprimidos por la miseria, no tienen tiempo para ponerse a considerarlo. Otros esperan del solo esfuerzo humano la verdadera y plena liberación de la humanidad y abrigan el convencimiento de que el futuro del hombre sobre la tierra saciará plenamente todos sus deseos " (GS 10)

Es un materialismo práctico que deja al hombre tarado en su vida. La expresión durísima, y certera del Concilio, hará pensar a muchos. El hombre, seducido por el mundo material, efímero, terrestre, sin Cristo, queda tarado en su vida espiritual: ciego, oscurecido, sin inteligencia sobrenatural ni fuerza divina, a la espera del solo esfuerzo humano una liberación imposible en orden a la satisfacción de sus deseos.

Esta mundanización extrema, o materialismo práctico, es responsabilidad de cada cual (GS 19) y efecto, asimismo, de dos males gravísimos que afectan a muchas iglesias locales:

la doctrina errónea o defectuosa, y la vida cristiana deteriorada por los males del pelagianismo, semipelagianismo y demás imperfecciones de toda vida espiritual centrada en lo humano, impidiendo la perfección, frenando las vocaciones, y obstaculizando el camino del Señor.

Así nos lo enseña, de nuevo, Gaudium et Spes, dando en el clavo de lo que ocurre hoy, decenios después de su promulgación:

Por lo cual, en esta génesis del ateísmo pueden tener parte no pequeña los propios creyentes, en cuanto que, con el descuido de la educación religiosa, o con la exposición inadecuada de la doctrina, o incluso con los defectos de su vida religiosa, moral y social, han velado más bien que revelado el genuino rostro de Dios y de la religión (GS 19).

4. POR ESTO NECESITAMOS DE LA VERDAD DE LA DOCTRINA APOSTÓLICA Y DE LA ACCIÓN TRANSFORMADORA DE LA GRACIA

El remedio del ateísmo hay que buscarlo en la exposición adecuada de la doctrina y en la integridad de vida de la Iglesia y de sus miembros (GS 21)

Así de claro lo afirma el Concilio: necesitamos una exposición correcta de la doctrina e integridad en el orden de la Gracia (es decir, en la vida de la Iglesia) para vencer el ateísmo y sus derivados.

1.- Los males del Pueblo de Dios necesitan sanación, y esta sanación sólo puede venir de Cristo: de su Magisterio y de sus Sacramentos de Salud.

2.-Hay que desterrar de las catequesis, publicaciones, y medios de formación de las iglesias locales, la idea de que con un simple humanismo antropocéntrico podemos sanar al ser humano o a las sociedades

3.-La perfección en la vida de la Gracia (santidad) y la perfección en la doctrina (obediencia plena al Magisterio apostólico) son los medios por los que Cristo puede actuar a través de nosotros y propiciar la conversión de los alejados, renovar las vocaciones y atraer hacia el Señor la vida de los pueblos.

5. PRIMERAS CONCLUSIONES A MODO DE COMIENZO

Graves desviaciones doctrinales producen graves deficiencia en la vida cristiana.

Queremos que los obispos usen de su autoridad e impidan los sacrilegios en los sacramentos y la extensión masiva de los errores en las homilias, catequesis y publicaciones diocesanas.

El príncipe de la mentira usa de la Escritura y su exégesis, a través de la actividad teológica o catequéticas de fieles o pastores extraviados, para perder a la gente:

"herirá al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño" (MT 26, 31)

Es necesario, por esto, usar de la autoridad apostólica para reunir el rebaño disperso, fomentar la unidad en la verdad por la caridad, e impedir que el demonio se sirva de la sabiduría mundana de los ilustrados para confundir al Pueblo de Dios.

Si con humildad miramos hacia lo alto y nos centramos en Cristo, recuperaremos la verdadera noción del hombre y haremos posible que el Señor nos sane.

Aprendamos el papel de la Gracia divina en nuestra vida, en nuestra vocación. Nuestra vocación a la santidad, seamos laicos o sacerdotes, o religiosos, no consiste en una altruísta acción del hombre, no es fruto de que seamos o no generosos con el Señor. Es fruto gozoso y feliz de su llamada, de su Gracia, de su elección, a la que hemos de decir sí movidos por la Gracia misma.

Hagamos penitencia, ayunos, mortificaciones corporales y espirituales, practiquemos la limosna heroica y vivamos en pobreza voluntaria. Sólo así podremos comunicar a Cristo, atraer a los demás a Cristo, renovar nuestras iglesias con nuestra santidad de vida.

Afirmemos pues la primacía absoluta de la Gracia, y de la libertad humana en sinergía con ella, subordinada (que no coordinada, sino subordinada a la Gracia del Señor). Porque:

"no me elegísteis vosotros a Mí, sino que yo os elegí a vosotros" (Jn 15, 16)


LAUS DEO VIRGINIQUE MATRI

3 comentarios:

  1. Estupenda reflexión.

    Podemos pensar en caminos para sanarnos y sanar a la iglesia a través nuestra, pero todo pasan por la fe, esperanza y caridad.

    Dios nos conceda lo suficiente de todas estas virtudes y además en la proporción que sólo El puede y sabe concederlas.

    Después vendrá la lucha diaria que no por imposible deja de apoyarse en al Esperanza de que Dios es quien actúa por nosotros.

    Un abrazo en Cristo

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  2. Querido Alonso, como siempre, magnífica reflexión.

    Me ha impresionado toda la reflexión pero sobre todo esta parte, permiteme copiarla:..."La expresión durísima, y certera del Concilio, hará pensar a muchos. El hombre, seducido por el mundo material, efímero, terrestre, sin Cristo, queda tarado en su vida espiritual: ciego, oscurecido, sin inteligencia sobrenatural ni fuerza divina, a la espera del solo esfuerzo humano una liberación imposible en orden a la satisfacción de sus deseos.

    Realmente llegamos a este estado de quedar tarado, reflejaándose también en la vida, en las obras, en las respuestas sociales y manifestaciones antropológicas y sociales.

    Si me permites copio textualmente un apartado del libro "La Imitación de Cristo": ...(Libro III, Cap1, pto 2:... hay muchos que, a pesar de la frecuente lecura del Evangelio, sienten poco deseo de su doctrina, porque no tiene ese mismo espiritu de Cristo. Porque quien desee entender y gustar plenamente la doctrina de Cristo, es necesario que se esfuerce en ajustar a ella su vida."
    Más adelante manifiesta el Kempis: (Libro II,Cap 3:..."hay muchos que oyen con más gusto la voz del mundo que la de Dios y se dejan arrastrar más facilmente de sus apetitos carnales que del divino beneplácito..."

    Perdona que me extienda, pero creo que los comentarios lo requieren.

    Se dice: un lugar donde hay agua estancada apesta... Igualmente ocurre con la Fe. Continuamente en movimiento, en combate...

    ¡ANIMO!
    La Paz.

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  3. Muchas gracias por tus comentarios, Cornelio.

    Las citas del Kempis muy acertadas. Siempre actuales, son una escuela de santidad, y nos previenen contra numerosos males del mundo de hoy.

    Un abrazo en Cristo, desde María Inmaculada

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