domingo, 20 de noviembre de 2011

De cómo la Palabra de la Iglesia es sacramento de la Palabra eterna del Logos

I
Tradición y Escritura están íntimamente compenetradas.

Como afirma la Dei Verbum, 9, "surgen de la misma Fuente, se funden en cierto modo y tienden al mismo fin". La Escritura es la Palabra de Dios, que recibe y tansmite la Tradición. En ambas está contenido el depositum fidei. El Magisterio esclarece de forma auténtica la Palabra de Dios.

Sacra Scriptura principalius est in corde Eclesiae quam materialibus instrumentis scripta: La Sagrada Escritura está más en el corazón de la Iglesia que en la materialidad de los libros escritos, afirman San Hilario de Poitiers y san jerónimo entre otros..

"En efecto, la Iglesia encierra en su Tradición la memoria viva de la palabra de Dios, y el Espíritu Santo le da la interpretación espiritual de la escritura" (Catecismo, 113)

La palabra que leemos en la Escritura y en los escritos de la Tradición componen como en acorde la Palabra de Dios sacramentada, memorializada, encarnada en la Iglesia, cuyo sentido es el Magisterio eclesiástico. Son Palabra de Dios que la Iglesia pronuncia, son Palabra de la Iglesia.

Nadie puede tener a Dios por Padre si no tiene a la Iglesia por Madre, afirma San Cipriano de Cartago. Nadie recibe la Palabra divina si no es por mediación de la Palabra de la Iglesia, cuerpo visible de la palabra de Dios..

El Misterio de la Iglesia es un misterio de mediaciones. La palabra de la Iglesia es mediadora entre la Palabra divina, pronunciada eternamente por el Logos, y la Palabra divina escrita y pronunciada y auténticamente interpretada y explicada por la Iglesia.

La palabra de la Iglesia es, pues, como el cuerpo de la Palabra del Logos viviente.

Cuanto leemos en la Escritura y la Sagrada Tradición, escuchado y celebrado en la Liturgia, es sacramento de la Palabra eterna del Verbo divino.

De estas consideraciones se concluye una profunda verdad de todo apostolado, de toda predicación:

cuando se corrompe o desvirtúa la Palabra de la Iglesia, queda afectada radicalmente nuestra percepción de la Palabra divina, porque queda afecta la relación sacramental que existe entre la Palabra de la Iglesia y la Palabra del Logos.

La palabra de la Iglesia no es sino la Palabra divina hecha visible, constituída sacramentalmente, con gesto y voz litúrgica, en mediadora entre el logos humano y el Logos eterno de Dios.

La afirmación de Sab 9, 15, leída espiritualmente, nos enseña que

"el cuerpo que se corrompe daña al alma"

El cuerpo de la Palabra divina no es sino su concreción visible, que es la Palabra de la Iglesia. Si se desvirtúa, si se corrompe, oscurece la palabra comunicada por el Logos, que queda en tinieblas.
Entre palabras humanas, creadas por la ideología teológica de moda, o las opiniones cambiantes de los tiempos, no puede haber relación sustancial, como lo hay entre alma y cuerpo

Nuestras palabras deben sintonizarse con la Palabra de la Iglesia, para así poder significar la gracia y la verdad que nos trae Jesucristo (Juan 1, 17), encarnación del Logos.

II

Pero para que la Iglesia pronuncie su Palabra, ha de recibir primero la Palabra del Logos. Nosotros, sus hijos por el Santo Bautismo, recibimos la Palabra divina por la Palabra que la significa, que es la Palabra de la Iglesia, que nos da el poder ser hijos de Dios. Hijos que escuchan a su Padre, y que pueden hablar como su habla su Hijo, del que se han hecho hermanos por Gracia.

La Palabra de Dios, por tanto, se anonada y abrevia en el Cuerpo de Cristo, que es la Palabra de la Iglesia. La palabra infinita, absoluta, eterna del Padre se encarna, y por el Espíritu se reduce sin merma de infinitud, lo absoluto se anonada en lo particular generando la palabra universal, católica de la Iglesia,

se anonada en Cristo, y por Cristo en su Cuerpo, y por su Cuerpo en nosotros.

Así, por la Gracia, la Palabra divina se abrevia en los hijos de Dios. La Palabra es Jesucristo, y al recibir sacramentalmente a Jesucristo recibimos la Palabra eterna que nos da el poder de hablar a imagen del Logos.

Como nos enseña Benedicto XVI, Verbum Domini, 12:

12. La tradición patrística y medieval, al contemplar esta «Cristología de la Palabra», ha utilizado una expresión sugestiva: el Verbo se ha abreviado: «Los Padres de la Iglesia, en su traducción griega del antiguo Testamento,

"usaron unas palabras del profeta Isaías que también cita Pablo para mostrar cómo los nuevos caminos de Dios fueron preanunciados ya en el Antiguo Testamento. Allí se leía: “Dios ha cumplido su palabra y la ha abreviado” (Is 10,23; Rm 9,28)...

"El Hijo mismo es la Palabra, el Logos; la Palabra eterna se ha hecho pequeña, tan pequeña como para estar en un pesebre. Se ha hecho niño para que la Palabra esté a nuestro alcance». Ahora, la Palabra no sólo se puede oír, no sólo tiene una voz, sino que tiene un rostro que podemos ver: Jesús.

Jesús es el Cuerpo de la Iglesia y su Espíritu es su alma, por voluntad del Padre. Ante las palabras que el Espíritu pronuncia en el Cuerpo de Cristo nosotros respondemos con el amor gozoso de la obediencia y la fidelidad, de forma que cuanto salga de nuestra boca sea pronunciado a imagen del Hombre celestial (1 Cor 15, 47), Jesucristo, que tuvo a bien enseñarnos a luchar contra el mal siendo embajadores de la Palabra eterna, porque

No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mt 4, 4)

Nosotros, los hijos de la Iglesia, somos nueva criatura sacramental por la Palabra de Dios, que trae la gracia y la verdad en Cristo Jesús.

Por Gracia nos hacemos sacramentos vivos de la Palabra que recibimos, y damos a otros por la fe y el apostolado. Pues de la Encarnación de la Palabra divina brota la palabra con que la Iglesia nos hace hermanos del Verbo en Jesús desde María y embajadores suyos por el don de la fe.

"De aquí comprendemos que, en el origen de la sacramentalidad de la Palabra de Dios, está precisamente el misterio de la encarnación: «Y la Palabra se hizo carne» (Jn1,14), la realidad del misterio revelado se nos ofrece en la «carne» del Hijo.

"La Palabra de Dios se hace perceptible a la fe mediante el «signo», como palabra y gesto humano. La fe, pues, reconoce el Verbo de Dios acogiendo los gestos y las palabras con las que Él mismo se nos presenta. El horizonte sacramental de la revelación indica, por tanto, la modalidad histórico salvífica con la cual el Verbo de Dios entra en el tiempo y en el espacio, convirtiéndose en interlocutor del hombre, que está llamado a acoger su don en la fe. " (Verbum Domini, 56)

Que nuestra vida sea una vida a imagen de Jesús, palabra del Padre en nosotros por la Iglesia.

Laus Deo Virginique Matri

6 comentarios:

  1. Palabra de la Iglesia, Palabra de Dios encarnada y hecha visible en Cristo.

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  2. Fíjate en esto, que es importantísimo:

    La Escritura y la Tradición son para nosotros Palabra de Dios porque así nos lo enseña la Palabra de la Iglesia.

    Entender esto es vital.

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  3. Porque la Palabra de la Iglesia es pronunciada por el Espíritu de la Palabra de Dios.

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  4. El cristianismo no es una religión del Libro, porque no es una religión de la Palabra de la Iglesia, sino de la Palabra viva de Dios, hecha visible en la Palabra de la Iglesia.

    La Palabra de la Iglesia es palabra de Dios por extensión, como el cuerpo y el alma forman un compósito.

    No nos llevaremos a la Gloria la Escritura ni la Tradición, pero viviremos en la Palabra presente de Dios.

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  5. Cercano Alonso:
    La Palabra es vida. En la profecia de Ezequiel los huesos secos reciben el Espiritu y viven. Pero esta vida le viene por lo que dice el profeta: Ez 37,4 "huesos secos, escuchad la Palabra de Yahveh"
    Animo!!!

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  6. Cercano Cornelio,
    muy impresionante la cita de Ez 37,4: "huesos secos, escuchad la palabra de Yahved"

    La palabra del Señor está VIVA, es mucho más que un Libro, mucho más que una Tradición. Es eso, y más.

    Es nuestra Vida.

    Un abrazo y ánimo en el rinconcito

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