lunes, 21 de noviembre de 2011

De esa alegría insondable que no es sino don de Dios

"¿Cómo no ver que la alegría es siempre imperfecta, frágil, quebradiza?"

Así comienza a reflexionar Pablo VI, varón de dolores, sobre la alegría, en Gaudete Domino, 7.

Aquel Santo Padre que tanto sufrió comienza con esta preciosa pregunta, con sus tres calificativos.

Como diría mi buen amigo d. Javier Sánchez Martínez (admirador, como yo, de este grandísimo Papa):

"Esos tres o cuatro adjetivos seguidos son maravillosos en cada expresión"

Y así es.

De forma precisa, Pablo VI explica el motivo de su Magisterio:

"8 esta dificultad de alcanzar la alegría Nos parece especialmente aguda en nuestros días. Y ésta es la razón de nuestro mensaje"

Muchas veces le pregunto al Señor por qué son las personas que más sufren las que más hablan y enseñan y predican la alegría cristiana. La respuesta es obvia: la alegría es un don de Dios para los que sufren por su Iglesia.

Es una bienaventuranza.

Una merced del Señor para los que le aman por encima de todo cuanto pueda haber en la tierra. La alegría es un regalo del Cuerpo Crucificado de Cristo, que fue masacrado para que nosotros pudiéramos ser felices como miembros suyos por la Gracia.

La Iglesia, sacramento de la alegría de Jesús. Todo un Misterio sublime.

La fuente de la alegría, pues, no está en nosotros.

Fíjate con qué palabras preciosas lo explica Pablo VI:

"la alegría tienen otro origen.

"Es espiritual. El dinero, el confort, la higiene, la seguridad material no faltan con frecuencia; sin embargo, el tedio, la aflicción, la tristeza forman parte, por desgracia, de la vida de muchos."

La alegría tiene otro origen, afirma nuestro Papa sufriente. Ese origen está en Dios el Señor, y su Gracia, que es la Vida de Cristo por la Palabra, Varón de Dolores. Hay cosas que no faltan con frecuencia, y sin embargo, la tristeza forma parte de la vida de muchos.

En el mismo punto 8 de Gaudete in Domino sigue reflexionando el Papa con palabras que suenan rabiosamente actuales:

"Esto llega a veces hasta la angustia y la desesperación que ni la aparente despreocupación ni el frenesí del gozo presente o los paraísos artificiales logran evitar"

A renglón seguido seguido realiza un certero diagnóstico.

Vale la pena leerlo entero, porque refleja la situación por la que pasan muchas personas que conocemos, que por su lejanía de Dios no viven sino en la tristeza:

"(13)El problema nos parece de orden espiritual sobre todo. "Es el hombre, en su alma, el que se encuentra sin recursos para asumir los sufrimientos y las miserias de nuestro tiempo. Estas le abruman; tanto más cuanto que a veces no acierta a comprender el sentido de la vida; que no está seguro de sí mismo, de su vocación y destino trascendentes. El ha desacralizado el universo y, ahora, la humanidad; ha cortado a veces el lazo vital que lo unía a Dios.

"El valor de las cosas, la esperanza, no están suficientemente asegurados. Dios le parece abstracto, inútil: sin que lo sepa expresar, le pesa el silencio de Dios. Sí, el frío y las tinieblas están en primer lugar en el corazón del hombre que siente la tristeza.

14. Se puede hablar aquí de la tristeza de los no creyentes, cuando el espíritu humano, creado a imagen y semejanza de Dios, y por tanto orientado instintivamente hacia él como hacia su Bien supremo y único, queda sin conocerlo claramente, sin amarlo, y por tanto sin experimentar la alegría que aporta el conocimiento, aunque sea imperfecto, de Dios y sin la certeza de tener con El un vínculo que ni la misma muerte puede romper.¿Quién no recuerda las palabras de san Agustín:

«Nos hiciste, Señor, para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que repose en Ti?»? 15. El hombrepuede verdaderamente entrar en la alegría acercándose a Dios y apartándose del pecado. Sin duda alguna «la carne y la sangre» son incapaces de conseguirlo (cf Mt 16, 17).

Pero la Revelación puede abrir esta perspectiva y la gracia puede operar esta conversión. Nuestra intención es precisamente invitaros a las fuentes de la alegría cristiana. ¿Cómo podríamos hacerlo sin ponernos nosotros mismos frente al designio de Dios y a la escucha de la Buena Nueva de su Amor?.

Debo reconocer que esta maravillosa Exhortación Apostólica me emociona tanto, que a veces no puedo seguir leyendo, he de pararme a saborear ciertos pasajes, a deleitarme en ellos, a aprender de ellos y estudiarlos. Es uno de mis textos preferidos de Pablo VI.

Quisiera recomendar desde aquí, a todos los que están tristes o apagados, atribulados o afligidos, que lean este preciosísimo documento del Magisterio de la Iglesia y sigan el consejo de la Santa Escritura que lo impregna:

"Quien esté triste que ore" (Santiago 5, 13)

La alegría, compréndelo, no procede ni de la carne ni la sangre. Con impresionantes palabras nos lo explica Gaudete in Domino: "la carne y la sangre son incapaces de conseguirlo".

Del Padre procede, por Cristo, en el Espíritu.

Y yo quisiera mostrarte cuánta alegría nos infunde Dios Nuestro Señor por la oración y los sacramentos. Por la Palabra de Dios, que está viva. Es la alegría de Jesús, el Hombre celestial (1 Cor 15, 47)

Esta alegría de Jesús, que la Iglesia te infunde por la Gracia de sus sacramentos en la Comunión de los Santos, es el origen de tu alegría.

Dejo a Pablo VI que cierre esta reflexión con su precioso lenguaje :

"24. Aquí nos interesa destacar el secreto de la insondable alegría que Jesús lleva dentro de sí y que le es propia"

Laus Deo Virginique Matri

2 comentarios:

  1. Gracias por la cariñosa alusión.

    Gracias, igualmente, por traernos la Gaudete in Domino de Pablo VI. También le tengo especial afecto e incluso más de una vez me ha servido para predicar triduos o quinarios.

    Sí, un varón de dolores, probado, pisoteado en el lagar de Dios, es capaz de anunciar la alegría que el mundo no conoce y que la carne y la sangre no pueden alcanzar.

    Alegrémonos, pues, en el Señor.

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  2. D. Javier:

    Gracias por su comentario.

    Ciertamente Pablo VI es un varón de dolores. Me alegra mucho leer que vd. utiliza Gaudete in Domino en sus triduos y quinarios. Es uno de los textos más profundos y delicados de Pablo VI. Ciertamente, es una alegría, la que nos enseña el Papa, que ni la sangre ni la carne pueden alcanzar. Laus Deo.

    Un abrazo en el Señor, desde María Inmaculada

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