sábado, 27 de marzo de 2010

Robur et Decus (Fuerza y Honor!)

A veces pienso si no es un lujo excesivo esta afición mía al goce estético. Me pregunto si, en medio de este paisaje de sombras, detenerme a contemplar criaturas posadas sobre una hoja de palmera no será un goce de otro tiempo. La pintura, la música, la botánica, la entomología... tal vez me debería dedicar exclusivamente a mortificarme por la salvación de tantos desgraciados que van camino del abismo, si no se produce un milagro de la Gracia y de sus voluntades. Pero a continuación pienso que detenerme a admirar un escarabajo o a observar cómo crece una flor es un signo más de dignidad humana, y que debo continuar haciéndolo, porque forma para de lo que los antiguos llamaban belleza moral, Decus, dignidad, el honor de ser humano. Así, he llegado a pensar que todo cuanto alimenta la visión principesca del hombre, la dignidad de señores del mundo creado, es bueno. Y digo señores en sentido medieval, caballeresco: no el que se apropia, sino el que cuida, mima, protege, defiende del mal. Robur et decus! Era la autoimagen del caballero: FUERZA Y HONOR! Fortaleza y dignidad. Que el ser humano se admire de la belleza creada, y no trate a las criatura de manera mercantilista o como simples medios, forma parte de esa visión principesca que percibe el mundo como un don que debe proteger y mimar, como un regalo en el que lo feo, vulgar, obsceno, queda excluído. Tal vez cultivando esta dignidad consigamos abrir nuevos puentes hacia el cielo y muchas almas, a partir de la visión de un simple bupréstido, pueden reconocer la mano del Rey del Universo.

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