Como el hijo que al leer
apoya su pequeño brazo
en el regazo de su madre,
y unido a ella en su tacto
prosigue hasta el final
de la tarde su lectura,
así contemplo yo en tu abrazo
mi vida prolongada en la tuya.
Es un momento entrelazado
a otro momento, un transcender,
azul, a otro momento; una palabra que no es
sino un silencio de infinita levadura;
una Escritura de inefable precisión
que una misma carne se pronuncia.
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